Excmo. señor Presidente del Congreso en comisión, ciudadano Juan Marimón.
Por un extraordinario de Cúcuta [1] acabo de recibir noticias del interior y tengo el honor de incluir a V.E. una carta particular del General Urdaneta [2].
Es indubitable, a lo menos, que los enemigos han ocupado a Casanare [3], y V.E., que acaba de venir del interior, sabe muy bien si hay algunos obstáculos invencibles desde Pore [4] a Sogamoso [5], o a Suata [6], y de aquí a Tunja [7] o Santa fé [8].
Soldados valientes, bien armados y disciplinados, podrán solos contener al enemigo, y ¿dónde los hay? Si retrograda el General Urdaneta, las Provincias de Pamplona [9] y del Socorro [10] son perdidas, y además su ejército no está bien armado.
V.E. sabe que ha sido necesario disponer de casi todo el armamento que había en Santa fé, y el de Antioquia [11] ha marchado al Sur, de modo que no hay otra esperanza que la de algunas armas que puedan llevarse de Cartagena. ¿Rehusará Cartagena darlas? ¿verá con indiferencia el oprobio y la esclavitud de sus hermanos granadinos?
Vea V.E. el estado presente de la cuestión. Si se hubiese asentido a la entrevista por que tanto he instado, V.E. y todos habríamos convenido en que: Primero, no hay fuerzas en el enemigo para un ataque como el meditado por Crámer [12] y Anguiano [13]; 2°, que el ataque a Santa Marta [14] es la defensa de Cartagena; 3°, que mientras el enemigo tenga un solo punto en la Costa Firme, él no vendrá a desembarcar bajo las baterías de Cartagena; 4°, que la seguridad de Cartagena depende de la unidad de opinión en las otras Provincias; 5°, que no existiendo esta unidad es necesario procurarla a toda costa; 6°, que a ninguno importa más la seguridad de esa plaza que al que intente atacar a Santa Marta. En estas y otras mil cosas importantes habríamos convenido; pero por desgracia V.E. se ha negado a todo.
Sé que el gran obstáculo hasta ahora ha sido el temor de que estas armas se alejen demasiado. Para destruirlo hice que Revenga [15] manifestase al Gobernador [16] las instrucciones que debían ser mi guía. Después de este paso ya no quedaba otro medio que negar mi entera sumisión al Gobierno general y mi voluntad a cumplir sus órdenes. La conducta posterior del Gobernador prueba que se me ha hecho esta calumnia; pero que se me diga ¿quién ha sostenido mejor, quién ha hecho obedecer mejor que yo la autoridad del Gobierno general?
No me hable V.E. más del estado inerme de la ciudad. A Revenga se ofreció que se me darían ochocientos fusiles, y que otra expedición de mil marcharía por la costa, ¿pido yo acaso mayor número? ¿o estaba entonces más abundante de armas la ciudad?
Yo podría hacer otras reflexiones sobre la denegación del Gobernador; mas crea V.E. que todas ellas terminarían en desdoro del Gobernador de esta Provincia, o en el que éste hace al Gobierno general. ¿Negará ese Gobernador que se usurpa a sí la soberanía del Gobierno general, en cuanto toca a la defensa de la Confederación? ¿cómo será compatible ese falso celo con las órdenes del que tiene [17] la carga de la defensa, y toda la autoridad en la materia? ¿cómo será compatible la extrema desconfianza del Gobernador con los encargos y la confianza que el Gobierno general deposita en sus agentes? El Gobernador de Cartagena desconfía más de mí, que lo que anteriormente ha desconfiado de aventureros facinerosos. ¿Es esta mi digna recompensa? ¡Qué! ¿Vale más disparar las armas contra nosotros que dárnoslas, para usarlas contra el enemigo común?
La cuestión presente es distinta: se trata de rescatar a una Provincia, o más bien, de impedir la total ruina de la Confederación. ¿Negará aún las armas ese Gobernador? ¿ignora él que esas armas no pertenecen a esta Provincia exclusivamente? ¿pensará él sostenerse cuando toda la Confederación haya sucumbido?
El puesto que ocupo en la milicia granadina, y mi interés por la América, me fuerzan a comunicar a V.E. mis reflexiones. Pero con esto termina mi deber, y V.E. puede obrar como quiera; mas obre con prudencia, y tenga presente que no son venezolanos los que mandan en Pamplona y Casanare. Me haría traición, si antes de terminar este oficio no llamase otra vez la atención de V.E. a meditar los males que causa la imprudente resistencia de Cartagena. Ayer ha hecho esa plaza una salida con la flor de sus tropas ¿cuál ha sido el resultado? La pérdida del mayor número de aquéllas; la pérdida de algunos míos; nuestro mutuo exterminio y el regocijo de los españoles. ¿Es esto lo que conviene a la Nueva Granada? ¿Es exterminándonos que nos preparamos a la defensa común? ¿Se aumenta la cantidad de armas y municiones de Cartagena consumiéndolas sobre mis tropas?
Convénzase V.E. de que los fuertes pechos y no las murallas son la verdadera defensa de una plaza; ésa tiene más cañones que yo fusiles, y cinco veces más fusiles que yo soldados; ¿y qué ventajas ha obtenido de tan copioso armamento? La derrota dondequiera que han salido a provocarnos.
Si es posible todavía esperar reconciliación, yo suplico a V.E. que se esfuerce por ella. Unámonos de buena fe; y amigos, vamos a encontrar a nuestros opresores; vamos a destruirlos o morir con gloria. De los prisioneros que se hicieron en Pasa-caballos [18], uno se resiste a volver a esa plaza, otro que no es militar prefiere irse al Tolú [19]; los demás vuelven con este pliego.
Dios, etc.
Cuartel General de la Popa, abril 4 de 1815.—5°.
Excmo. señor
SIMÓN BOLÍVAR.
Es copia
B[riceño] Méndez , Secretario
* De copia de época coetánea. En el Archivo del Libertador, Vol. 22, folios 157-161, se conservan cinco fojas de copias de comunicaciones cruzadas entre el Libertador y Juan Marimón, como Presidente del Congreso en comisión, escritos todos de letra de Briceño Méndez, quien además los autentica al pie con su firma y rúbrica autógrafas. El documento reproducido consta en los folios 157V°-158 y v°, encabezado con el rubro de: "Otro [Oficio] del mismo al mismo", o sea, según la referencia al documento precedente, de Bolívar a Marimón. O’Leary, Memorias, XIV, pp. 178-180, dice haberlo tomado del original, que no ha podido ser examinado por la Comisión Editora.