Caracas, 18 de abril de 1827.
EXMO. SEÑOR GENERAL RAFAEL URDANETA.
Mi Querido General:
Ayer he recibido cartas de Bogotá en que me dicen que no admiten mi renuncia los del congreso. El mismo Baralt escribe de oficio que sus votos al cielo son para que el congreso no admita la renuncia.
Santander me escribe una larga carta de dos pliegos excusándose de sus perfidias y dándome seguridades de su amistad. Pepe París, el enviado de Inglaterra, el cónsul inglés, aseguran todos, que, aunque hay un partido contra mí, no admitirán mi renuncia y debo ir a ponerme a la cabeza del gobierno. ¿Qué haré yo a la cabeza de ese gobierno? Mientras parto de aquí se pierde Venezuela otra vez y me hallo en la Nueva Granada arreglando un país sembrado de enemigos, y abandonando al infortunio mi desgraciado suelo. Yo deseo con ardor ir hasta Lima misma a castigar a esos perversos. Presumo que triunfaría de todos mis enemigos con más facilidad que nunca.
Yo arreglaría todo a mi modo para que se volviese a perder luego que volviese la espalda, y cuando yo volviera a Venezuela estaría esto en peor estado que nunca, porque ya el país no está para mayores ruinas. Vd. sabe que yo ahora no tengo elección para dejar mis tenientes. El de Bogotá está señalado y el de Venezuela también. Por consiguiente, me expondré a mayores perfidias. La de Lima pasa todas las exageraciones: es un horror que no acabo de concebir. Si yo fuera un héroe y no un ciudadano, me presentaría en Lima como caído del cielo a dar la muerte a aquellos miserables con mi súbita presencia. Crea Vd. que aquel ejército me adora y que Sucre habrá hecho su deber en Bolivia con las tropas que tiene a sus órdenes. Es imposible que mil reacciones no destruyan aquella obra de la iniquidad y mi venganza la han de ejecutar mis propios enemigos. Del Perú a Colombia se ha de encender un inmenso volcán de pasiones y se han de consumir todos nuestros elementos en sus llamas. Entonces verán si yo era la causa de la desdicha pública, si yo soy el culpable y si yo era perjudicial a la república como dicen. Entonces se verá si la administración de Santander había sembrado todas las semillas del crimen y del mal. Yo no pienso más que en salvar a Venezuela. Si lo logro habré hecho demasiado.
Repito a Vd. una y mil veces que tenga mucho cuidado con sus vecinos los granadinos. En Bogotá se han quitado la máscara y aplauden los crímenes más atroces. Así no debemos extrañar nada por esa parte.
Lo que más siento es que estamos tan pobres que no puedo auxiliar a Vd. con dinero. Si Vd. no tiene con que mantener sus tropas, puede Vd. mandar una parte de ellas al departamento del Orinoco donde el coronel Blanco; pero póngale Vd. oficiales y jefes de confianza para que no se pasen.
Escríbame Vd. largo sobre todo y consúlteme lo que quiera. Soy de Vd. y póngame a los pies de la señora.
BOLÍVAR.
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