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DOCUMENTO 9904. CARTA DEL LIBERTADOR PARA EL GENERAL FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, FECHADA EN CHANCAY EL 10 DE NOVIEMBRE DE 1824, EN LA CUAL LE INFORMA ACERCA DE LA VICTORIA DE LOS REPUBLICANOS EN JUNÍN EL 6 DE AGOSTO. TAMBIÉN LE TRATA VARIOS ASUNTOS.*

Chancay, 10 de noviembre de 1824.

A Su Excelencia el General Francisco de P. Santander.

Mi querido general:

He vuelto de mi campaña con demasiada fortuna; pero sin un suceso decisivo por falta de un número suficiente de tropas [1]. Por no repetir a Ud. es­to, que tantas veces he dicho y que tanto ha molestado a Ud., es que no he es­crito en muchos meses; pues yo sabia que no adelantaba nada y ambos nos molestábamos inútilmente.

Siento tener que responder a las cartas de Ud. en dos palabras. La primera, que yo no he pretendido que Ud. viole la constitución, y lo segundo que Ud. podía haber enviado tropas a Guayaquil [2] y al Istmo sin haber violado la constitución. No soy más largo sobre esta materia porque ella es tan extraordi­nariamente inútil, como extraordinariamente desagradable, no pudiéndose lo­grar efectos retroactivos, y no mereciendo nuestra sagrada amistad que se le injurie. Creo que, por el bien de nuestro reposo mutuo, debemos ahogar en el olvido todo lo pasado. Vamos al caso: al caso del día.

El enemigo no quiso dar una batalla en Junín, porque llevamos 1.000 hombres más que él, y, con una precipitación sin igual, se retiró hasta el Cuz­co, perdiendo en su marcha 3 ó 4.000 hombres. Sus tropas marchan como ga­mos. Las nuestras son como perezas: por lo mismo, no hemos podido darles alcance. Además ellos iban a reunirse con el ejército del Sur que manda Valdés, en tanto que nosotros no esperábamos auxilio de ninguna parte. Así nues­tra marcha se ha hecho con mucha lentitud pero con infinita comodidad: nuestro ejército se ha conservado intacto sin perder un hombre.

Los enemigos se han reunido en el Cuzco, tras del Apurímac que tiene soberbias posiciones. Su fuerza es superior a la nuestra, porque ellos contaban el día de Junín más de 14.000 hombres en todo el país, sin contar a Olañeta, mientras que nosotros apenas teníamos la mitad y conservamos casi por mila­gro en un estado magnífico.

Hemos libertado más de veinte provincias sin tirar un solo fusilazo, la mitad del Cuzco está por nosotros, la otra mitad por ellos, y el Apurímac nos sirve a ambos de barrera, solamente la provincia de Arequipa está enteramente por ellos. La de Puna la ocupa Olañeta, que ha tenido algunos encuentros con Valdés en el Potosí; Olañeta es enemigo de los españoles; pero aun no se ha decidido por la independencia. Yo he empleado todo por atraerlo; pero todavía sin suceso. Me parece, sin embargo, que es tan patriota como yo.

El general Sucre ha quedado mandando el ejército con órdenes de observar el enemigo de cerca, y de aprovechar las ventajas que le ofrezca. El hará esta especie de guerra maravillosamente bien, porque está autorizado para to­do, aunque muy recomendado de tener prudencia hasta que yo le lleve los nue­vos refuerzos que nos vienen de Colombia. Estos refuerzos los espero en el resto del año y servirán para la próxima campaña a mediados del año que vie­ne. Dios nos deje en paz mientras tanto para que podamos gozar de dichos re­fuerzos, pues algo puede suceder en el ínterin, que nos prive de las ventajas adquiridas. Este temor no deja de inquietarme aunque sin fundamento.

Todavía no sé que hayan llegado a Guayaquil los refuerzos que han venido al Istmo, mas se esperaban allí en todo octubre 4.000 hombres que habían llegado al Istmo en septiembre con Valero y Monagas.

El Asia con el Aquiles y tres buques de guerra más han tenido un combate con la Prueba, el Chimborazo y tres buques más de Colombia y el Perú, el 7 del mes pasado. No hubo nada de importancia, porque la Pichincha, se portó muy mal y Guise no pudo hacer nada por el mal estado de la Prueba: los enemigos son tan cobardes como siempre y por eso no nos destruyeron. La Prueba y el Chimborazo se han ido a reparar a Guayaquil. Wrigth [3] se portó muy bien, y Guise mejor que nadie, según dicen los marinos extranjeros que vieron el combate enfrente del Callao. La escuadrilla española ha salido al mar, dicen que con el objeto de ir al Sur. ¡Ojala que así sea! Yo temo que se vayan al Norte y dispersen nuestros convoyes, y en este caso los refuerzos ten­drán un fin muy desastrado y en lugar de servimos contribuirán a nuestra des­trucción. Desde luego que yo sepa esta noticia, haré atacar al enemigo a la desesperada para que no aprovechen de su ventaja. Lo mismo será en el caso de que vengan refuerzos de España como se asegura por todas partes. Los buques franceses están godos, sirviéndoles como propios. Los americanos e in­gleses son nuestros amigos, pero neutros: la cuenta no es igual. Siempre los tiranos se han ligado y los libres jamás. ¡Desgraciada condición humana.

Los chilenos prometen mucho y no hacen nada. Sin embargo, dicen que saldrán en este mes al mar con cinco buques de guerra a reunirse a nosotros. Hasta ahora Chile no ha hecho más que engañarnos sin servirnos con un clavo: su con­ducta es digna de Guinea.

El coronel Urdaneta, con 2.000 malos hombres, entró el tres de este mes en Lima, y con menos de 300 hombres fue derrotado. Yo llegué al otro día y estoy organizando una división para tomar a Lima y bloquear el Callao; en to­do este mes estará corriente y entraré en Lima. He fusilado cuatro oficiales de los más cobardes para animar a los otros. He venido a la costa por los siguien­tes motivos: primero, a recibir el empréstito de Londres; segundo, a dar direc­ción y protección a la escuadra; tercero, a recibir los refuerzos de Colombia; cuarto, a poner sitio al Callao y quinto, a organizar el gobierno en la capital. Mientras tanto pasa el invierno y entramos en nueva campaña el año que viene.

Las noticias que tengo de Colombia son muy satisfactorias. La constitución es la reina de sus hijos. Por lo mismo me han quitado mis derechos co­lombianos los señores del senado, de lo que me he alegrado infinito, porque me desprende de Colombia y me quita toda la responsabilidad colombiana. Ud. me aconseja que muestre moderación por el favor que me ha hecho el se­nado: mi respuesta es que para lo único que tengo que mostrar moderación es para no repetir de nuevo mi renuncia de presidente titular [4], que es cuanto me queda de mi madre patria. Ruego a Ud. que presente mi anterior renuncia al Congreso y voy a escribir a todo el mundo, acusando a Ud. de que la ha ocul­tado contra mi voluntad. Al presidente del senado voy a escribirle que la pida a Ud., si no la presenta. No la repito ahora porque quiero que sea la misma re­nuncia del año pasado, a fin de que nadie crea que es efecto de resentimiento, por la bondad con que me ha tratado la sabiduría del senado, a instancia de mi querido amigo el poder ejecutivo.

En todo esto yo no he sentido sino el motivo de la ley. En lugar de darme las gracias por mis servicios se quejan de mis facultades; facultades [5] que no he pe­dido y facultades [6] que he renunciado junto con la presidencia el año pasado. Por otra parte, estas facultades tenían inconvenientes para mí, y no para el poder ejecu­tivo, puesto que la mayor parte de ellas se cometen de nuevo al gobierno.

Sé, por todo el mundo, que Páez y todos los agentes del gobierno están muy sumisos a la ley y a la autoridad de Ud.: es mucha dicha para el bien de la patria. Sin esta sumisión Colombia sería Buenos Aires.

También he sabido las gracias del señor Mérida; quiera Dios que este hombre no cumpla mi profecía.

Concluiré mi carta, mi querido general, diciendo a Ud. que yo no tengo de Colombia más que la escarapela y el corazón; que terminada la guerra del Perú, me voy de América; que no pienso volver más a Colombia y que Ud. inste al senado para que nombre un nuevo presidente; para que el pueblo no piense en mí en las próximas elecciones. Así la elección del pueblo será más acertada, y ella deberá recaer en uno de aquellos jefes que mejor haya servido a la república y más consa­gración hayan mostrado a sus leyes. Por mi parte, confieso muy sinceramente que, acostumbrado a mandar como militar, nunca podré acertar a llenar una carrera ci­vil. Por supuesto, que terminada la guerra no hay poder bastante en la tierra para hacerme mandar a nadie: este sentimiento es en mí muy antiguo, y cada día se re­nueva.

Adiós, mi querido general, reciba Ud. el corazón de su amigo.

[BOLÍVAR]

P.D.: Se me olvidaba decir a Ud. que he entregado el mando del ejército de Colombia a Sucre y que se acabó la secretaría general que emanaba de mi co­misión en el Sur. Al coronel Heres le he encargado del ministerio de guerra del Perú para que se entienda con los negocios militares, y el ministro Carrión de relaciones exteriores se entenderá con ese gobierno. El servicio se hará poco más o menos como antes pero con menos rapidez; porque estos señores no son del temple de los colombianos.

El general Castillo me ha ofrecido que me mandará todo lo que yo le pida, y yo le estoy muy agradecido por sus servicios y lo bien que lo ha hecho. El general Salom está para venir a acompañarme. Por cierto, me ayudará bas­tante a dirigir el sitio del Callao o a llevar al Cuzco los refuerzos de Colombia. Es un tesoro este general.

Ya Ud. sabrá la pérdida de la Santander. En todo sentido es una desgracia.

Por acá se ha dicho que Iturbide ha sido fusilado en Soto la Marina: me alegraré mucho porque debía causar una nueva revolución en México, pues esta en guerra civil con Guadalajara.

* De un impreso moderno: Bolívar, Simón, Obras Completas, Tomo II, pp. 38-41.

Notas

[1] En la transcripción la frase se encuentra en bastardilla.

[2] En el Archivo de Santander cambia la frase: "haber enviado más tropas a Guayaquil". Tomo XII, p. 1 10.

[3] Se refiere a Tomás Charles Wrigth.

[4] La fuente presenta ambas palabras en bastardillas.

[5] La fuente presenta ambas palabras en bastardillas.

[6] La fuente presenta la palabra en bastardillas.

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