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DOCUMENTO 1716. DE UNA COPIA. O. C. B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR A JOSÉ FERNÁNDEZ MADRID, FECHADA EN BOGOTÁ EL 28 DE JUNIO DE 1828. INFORMANDO LAS OCURRENCIAS Y LAS PÉRFIDAS INTENCIONES QUE ENVUELVEN A LA GRAN CONVENCIÓN; AÑADE QUE EL PERÚ INVADIÓ A BOLIVIA SIN PREVIA DECLARACIÓN O CAUSA.

Bogotá, 28 de junio de 1828. [1]

AL SEÑOR JOSÉ FERNÁNDEZ MADRID, ETC., ETC.

Mi querido amigo:

Mi carta de Bucaramanga ha debido causarle a Vd. la más fuerte impresión por el sentimiento que la dictaba. Yo veía entonces a Colombia navegando en un mar de perdición, la veía pereciendo en la misma nave que debía salvarla, y yo mismo me encontraba desesperado y resuelto a huir antes que presenciar las exequias de la república. La gran convención, que debió satisfacer los clamores y las necesidades del pueblo de Colombia, nada hacia por llenar tan sagrado deber: la venganza, el odio y el espíritu de partido se apoderó de los corazones de muchos de sus miembros que, bajo las banderas del general Santander, combatían el bien que querían proporcionarle a la república sus verdaderos amigos: los amantes del orden y de la estabilidad; o más bien diré que abandonaban la patria por herirme a mi. En las sesiones, en sus proyectos y pensamientos no les ocupaba otra idea que la de destruir, anonadar la fuerza del ejecutivo, tan sólo porque yo lo ejercía, y al paso que parecían halagar al pueblo con una excesiva libertad, preparaban su ruina, desatendían sus peticiones y lo que era más peligroso, provocaban al ejército. En una palabra, la idea de destruirme les ocupaba del todo. Los amigos del gobierno, los hombres de bien que entraban en aquel círculo, vieron desde muy temprano que nada harían en aquel cuerpo y que en vano lucharían contra el torrente de pasiones que ahogaba sus voces. El digno José María Castillo tomó sobre sí el noble empeño de reunir los ánimos de los buenos, para hacer frente al partido de Santander que, desde muy temprano, dejó conocer sus intenciones y la falsedad de su política; llegó a tal extremo el furor que los dominaba, que aun antes de instalarse tuvieron el arrojo de dar gracias al general Padilla, que acababa de. cometer el escandaloso hecho de sobornar las tropas de Cartagena y usurpar el mando civil y militar de aquella plaza. Si, amigo, este fue el primer paso del partido federal: de aquellos que se titulaban amigos de las libertades, enemigos de la tiranía. Instalada la convención, desplegaron en aquel instante mismo todo el espíritu de su partido, y como superiores en número y en audacia, arrollaban al amigo Castillo que defendía los intereses de la patria y su estabilidad. Largo fuera enumerar en esta carta las escandalosas ocurrencias, las pérfidas Intenciones de los enemigos del orden que, como antes he dicho, abandonaban la patria por herirme. Basta con recordar los días de la convención francesa. Al fin llegó el momento de reformar la constitución, y éste fue el momento en que los santandereños derramaron todo el veneno de su política. Presentaron un proyecto que en la realidad era una federación, sin tener las ventajas que se atribuyen a este sistema, porque su espíritu era la venganza y su principal elemento la destrucción, pues que el ejecutivo era reducido a la mínima esfera, y otros absurdos. Claramente se conocía que aquel proyecto era la obra de Azuero y sus compañeros. El señor Castillo en seguida presentó el suyo, más conforme a nuestras circunstancias y aun todavía era débil, atendiendo al estado de Colombia, a sus necesidades y a la fuerza indispensable que debe tener el gobierno para contener las pasiones y el espíritu de facción que se levantaba por todas partes. Mas ni uno ni otro proyecto fue aceptado, y la convención ya no se entendía. Mi partido, aunque funesto, estaba tomado y ya marchaba en busca de una embarcación que me llevase lejos de Colombia, lejos de la anarquía. Mas la Providencia, que no nos quiso abandonar, le inspiró al pueblo de esta capital aquéllo que él ha considerado como el único medio de salvación, y el 13 del corriente presentó en la plaza la acta que Vd. verá, y me confirió su soberanía, encargándome de sus destinos y de la regeneración de una patria que todos veían perdida. Este acto levantó el entusiasmo y las esperanzas de estos pueblos, que se han apresurado en seguir el ejemplo de Bogotá, al mismo tiempo que la convención se disolvía por haberse retirado el señor Castillo y sus compañeros antes que firmar la ruina de Colombia. En este estado recibo yo una diputación de la capital y los ruegos de todos los pueblos para que acceda a sus instancias. Desde luego, no titubeo, por lo mismo que ese sacrificio era grande, y me sometí contando con el apoyo del aura popular y la cooperación de los buenos. El 24 del corriente entré, pues, en esta capital, que me ha recibido como en un día de triunfo y me ha prodi­gado demostraciones y sentimientos que me han comprometido de nuevo en la carrera pública.

Por la secretaria será Vd. informado oficialmente de todo y de la posición en que actualmente me encuentro. Es verdad que ella es a consecuencia de un mal que afortunadamente hemos evitado; pero también me ofrece los medios de regenerar la patria, como he dicho, corregir la moral, fundar la justicia y, sobre todo, aumentar la hacienda, madre del crédito público. Esta será una de mis principales atenciones y el único recurso que nos queda para restablecer la reputación de Colombia. Ocupándome yo en estos objetos, preparamos el camino que nos debe conducir a la estabilidad que no hemos podido lograr en esta ocasión.

A todo esto añádase que el Perú acaba de cometer el escandaloso acto de invadir a Bolivia sin previa declaración ni sin causa para ello; que mantiene un ejército que amenaza constantemente la provincia de Guayaquil y emplea cuantos medios y arbitrios están a su alcance a fin de levantar los departamentos del Sur. En fin, nos provoca a una guerra que, por último, no podremos evitar sino en mengua del honor nacional y de nuestro crédito. Por otra parte, debe considerarse que si los peruanos invaden nuestro Sur como se asegura, aquel país va a arruinarse completamente, y aun seria peligroso que mantuviésemos la guerra en él por su miserable estado. Así, pues, hemos creído que nos es más útil ser invasores antes que ser invadidos y, bajo este concepto, ya nos preparamos para una operación que, aunque dolorosa, es ya indispensable para asegurar la tranquilidad del Sur y obtener las satisfacciones e indemnizaciones que nos debe el Perú.

Agradezco mucho, mi querido amigo, el interés que Vd. toma en el negocio de las minas, y me es muy agradable saber que esos señores convienen en pagar los arrendamientos mientras no se realice el contrato de venta, que espero se verificará. Tenga Vd., pues, la bondad de asegurarles que, bajo este concepto, voy a librar el último semestre debido.

De Vd. afmo. amigo.

BOLÍVAR.

Reitero mi súplica para que nos mande la cuenta corriente con las minas.

Notas

[1] Por error la original está marcada con fecha 4 de junio. Comparándola con otras del 28 de junio se comprende que es de este día.

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