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DOCUMENTO 1257. COMUNICACIÓN DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL PRESIDENTE DEL GOBIERNO GENERAL, FECHADA EN EL CUARTEL GENERAL DE TURBACO EL 26 DE MARZO DE 1815, CON AMPLIA Y RAZONADA EXPOSICIÓN DE TODO LO ACAECIDO EN RELACIÓN AL GOBIER­NO DE CARTAGENA, Y SOMETIENDO SU RENUNCIA A LA DE­CISIÓN DEL GOBIERNO GENERAL*

Excmo. señor Presidente [1] del Gobierno general de la Nueva Granada.

Excmo. señor:

Oprimido del más profundo dolor tomo la pluma para participar a V.E. que la medida de los males de la República se ha colmado, y que el imperio de las pasiones ha preponderado, hollando los deberes más sagrados, los intereses más caros y los vínculos más tiernos. Todo se ha pospuesto a la ambición del Brigadier Castillo [2], a la ineptitud del Gobernador Amador [3], y a la debilidad del señor Marimón [4]

V.E. estará ya instruido por mis anteriores comunicaciones de la deferencia que he prestado al Gobierno de Cartagena y sus Direc­tores. No hay género de ofertas amistosas que yo no haya hecho a mis más encarnizados enemigos, y no hay género de ultrajes que ellos no me hayan retribuido por este desprendimiento. Por com­placerlos he perdido en Mompox más de un mes, más de setecien­tos hombres, y más de cuarenta mil pesos. Por ganarles su confian­za, he ofrecido mi amistad a los mismos que me han deshonrado a la faz del mundo, y he mostrado una moderación y un sufrimien­to el más estoico. Se me ha burlado de todos modos, y yo he parecido no conocerlo.

Se me ha temido, y yo he procurado inspirar confianza. Por úl­timo se me ha proscripto; se afecta que sólo yo les soy odioso; les propongo, pues, dejar el mando del ejército y retirarme a las co­lonias para salvar así a mis compañeros de armas de la ruina que les amenaza por estas disensiones, negándoles los auxilios que han menester para continuar su carrera. La respuesta a esta generosa resolución es admitir mi dimisión, y negar de nuevo los auxilios, sin que mi separación animase a Cartagena a cumplir con las órdenes de V.E.

Se dice que con las armas y municiones que hay en la línea, se puede emprender la expedición a que V.E. me ha destinado. Calcu­le V.E. si esto puede ser cierto por estos datos. Castillo vino a ata­car a Cartagena con un ejército de mil y doscientos fusileros, y para ello trajo cuanto pudiera necesitarse para un largo sitio; de este ejército no ha vuelto nada al Magdalena. Un buque cargado de municiones y de armas, tomó de la línea novecientos quintales de pólvora elaborada, y según dicen, ochocientos fusiles poco más o menos, pero supongamos que sólo son cuatrocientos como ellos afirman. El resto de las armas y municiones quedó en absoluto abandono, y en [5] fin, se destruyó casi todo, para que no pudiésemos aprovecharnos de nada. Es cierto que hemos hallado ciento cinco mil cartuchos, setenta y cinco quintales de pólvora, trescientos se­senta fusiles buenos y otros tantos inútiles. Este parque no es su­ficiente para hacer la campaña que V.E. desea.

Además, sabemos que se nos hostiliza con tanto encarnizamiento que no debemos esperar más que persecuciones en lugar de auxilios, si dejamos a Cartagena en la actitud [6] que ha tomado. Nuestro ejér­cito sería infaliblemente destruido por la intriga y por la carencia de todo; el pase a la Provincia enemiga sería para nosotros el de­creto de muerte del ejército y la elevación de Cartagena a una potencia independiente del Gobierno general. Si temiéndolo todo, todo se rehusa, ¿qué se haría cuando el Gobierno no tuviese fuer­zas, con que reducir al deber a esa facción? Aquí hay un proyecto evidentemente probado, no sólo de independencia, sino de insu­rrección, aspiraciones al capitalismo [7] de la Nueva Granada, al monopolismo del comercio general, y a composición [8] en todo evento con los españoles. Cortés [9], Anguiano [10], Eslaba [11], Palacios [12], jefes militares y españoles, dirigen la máquina. Amador [13] ha sido siem­pre conocido por godo; pero yo puedo asegurar que por lo menos es muy indiferente, y que todos sus hermanos son muy enemigos. Castillo es capaz de todo, todo, todo; no concibo criatura más vil en la tierra. Una gran parte del pueblo de Cartagena es aristócrata, y el bajo pueblo es tan cuitado que a todo se presta.

Los actos de felonía que se acaban de practicar, son de tal na­turaleza que se deben temer cuantos crímenes son imaginables. A los pueblos se les ha ordenado resistirnos o fugarse; a las tropas, batirse y defender el terreno palmo a palmo. Se ha convidado a los militares que no quisiesen combatir contra nosotros, a salir de la ciudad, y cuando han ido a buscar pasaportes, los han llevado a calabozos inmundos, y los han cargado de grillos. Se ha prendido a cuantos buenos patriotas y venezolanos había en la ciudad; sólo el Comandante Mariano Montilla [14] ha continuado en la facción. El mismo Gual [15] se ha desgraciado, después de haberles abierto las puertas. Se han envenenado las aguas, y tan cierto es este hecho que el mismo Castillo se lo ha confesado al Comandante Tomás Montilla [16]. Se me ha proscripto en español, francés e inglés, para que todas las naciones entiendan la proscripción. Tantas iniquida­des se han cometido antes que yo haya dado un paso de hostilidad contra Cartagena.

El Gobierno se ha alterado de modo que en Persia sería mons­truoso. Amador es Dictador, y él ha delegado esta autoridad dic­tatorial en Castillo, para que la ejerza militarmente, y en una co­misión de salud pública, compuesta de tres miembros; que cada uno la ejerce sin limitación alguna. Así, hay en Cartagena cinco Dictadores, uno de ellos tan godo como Alarico, este es el señor Ayos [17]; otro tan imbécil como Juan Narváez [18]; y otro tan apático como el señor García Toledo [19]. Podemos hacer mención de otro nuevo Dictador, que es el señor Marimón [20], que según las órdenes que me da, tiene facultades ilimitadas, aunque en una carta par­ticular él me confiesa que no las tiene. Este Dictador es sólo para mí; pero no para Cartagena, donde no se hace caso de él, y lo han tomado como un testaferro, para hacerlo obrar a su antojo, aparentando un gran respeto por su autoridad.

Yo previ desde el principio que las cosas llegarían a este estado, si una autoridad respetable, y con un carácter capaz de sobreponerse a todos los sucesos, no venía a transigir las crueles disensiones que se han suscitado en esta desgraciada ciudad. El señor Marimón no ha hecho nada por el ejército, y su pusilanimidad ha escandalizado a estos pueblos, y ha hecho concebir de mí una idea muy desven­tajosa. Sin embargo, yo he sido recibido admirablemente por todo el mundo, y con mi presencia ha desaparecido la ilusión y se ha probado que nunca me han temido y mucho menos odiado; y tam­bién está probado que los intrigantes de Cartagena solos han pro­ducido la alarma.

La extremidad a que nos vemos reducidos, expuestos a perder el ejército infaliblemente por las pestes de viruelas y calenturas; por la falta de recursos pecuniarios, que tendremos dentro de pocos días; por las deserciones y por las intrigas que desalientan a los más fervorosos defensores de la República; en esta extremidad, digo, me resolví a dejar el mando del ejército, para que se le auxiliase estando a las órdenes de otro General. Venida la contestación, con­voqué una junta de guerra, que se instruyó de los antecedentes por la lectura de los documentos originales; hice renuncia del mando como lo ordena el señor Marimón. El General Palacios [21], que de­bía sucederme, se denegó fuertemente, y los demás Jefes siguieron haciendo lo mismo; pero de un modo, que me causa rubor refe­rirlo. Unos me improperaban, porque había pensado abandonarlos; otros decían que no quedaría un soldado en el ejército; y unánimemente fueron de opinión que la República y el ejército iban a perecer, si no se atacaba a Cartagena, que desobedece y ultraja al Gobierno, y a los Generales y tropas que los [sic] sirven. La Acta [22] se celebró expresando que se diese parte a V.E., para que se dignase aprobarla, y se ordenó al Secretario que dirigiese la acta original, como lo hace por esta vía. Yo me he conformado con la determinación de la junta de gue­rra, por hallarme autorizado por la orden reservada que me dio V.E. para obrar según las circunstancias, en el caso que no se obedeciese al Gobierno general, como ha sucedido en efecto; y porque V.E. me ordena últimamente que acelere mis marchas contra Santa Marta, orden que no podrá ejecutarse, si el Gobierno de Cartagena no se reduce a su deber. Yo me he creído obligado a tomar esta medida hostil, para salvar el ejército de una completa destrucción, y para conservar al Gobierno los medios coercitivos de someter a las Provincias disidentes a las leyes constitutivas de la República. Yo protesto que en mi conciencia hallo que debo a mis compañeros, al Gobierno, y a la libertad de la América, la adopción de esta medida.

Ninguna pasión humana dirige en esta oportunidad mi conducta. Arrastrado por el imperio del deber voy a combatir contra mis her­manos. Mi hermana [23] será la primera víctima; otros parientes [24]tengo en la ciudad; se me ha amenazado con su exterminio; pero un verdadero republicano no tiene otra familia que la de la patria. Juro por mi honor, que no volveré a encontrarme en otra guerra civil, porque he jurado en mi corazón no volver a servir más en la Nueva Granada, donde se trata a sus libertadores como a tiranos, y donde se infama impíamente al honor y a la virtud. He contri­buido por el establecimiento del Gobierno general en cuanto he podido; este será el último sacrificio que haga por su estabilidad. Bástame haber manchado mis armas por dos veces con la sangre de mis hermanos; yo no las deshonraré una tercera.

Ruego, pues, rendidamente a V.E. se sirva nombrar un General para este ejército; bien persuadido, que estoy más pronto a subir al cadalso, que a continuar mandando.

Gracia que imploro con el mayor respeto y sumisión.

Dios guarde a V.E. muchos años.

Cuartel General de Turbaco, marzo 26 de 1815.—5°.

Excmo. señor

SIMÓN BOLÍVAR.

[Nota al margen:] Santa fé, 30 de abril de 1815. A lo acordado en esta fecha.

* Del original. Archivo del Libertador, Vol. 22, folios 147-150. La fir­ma y rúbrica de Bolívar son autógrafas y el resto del documento es de letra de Pedro Briceño Méndez. La nota marginal es de amanuense no iden­tificado. Acerca del destinatario, debe observarse lo siguiente: El cronista José María Caballero anota en su Diario que el 28 de marzo, en Bogotá, "se recibió de Presidente del Gobierno General al señor doctor José Miguel Pey". Sin embargo, como se sabe también que el Presidente en propiedad, Manuel Rodríguez Torices, se dirigía por esos días a Bogotá, procedente de Cartagena, para encargarse de la Presidencia del Triunvirato Ejecutivo, es posible que le correspondiese ya a él recibir esta comunicación del Libertador.

Notas

[1] Testado: "y miembros".

[2] Manuel del Castillo y Rada.

[3] Juan de Dios Amador.

[4] Juan Marimón.

[5] Se duplicó la preposición, sin duda por error.

[6] Se había escrito primero "aptitud" y luego se corrigió poniendo la "c" sobre la "p".

[7] En el sentido de capitalidad, de ser la capital.

[8] Es decir, arreglo, acomodo.

[9] Manuel Cortés Campomanes.

[10] Manuel Anguiano. Militar español, nacido en Oran (África) que combatió por la causa de la independencia, a la cual se unió desde 1810 en Cartagena, donde se hallaba en guarnición. Era Coronel de Ingenieros, y más tarde fue hecho Brigadier. Fue uno de los defensores de la plaza con­tra las fuerzas del General Morillo. Apresado por los realistas en diciembre de 1815, fue fusilado en Cartagena en febrero de 1816.

[11] Juan Nepomuceno Eslava. Mariño español, al servicio de la inde­pendencia. Emigró de Cartagena en diciembre de 1815, y fue a morir de enfermedad o mengua en la costa de Los Cayos de San Luis. Era, en esa época, Comandante General de la Marina del Estado de Cartagena.

[12] Es posible que se refiera al Coronel Braulio (¿o Basilio?) Palacios Urquijo, quien se hallaba activo en las filas patriotas por esas fechas en Cartagena. Sin embargo, debe observarse que Bolívar tenía por español al Palacios que menciona, mientras que en el “Diccionario Biográfico y Bibliográfico de Colombia” de Joaquín Ospina (Bogotá, 1939), tomo III, p. 212, se dice de Braulio Palacios que "su país natal era Cartagena". Otros ofi­ciales había entonces en la plaza que llevaban ese apellido: entre ellos, el Capitán José María Palacios, quien pocos meses después, durante el sitio, figuró entre los defensores del Castillo de San Felipe. En todo caso, por el contexto, es indudable que Bolívar no puede referirse aquí al General Flo­rencio Palacios, uno de los Jefes de su propio Ejército.

[13] Juan de Dios Amador. Entre sus hermanos, a los que Bolívar alud figuraba el militar patriota cartagenero Martín Amador.

[14] Sobre Mariano Montilla, véase la nota principal del Doc. N° 101, en la Correspondencia Personal.

[15] Pedro Gual. Véase la nota principal del Doc. N° 1.202.

[16] Sobre Tomás Montilla, véase la nota 1 del Doc. N° 1.202.

[17] El prócer cartagenero Antonio José de Ayos y Necolalde (1770?-1816) abogado de la Audiencia de Santa Fe. Durante el período virreinal ocupó importantes posiciones, como la de Teniente de Gobernador y audi­tor de Guerra de la Provincia de Santa Marta. Se mostró desde el comienzo decidido partidario de la Independencia de su ciudad natal, siendo uno de los miembros más conspicuos de la Junta de 1811. Participó en la defensa de la ciudad frente a las fuerzas del General Morillo en 1815. Apresado a fines de ese año, fue condenado a muerte y ejecutado en febrero de 1816.

[18] Juan Salvador de Narváez. Véanse las notas 5 del Doc. N° 114 y principal del Doc. 191, en la Correspondencia Oficial.

[19] El prócer cartagenero José María García de Toledo. Véase la nota 1 del Doc. N° 1.215.

[20] Juan Marimón.

[21] En el original se lee "Palacio". Se trata aquí, indudablemente, del General venezolano Florencio Palacios. Véase la nota 3 del Doc. N° 943.

[22] Es el Doc. N° 1.255.

[23] Se refiere a Juana Bolívar Palacios. Véase la nota principal del do­cumento N° 83 en la Correspondencia Personal.

[24] Es difícil decir con precisión de quiénes podría tratarse. Tal vez esté relacionada con esto la carta de Bolívar a Gertrudis Toro fechada en Kingston a fines de julio de 1815. Véase al respecto el Doc. N° 72 en la Correspondencia Personal.

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