Cartagena, 18 de julio de 1827.
Al Exmo. Señor General en Jefe José Antonio Páez.
Mi Querido General:
El oficio de Revenga instruirá a Vd. oficialmente de las últimas noticias de Bogotá y mi resolución. Creo casi innecesario entrar ahora en el pormenor de las circunstancias y las perfidias e iniquidades de la facción de Bogotá, porque Vd. las conoce mejor que nadie y las odia como todos: ¿quién lo puede dudar? El decreto de que habla la comunicación es arrancado por la mano de Santander, que no tiene otra mira que la de destruir a Venezuela y que perezcamos bajo de sus ruinas; allí no se da un paso que no tenga este objeto; el que no es enemigo mío y de Vd., lo es de la patria, se le persigue y se le insulta; las facciones del Sur son ángeles y hasta las agresiones del Perú son aplaudidas porque consideran que me ofenden, sin acordarse que el daño es para ellos y no para mí.
La gran convención, que podía únicamente calmar las agitaciones políticas, es olvidada porque yo la prometí. Los departamentos casi todos de la república la han pedido y, sin embargo, la desechan. Yo, pues, marcho dentro de pocos días a Ocaña llevando algunos cuerpos de este departamento, y le digo a Urdaneta que también se acerque con los suyos. Vd., por su parte, debe acercar algunos cuerpos a Maracaibo y ponerlos a las órdenes del general Urdaneta, que debe disponer de ellos conforme a mis instrucciones.
Procure Vd. que marchen lo mejor provistos que sea posible y en tren de entrar en campaña; dejo a discreción de Vd. la elección de sus cuerpos, pero su número no debe bajar de 2.000 hombres, infantes y muy pocos caballos.
La guarnición que queda en esta ciudad será muy débil y, por lo mismo, debe Vd. enviar aquí por mar 500 venezolanos del Oriente. Estas disposiciones, mi querido general, deben llenarse por parte de Vd. a la mayor brevedad, pues no tenemos tiempo que perder. Los 500 hombres deben venir organizados con oficiales y todo lo necesario.
Vd. no debe perder tiempo en aumentar las fuerzas de Venezuela a 6.000 hombres, por los motivos que indico, y a fin de sostener a todo trance los decretos que he dado en bien de nuestra patria nativa. En esta misma ocasión le escribo a Mendoza instándole que se ponga en armonía con las órdenes que recibe Vd. en esta ocasión, a fin de que se cumplan eficazmente.
Yo no creo que él le niegue su cooperación cuando se trata del bien de Venezuela; de la seguridad de su patria, y cuando mi objeto no es otro que el que se convoque la gran convención que han pedido los pueblos.
Cartagena está animada de los mejores sentimientos con respecto a mí; Montilla se ha portado como un dios, y las tropas que se hallanaquí están prontas a marchar donde quiera. En el Ecuador sucede lo mismo: las autoridades y el pueblo están por las reformas y con su opinión y energía han anulado las pérfidas intenciones de Bustamante. Sin embargo, no por eso están tranquilos.
Sucre ha mandado un batallón a Guayaquil que ha infundido respeto a los revolucionarios de allí. Se asegura por cartas que este general se halla en Puno, que es territorio del Perú, y había dado una proclama fuerte y enérgica. En fin, mi querido general, aquello es un caos que sólo yo podré desenredar, pero no a cuerpo desnudo. Memorias a los amigos y créame Vd. afectísimo de corazón.
BOLÍVAR.
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