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DOCUMENTO 1935 MANIFIESTO DE BOLÍVAR A LOS PUEBLOS DE VENE­ZUELA FECHADO EN EL CUARTEL GENERAL DE GUAYANA EL 5 DE AGOSTO DE 1817, RELATIVO A LA CONDUCTA DEL GENERAL MANUEL PIAR .*

Manifiesto del Jefe Supremo a los pueblos [1] de Venezuela.

Ciudadanos:

La más grande aflicción que puede sobrevenir al ánimo de un magistrado, es aquella que lo obliga a emplear la espada de la justicia contra un ciudadano que fue benemérito de la Patria.

Yo denuncio a la faz de la nación el crimen más atroz que ha podido cometer un hombre contra la Sociedad, el Gobierno y la Patria. El General Piar [2] es el autor execrable de este fatal delito. Colmado de los honores supremos de la milicia, de la consideración pública y de la confianza del Gobierno, nada quedaba a este ciudadano a que aspirar sino a la gloria de titu­larse bienhechor de la República. ¡Con qué horror, pues, no oiréis que este hombre tan favorecido de [3] la fortuna haya pretendido sumergiros en el piélago espantoso de la anarquía! Sí, venezolanos, el General Piar ha formado una conjuración destructora del sistema de igualdad, libertad, e independencia. Pero no os admiréis de esta monstruosidad de parte de un hombre cuya vida ha sido un tejido de conspiraciones, críme­nes y violencias. Nacido en un país extraño, de una madre que tampoco es venezolana, y de un padre canario [4], ningún sentimiento de amor ha podido recibir al nacer, menos aún en el curso de su educación.

Erguido [5] el General Piar de pertenecer a una familia noble de Tenerife [6], negaba desde sus primeros años ¡¡¡qué horrible escándalo!!!, negaba conocer el infeliz seno que había llevado este aborto en sus entrañas. Tan nefando en su desnaturalizada ingratitud, ultrajaba a la misma madre de quien había recibido la vida por sólo el motivo de no ser aquella respetable mujer, del color claro que él había heredado de su padre. Quien no supo amar, respetar, y servir a los autores de sus días, no podía someterse al deber de ciudadano y menos aún al más riguroso de todos: al militar.

Llevado por el General Mariño [7] a la costa de Güiria [8] en los años pasados, fue destinado a Maturín [9] bajo las órdenes del Comandante Bernardo Bermúdez [10], que fue víctima [11] de sus primeros ensayos de conspiración. Apenas había llegado a Ma­turín cuando sublevándose contra su inmediato Jefe, lo pren­dió [12] e indefenso lo arrojó hacia la parte que ocupaba el ene­migo para que fuese indignamente sacrificado por los crueles españoles. El desdichado Bermúdez marcó con su muerte el primer fratricidio del ambicioso Piar.

La inmortal ciudad de Maturín, que parecía destinada por la Providencia para ser la cuna del heroísmo venezolano, tuvo la gloria de vencer por tres veces, en otras tantas batallas, las bandas españolas de La Hoz [13] y Monteverde [14]. Los valerosos maturinenses, conducidos por su indomable espíritu y por un sentimiento irresistible de un patriotismo divino, elevaron su nombre al más alto grado de esplendor, dejando al de su in­truso Jefe en el seno de la obscuridad. La fama no fue injusta, pues supo distinguir el mérito de los soldados y la ingratitud del caudillo. Ni los rayos de la fortuna consiguieron ilustrar su espíritu en la carrera de la victoria. Maturín sepultó en sus llanuras tres ejércitos españoles, y Maturín quedó siempre ex­puesta a los mismos peligros que la amenazaban antes de sus triunfos. Tan estúpido era el Jefe que la dirigía en sus ope­raciones militares.

El General Mariño, reconocido por Jefe de la expedición de Oriente, fue a Maturín a inspeccionar aquellas valientes tro­pas. El General Piar, entonces ausente, había tramado antes de separarse un motín contra su Jefe, que se habría logrado sin duda si el virtuoso General Rojas [15] no hubiese cumplido con su deber en favor de la justicia y de b subordinación mi­litar. La insurrección de Piar no tuvo efecto por la bella con­ducta del General Rojas.

En medio de las calamidades de la guerra el italiano Bianchi [16] se subleva contra las autoridades constituidas, y se roba las últimas reliquias de la República. Logramos conducir a la Isla de Margarita a este infame pirata para hacernos justicia y aprovechar los únicos restos de nuestra expirante existencia. La fatalidad, entonces anexa a Venezuela, quiso que se hallase el General Piar en Margarita, donde no tenía mando y a donde había ido por salvar el fruto de sus depredaciones en Barcelo­na, y más aún por escapar de los peligros de la guerra que él hace sólo por enriquecerse a costa de la sangre de los infelices venezolanos. Una vez que ha hecho su botín, el valor le falta y la constancia le abandona. Díganlo los campos de Angostu­ra [17] y San Félix [18], donde su presencia fue tan nula como la del último tambor. El General Mariño y yo, Jefes de la Repú­blica, no pudimos desembarcar en Margarita porque el faccio­so Piar se había apoderado de la fuerza y nos obligó a poner­nos a la merced de un pirata más generoso y más sumiso que él, aunque iguales en la rapacidad. Por entonces la Patria su­frió todos los reveses que son notorios por la exclusiva traidora conducta de Piar.

De acuerdo con el General Ribas [19] pensó en defender a Cumaná y aunque aquel General debía mandar por ser de ma­yor graduación sólo logró dividir la autoridad con Piar. Esta igualdad no convenía aún a las miras ambiciosas de Piar, y desde luego conspiró contra su Jefe y colega Ribas. Este, por evitar la guerra civil y quizás su propio exterminio [20], marchó a Maturín, y Cumaná fue la víctima de las pasiones de Piar. Su desdichada población pereció, como la emigración de Cara­cas y Barcelona, por obedecer a Piar que las forzó a encerrarse en aquella indefensa ciudad. ¡¡Víctimas desdichadas allí se­pultadas!!, decid ¿quién os puso bajo la cuchilla de Boves? [21].

Perdido el territorio que inútilmente Piar había pensado defender, se refugió en Güiria donde mandaba el Coronel Videau [22] quien tenía la autoridad suprema de aquel país por de­legación del General Mariño. Aún no había pisado aquella ciu­dad cuando ya Piar intentaba destituir al Jefe que la mandaba. Sus defensores, de acuerdo con Videau, se vieron obligados a expulsar a Piar para no ser envueltos en disensiones domésticas, a tiempo que el enemigo la estrechaba por todas partes. El ob­jeto de Piar en aquel momento no era tanto defender a Güiria cuanto extraer los tesoros que había arrancado al General Ribas y habían sido hasta entonces religiosamente respetados, como vasos sagrados que pertenecían a las iglesias de Caracas. Mas Piar, tan avaro como sacrílego, intentaba convertir en su pro­pio uso objetos consagrados a la Divinidad.

En la tercera época de la República el General Piar, a quien yo había perdonado todos sus atentados, viene conmigo a Carúpano [23]. Allí a la faz de todos los extranjeros y nacionales dio el más escandaloso ejemplo de su venalidad. El descaro en robar los intereses de aquella ciudad ha sido tan público que nada se debe añadir para que sea manifiesto.

La División del General Gregor [24] después de haber libertado a Barcelona se somete a sus órdenes porque así lo exigía el orden de la milicia y porque él [25] se jactaba de ser el primer apoyo del Gobierno. La batalla del Juncal [26], casi perdida por este General, fue un terrible desengaño por [27] aquellos alucinados soldados que creían tener en él un gran Capitán; pero su im­pericia y su cobardía se manifestaron allí de un modo incon­testable. Ganada por el General Gregor y los otros subalternos que obraron arbitrariamente hallándose abandonados de su Je­fe y sin esperanzas de salvarse, ni aun siquiera se puso a la cabeza del ejército para perseguir los restos fugitivos, y el fruto de aquella victoria fue ninguno, como todas las que la fortuna le ha proporcionado.

La conducta del General Piar en esta Provincia [28] ha co­rrespondido al curso de su vida: el más feroz despotismo ha sido su divisa. Mandar pasar por las armas a los Jefes y oficiales más estimables; ponerlos en el afrentoso tormento de la soga; destituirlos sin autoridad y sin juicio. En fin, todos los actos del poder absoluto de un tirano.

Ninguna orden del Gobierno ejecutaba jamás: todas las mi­raba con la [29] más ultrajante desprecio. El se había abrogado las facultades de la autoridad suprema, y no se había proclamado por soberano de la República porque las fuerzas de su mando eran todavía demasiado débiles y la fortuna no le había some­tido las ciudades de Guayana y Angostura.

En circunstancias tan urgentes yo vine al ejército para poner un término a su desenfrenado despotismo. El benemérito Ge­neral Monagas [30], el Coronel Parejo [31], el Teniente Coronel Matos [32],el Teniente Coronel Infante [33], Subteniente Santarita [34], el cirujano Cervellón [35] y el Secretario Melián [36] , sin contar muchos otros que fueron ignominiosamente infamados, pueden deponer si el régimen del General Piar no es el de un Sátrapa de Persia. ¡¡Cuántos horrores no hizo sufrir el General Piar a estos ilustres defensores de la República!! A mi presen­cia ha osado clavar un par de grillos, y sin un juicio formal ha condenado a servir de soldado raso al Subteniente Arias [37]. Espantado de tan atroz procedimiento, quise salvar la inocen­cia, las leyes, y los derechos del ciudadano. Además, hice en­tender al General Piar que debía someterse a la autoridad del Gobierno y no obrar arbitrariamente como lo había hecho siempre. Este General, furioso como un frenético medita en­tonces la subversión del Estado y la destrucción de sus herma­nos. Para realizar tan negro designio pretexta enfermedad, pide encarecidamente un retiro temporal y toma un pasaporte para las colonias.

Calumniar al Gobierno de pretender cambiar la forma re­publicana en la tiránica; proclamar los principios odiosos de guerra de colores para destruir así la igualdad que desde el día glorioso de nuestra insurrección hasta este momento ha sido nuestra base fundamental; instigar a la guerra civil; convidar a la anarquía; aconsejar el asesinato, el robo y el desorden, es en substancia lo que ha hecho Piar desde que obtuvo la licen­cia de retirarse del ejército que con tantas instancias había so­licitado porque los medios estuvieran a su alcance.

Pruebas constantes e irrefragables de esta conjuración son las deposiciones unánimes de Generales, Comandantes, solda­dos y paisanos residentes en Angostura.

¿Qué pretende el General Piar en favor de los hombres de color? ¿la igualdad? No: ellos la tienen y la disfrutan en la más grande latitud que pueden desear. El General Piar mismo es una prueba irrevocable de esta igualdad. Su mérito es bien inferior a la[s] [38] recompensas que ha obtenido. Los más de los oficiales de Venezuela han combatido por la República más que Piar, y sin embargo ellos son subalternos, mientras que él está decorado del último grado de la milicia. Podríamos citar otros muchos Generales, Coroneles, Comandantes y Jefes de todas clases: pero no es justo mezclar los nombres de tan be­neméritos ciudadanos con el de este monstruo.

El General Piar no desea la preponderancia de un color que él aborrece y que siempre ha despreciado como es cons­tante por su conducta y documentos. El General Piar ha teni­do como un timbre la genealogía de su padre, y ha llegado su impudencia hasta el punto de pretender no sólo ser noble sino aun descendiente de un Príncipe de Portugal (entre sus pape­les existe este documento) [39].

La imparcialidad del Gobierno de Venezuela ha sido siempre tal, desde que se estableció la República, que ningún ciudadano ha llegado a quejarse por injusticia hecha a él por el accidente de su cutis. Por el contrario ¿cuáles han sido los principios del Congreso? [40] ¿cuáles las leyes que ha publicado? ¿cuál la con­ducta de todos los Magistrados de Venezuela? Antes de la revolución los blancos tenían opción a todos los destinos de la Monarquía, lograban la eminente dignidad de Ministros del Rey, y aun de Grandes de España. Por el talento, los méritos o la fortuna lo alcanzaban todo. Los pardos, degradados hasta la condición más humillante, estaban privados de todo. El esta­do santo del Sacerdocio les era prohibido: se podría decir que los españoles les habían cerrado hasta las puertas del cielo. La revolución les ha concedido todos los privilegios, todos los fue­ros, todas las ventajas [41].

¿Quiénes son los autores de esta revolución? ¿No son los blancos, los ricos, los títulos de Castilla y aun los jefes [42] mili­tares al servicio del Rey? ¿Qué principio han proclamado estos caudillos de la Revolución? las actas del Gobierno de la Re­pública son monumentos eternos de justicia y liberalidad. ¿Qué ha reservado para sí la nobleza, el clero, la milicia? ¡Nada, na­da, nada! Todo lo han renunciado en favor de la humanidad, de la naturaleza y de la justicia, que clamaban por la restau­ración de los sagrados derechos del hombre. Todo lo inicuo, todo lo bárbaro, todo lo odioso se ha abolido, y en su lugar tenemos la igualdad absoluta hasta en las costumbres domés­ticas. La libertad hasta de los esclavos, que antes formaban una propiedad de los mismos ciudadanos. La independencia en el más lato sentido de esta palabra substituida a cuantas depen­dencias antes nos encadenaban.

El General Piar con su insensata y abominable conspiración, sólo ha pretendido una guerra de hermanos en que crueles ase­sinos degollasen al inocente niño, a la débil mujer, al trémulo anciano, por la inevitable causa de haber nacido de un color más o menos claro.

Venezolanos: ¿no os horrorizáis del cuadro sanguinario que os ofrece el [43] nefando proyecto de Piar? Calificar de un delito el accidente casual que no se puede borrar ni evitar. El rostro, según Piar, es un delito y lleva consigo el decreto de vida o de muerte. Así ninguno sería inocente, pues que todos tienen un color que no se puede arrancar para substraerse de la mutua persecución.

Si jamás la guerra fratricida como lo desea Piar llegase a tener lugar en Venezuela, esta infeliz región no sería más que un vasto sepulcro donde irían a enterrarse en todas partes, la virtud, la inocencia y el valor. El mundo horrorizado cargaría de [44] execraciones a esta sanguinaria nación donde el furor sa­crificaba a su saña todo lo que es sagrado aun para los mismos salvajes, la humildad y la naturaleza.

Pero no, venezolanos, vosotros no [45] sufriréis que las últimas gotas de sangre que ha respetado el puñal de los asesinos de España, sean derramadas por vuestras propias manos. Vosotros sois incapaces de servir de instrumento a los furores de Piar. Vosotros lo conocéis, no ignoráis sus execrables designios, y vosotros pues, lo perseguiréis [46], no sólo como un enemigo pú­blico, sino como un verdugo de su especie, sediento de su pro­pia sangre.

El General Piar ha infringido las leyes, ha conspirado contra el sistema, ha desobedecido al Gobierno, ha resistido la fuerza, ha desertado del ejército, y ha huido como un cobarde; así pues, él se ha puesto fuera de la ley: su destrucción es un deber y su destructor [47] un bienhechor.

Cuartel General de Guayana, agosto 5 de 1817. 7°.

[Bolívar.]

* De una copia de la época. En el Archivo del Libertador, vol. 174, fol. 3-9, se conserva una copia cuya fecha no puede precisarse, pero desde luego es más o menos coetánea a la data del documento, escrita de letra no identificada.

Notas

[1] Interlineado: "a los pueblos".

[2] El General Manuel Piar.

[3] Está repetida la palabra "de" en la copia.

[4] Sobre los orígenes y la familia del General Manuel Piar puede con­sultarse, además de la nota 3 del documento n° 293, en la Correspondencia Oficial, el estudio de Manuel Landaeta Rosales titulado Procedencia del General Manuel Piar (Caracas, 1916) reeditado en 1963 por la Sociedad Bolivariana de Venezuela.

[5] Se lee claramente "Erguido". El Dr. Vicente Lecuna, en Proclamas y Discursos del Libertador (Caracas, 1939), pág. 160, trae "Engreído" en vez de "Erguido". La Comisión Editora, al no poder establecer el origen de la corrección hecha por el Dr. Lecuna, se atiene al texto de la copia existente en el Archivo del Libertador. No es descartable que "Erguido" haya podido ser una mala lectura del copista, en vez de "Engreído"; pero la versión "Erguido" no carece de sentido. Sólo la aparición del original permitiría dilucidar el asunto.

[6] Tenerife, una de las Islas Canarias.

[7] El General Santiago Mariño.

[8] Sobre Güiria y su región, véase la nota 1 del doc. n° 508, en la Correspondencia Oficial.

[9] Maturín. Véase la nota 1 del doc. n° 1929.

[10] 10.El prócer militar venezolano Bernardo Bermúdez, hermano del General José Francisco Bermúdez, nativo, como éste, de la Provincia de Cumaná. Empezó a prestar servicios a la causa republicana en 1810, partici­pó en la Campaña de Guayana en 1812 y se refugió en la Isla de Trinidad al caer la Primera República. Con el grado de Comandante fue uno de los compañeros del General Santiago Mariño en la expedición de Chacachacare, a comienzos de 1813. Se halló en la toma de Güiria y pasó luego a Maturín, donde combatió valientemente contra los Jefes realistas Antonio Zuazola y Lorenzo de la Hoz. Al producirse disensiones entre los patriotas en aquellos días el Comandante Bernardo Bermúdez fue expulsado de Maturín, cayó poco después en manos de los españoles y fue ejecutado en agosto de 1813 en Yaguaraparo por orden del Jefe realista Francisco Javier Cervériz.

[11] Se escribió "víctimas", y luego se testó la "s" final.

[12] Testado: "y".

[13] El entonces Gobernador Militar de la Provincia de Barcelona por los realistas, Lorenzo de La Hoz.

[14] El Jefe realista Domingo de Monteverde, acerca de quien se puede consultar la nota 12 del doc. n° 97, en la Correspondencia Oficial.

[15] El General Andrés Rojas.

[16] Sobre el corsario José Bianchi, véase la nota 1 del doc. n° 794, en la Correspondencia Oficial.

[17] Se refiere al sitio de la plaza de Angostura, y tal vez de un modo más concreto quiere aludir a la acción de Perro Seco, asalto dado por las fuerzas de Piar contra aquella ciudad el 19 de enero de 1817.

[18] La batalla de San Félix, el 11 de abril de 1817.

[19] El prócer militar venezolano José Félix Ribas, sobre quien puede consultarse la nota 3 del doc. n° 127.

[20] Está interlineado: "y quizás su propio exterminio".

[21] El Jefe realista José Tomás Boves, sobre quien puede verse la nota 4 del doc. n° 382 en la Correspondencia Oficial.

[22] El prócer militar y naval republicano Juan Bautista Bideau mencionado en la nota 1 del doc. 508 en la Correspondencia Oficial.

[23] Carúpano. Véase, sobre esta población del Oriente de Venezuela, la nota principal del doc. n° 922, en la Correspondencia Oficial. Bolívar se refiere aquí a la toma de dicha ciudad en junio de 1816 y acontecimientos inmediata­mente siguientes.

[24] El militar escocés al servicio de la Independencia de Hispanoamé­- rica Gregor Mac Gregor, sobre quien puede verse la nota 6 del doc. n° 630, en la Correspondencia Oficial.

[25] Aquí, "el" se refiere al General Piar, no al General Mac Gregor.

[26] La batalla del Juncal, cerca de Barcelona. Véase la nota 4 del doc. n° 1767.

[27] Así se lee en la copia de la época. El sentido parece exigir más bien "para".

[28] La Provincia de Guayana.

[29] Así se lee claramente. Debe ser un error, en lugar de "el".

[30] El General José Tadeo Monagas.

[31] El Coronel Francisco Vicente Parejo.

[32] Es posible que se refiera al Teniente Coronel Gaudencio Matos, mencionado en la nota 1 del doc. n° 1532. Pero había otros oficiales de ese apellido, como Manuel Matos, a quien podría también referirse Bolívar.

[33] Alude al más tarde General Julián Infante.

[34] Subteniente Santarita o Santa Rita. No hemos podido precisar la identidad de este militar.

[35] Subteniente Santarita o Santa Rita. No hemos podido precisar la identidad de este militar.

[36] Es muy probable que se refiera al Capitán Florencio Melián (o Meleán) quien fue por mucho tiempo Secretario del General José Tadeo Monagas y se halló en la Asamblea de San Diego el 5 de mayo de 1816.

[37] Consejo de Guerra, el Teniente Coronel Fernando Galindo se refiere a "el suceso de Upata con el Subteniente Arias", en el cual, según parece, se halló también involucrado el entonces Teniente Coronel José Manuel Olivares (Memorias de O’Leary, tomo XV, p. 416). En el Ejército Libertador había entonces un Subteniente Toribio Arias, pero no hemos logrado precisar si se trata de él o de otro.

[38] Escrito claramente "la" en vez de "las". Corregimos el evidente error del copista.

[39] Acerca de esa infundada opinión, que corrió entonces como válida, véase el estudio de Manuel Landaeta Rosales citado en la nota 4 ut supra.

[40] Alude, naturalmente, al Congreso Constituyente de 1811.

[41] Se había empezado a escribir: "todos los privileg(ios)" y se arregló sobre el mismo escrito.

[42] Testado: "y".

[43] Repetida la palabra "el" en la copia.

[44] Se lee claramente: "cargaría a", acaso por error.

[45] Testado: "sacrificaréis".

[46] Se había escrito primeramente: "sois incapaces", que fue testado y se interlineó: "pues, lo perseguiréis".

[47] Por error se había repetido la palabra "destrucción", que fue arreglada para leer "destructor".

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