Bogotá, 30 de junio de 1828.
A S. E. EL GENERAL J. A. PÁEZ.
Mi Querido General:
Al fin tengo el gusto de escribir a Vd. desde esta capital, cuyo pronunciamiento ha decidido de la suerte del país conforme a los deseos que la voluntad nacional había manifestado. El triunfo de las reformas que Vd. emprendió con tanta dificultad y pena, se ha logrado al cabo de año y medio de combates. De Vd. es esta victoria, mi amigo, tanto con respecto a la gran convención, como a Santander y el congreso. Ya Vd. habrá visto que estos departamentos no reconocen más autoridad que la mía, y como ya Venezuela y el Sur habían hecho casi otro tanto, se puede decir que la nación me ha cometido ya todos sus poderes. Sin embargó, creo indispensable que digan su última voluntad para esta nueva época que comienza, para que otro volumen del voto de Colombia, a imitación del de Venezuela sirva, por decirlo así, de carta y de título a Colombia y a mí. Yo espero, pues, estos actos públicos, para poderle decir a la nación que respondo de su destino o, por lo menos, que haré por salvarla de los peligros que la amenazan.
Espero también que Vd. tenga la bondad de solicitar de esos habitantes, qué medidas pueden ser adoptadas para su felicidad. Con este objeto me propongo formar un consejo que redacte los pensamientos de los departamentos, según sus deseos particulares; pero sin menoscabo del bien general, el que no es otro que la conservación del estado sin perjuicio de la conservación de los ciudadanos.
Las personas más respetables escriben de Venezuela que la policía está haciendo mucho bien.
Yo he sido recibido en esta capital con mucho entusiasmo, igual al de los primeros años, y esto es debido a las esperanzas que ha infundido entre estos habitantes el nuevo principio de acción que comienza a obrar y de que esperan favorables resultados y lo consideran como la senda que debe conducirnos a una estabilidad permanente. Mi plan es apoyar mis reformas sobre la sólida base de la religión, y acercarme, en cuanto sea compatible con nuestras circunstancias, a las leyes antiguas menos complicadas y más seguras y eficaces. En mis discursos y contestaciones he hablado de ello al clero y seculares, y se han encantado. Los pueblos por donde he transitado me han rogado lo mismo y, en fin, este sentimiento es unánime y general, porque aunque tendrá enemigos en los diferentes monopolistas de la opinión o de la fortuna de Colombia, sin embargo, por ahora, no se pronuncian ni se oponen. Yo deseo que el plan de policía general se empiece a poner en planta, y Venezuela es el país más aparente al caso, porque allí están los adictos y actores del plan. También deseo que la justicia de los pueblos se establezca conforme en el tiempo de los españoles: este deseo me lo manifestaron en Venezuela más que en ninguna otra parte; por lo mismo, será bueno que de allá lo pidan, pues yo no empezaré a hacer nada solemne hasta que sepa de toda la nación.
Recomendaré a Vd. una y mil veces el departamento del Oriente, porque es nuestro padrastro y nuestra miseria permanente.
Tenga Vd. general la bondad de saludar al amigo Peña, Carabaño, Pedro Pablo, Guzmán y Sanabria; y Vd., general, créame su amigo de corazón.
BOLÍVAR.
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