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DOCUMENTO 985. DEL BORRADOR O.C.B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL PRESIDENTE DEL CONSEJO DE GOBIERNO J. HIPOLITO UNANUE. FECHADA EL 10 DE NOVIEMBRE SE 1825, DISPENSANDO SU AUSENCIA EN LA INSTALACIÓN DEL CONGRESO DEL PERÚ Y SOLICITANDO EL RECONOCIEMIENTO DE BOLIVIA COMO NACIÓN.

Chuquisaca, 10 de noviembre de 1825.

Al Exmo. Señor J. Hipólito Unanúe, Presidente del Consejo de Gobierno.

Mi querido Presidente:

El 3 del corriente llegué a esta ciudad, adonde me llamaban asuntos de la mayor importancia. La asamblea de Chuquisaca acababa de disolverse y me era preciso venir a cumplir con sus deseos, con los del pueblo y también con los intereses de casi toda la América del Sur, muy particularmente los del Perú y Colombia, que, en cierto modo, se han fijado en esta tierra. Aquel cuerpo ha querido que yo trace la forma de su gobierno y le presente la constitución que debe gobernarlos. Me ha parecido pues que estos objetos son muy dignos de ocupar, si posible fuese, mi exclusiva atención, mientras que mi presencia en el Bajo Perú no es tan necesaria como inmensa es la gratitud que une mi corazón a la república de mi nombre: así, mi querido Presidente,Vd. no debe contar conmigo en Lima por algún tiempo; y el congreso general ya convocado puede instalarse sin que yo sea necesario para esta ceremonia, que Vd. o el general La Mar pueden presidir. Estoy cierto que todo se hará como es de esperarse, con orden y con tranquilidad. Vd. debe saber, que a mí no me es permitido proclamar la independencia de este país, mientras que el congreso del Perú no haya declarado espontánea y solemnemente que renuncia a todos los derechos que haya tenido y tenga sobre estas provincias, y que no se opone a que se declaren libres y soberanas. Sin este fíat, mi querido Presidente, yo no puedo determinarme a dar este paso, porque parecería una falta de respeto a la nación, que ha contribuido tan poderosamente a la libertad de este país. El principal objeto que me propongo al dirigirle ésta carta es invitar a Vd. a que empeñe todo su influjo para con los ministros y para con sus amigos en el congreso, a fin de que el primer acto de este cuerpo sea el que he indicado a Vd. y sin el cual nada habrá hecho el Perú, ni yo en favor de un país que está destinado a ser el monumento de su desprendimiento y de su generosidad. ¡Qué gloria para el congreso, para el Perú y para Vd., confirmar la soberanía de un estado nacido en los campos de Junín y Ayacucho, bautizado con la sangre de sus soldados e hijo de su libertad y de su gloria¡ Ciertamente, que esta será la más bella página de nuestra historia. Yo no puedo persuadirme que en el congreso haya la más pequeña oposición a un acto tan grandioso, tan justo; a un acto que inmortaliza al que lo ejecuta y al que lo recibe. Para empeñar en cuanto sea posible al congreso, ésta será la primera y única súplica que le haré; al felicitar al Perú por la instalación de su primer congreso general yo le diré que nada pido para mi, y que si quieren recompensar con exceso mis servicios a la patria, el reconocimiento de la de mi nombre es mi único galardón. Vd. no habrá dejado de observar que la parte que debía oponerse más que ninguna otra a la independencia de este país, es la que casi lo invitaba a hacerlo, y sus enviados, ahora presentes, no han tenido embarazo en decirme que Buenos Aires lo deseaba, y que reconocería la república de Bolívar. ¿Y será posible que el Perú se deje vencer en generosidad? No, mi querido Presidente, no: esto no puede suceder. El congreso del Perú se reúne en febrero del año entrante y el de estas provincias se instalará el 19 de abril del mismo año. El congreso del Perú, pues, tiene tiempo para hacer la declaración de que he hablado arriba, y yo también tengo tiempo para recibirla y anunciarla al mundo en un día que fue tan glorioso para Colombia: que será tan dichoso para los hijos de Bolivia e inmortal en los anales de la generosidad peruana.

Yo espero, mi querido Presidente, que Vd. tomará en consideración el contenido de esta carta.

Soy de Vd., mi querido Presidente, su afectísimo amigo.

Los últimos párrafos no existen en el borrador. Han sido tomados de la versión de la obra de Unaúe, tomo II, 420.

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