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DOCUMENTO 978. DEL ORIGINAL O.C.B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL GENERAL FRANCISCO DE PAULA SANTANDER. FECHADA EN POTOSÌ EL 27 DE OCTUBRE DE 1825, GIRANDO INSTRUCCIONES PARA LA MOVILIZACIÓN DE TROPAS Y REFERENTE A LAS REMUNERACIONES QUE LE CORRESPONDEN POR SU PARTICIPACIÓN EN EL GOBIERNO.

Potosí, 27 de octubre de 1825.

A S. E. EL GENERAL F. DE P. SANTANDER.

Mi querido general:

He recibido ayer una carta de Vd. del 21 de julio en la cual me habla Vd. muy pacíficamente de todo, como si no hubiera novedad ninguna, y, por el mismo correo, me dicen del Istmo, de Lima y de Arequipa que 10 ó 12.000 franceses habían desembarcado en La Habana y Puerto Rico. A la verdad, yo no sé que creer de esto. Por una parte me parece posible, y por otra muy difícil. También he visto una carta de Jamaica en que habla de esta expedición como una cosa positiva; también el capitán inglés de la "Isis" dijo en el Istmo en el mes de julio, que había visto desembarcar en La Habana 6.000 hombres y fusiles convoyados por buques de guerra franceses. Esto me parece no solamente natural, sino necesario, porque la España debe guarnecer La Habana. De cualquier modo que sea, Colombia puede contaron15 ó 20.000 hombres del Sur. Y desde luego dé Vd. las órdenes que guste al general Salom y al general Lara, que tienen 5 ó 6.000 colombianos a sus órdenes, para que los lleven a donde seas convenientes y necesarios. Ahora mismo doy orden al general Salom para que mande al istmo 1.400 hombres de los que tiene a sus órdenes en Lima, sin esperar a que se rinda el Callao para que estas tropas sirvan en el Istmo, o donde convenga» para la defensa y guarnición del país. Con estos 1.400 hombres se completan los primeros 3.000 que deben volver a Colombia, y de los cuales he hablado a Vd. hace muchos meses. Mucho celebro que Vd. haya dado órdenes para que tenga en el Istmo los trasportes necesarios para llevar estos 3.000 hombres. Repetiré siempre que lo primero que se debe hacer ante todo es mandar buques al Istmo oportunamente, pues, de otro modo, todas las tropas perecen allí. Tenga Vd. entendido que el batallón de Junín, que estará ya en el Istmo, debe ir o a Mérida o a los altos de Caracas, para que no perezca todo si lo ponen en alguna costa, o en Turbaco, o en Trujillo. El batallón del Callao puede resistir más bien esos climas calientes porque acaba de salir del sitio del Callao. Además, es un excelente batallón, porque está muy acostumbrado al fuego. Lo que Vd. me dice de la presidencia y vicepresidente tiene de bueno y de malo: de bueno, el que generalmente se piensa en Vd, y de malo, el que lo estén ultrajando por causa de la ambición de esos señores. Vd. me consulta sobre este negocio, y mi respuesta es muy sencilla: que, de todos modos, debe Vd. quedar en la presidencia, porque si no la patria so pierde, y yo no vuelvo a Colombia, pues jamás, jamás ejerceré la presidencia de Colombia, y mucho menos de otro país. Estas palabras son irrevocables como las del destino.

Mucho me alegro de que la república esté prosperando asombrosamente en el curso del año: era de esperarse. Me alegro también mucho de que los Estados Unidos no entren en la federación, y siento infinito de que en todo julio no haya Vd. mandado los diputados al Istmo, después que me convidó para mandar los del Perú en junio: esto no hará buen efecto en los que han cumplido su palabra. La secretaría general manda a Vd. una carta reservada del señor Funes, por la cual verá Vd. la diferencia que hay entre las miras del gobierno de Buenos Aires y las pretensiones de sus plenipotenciarios. Este embrollo lo llaman política y, por lo mismo, también yo me manejaré con política. Esta frase dice a Vd. todo lo que puede decirse en el caso, y en los casos ocurrentes. El tratado de amistad y comercio entre Inglaterra y Colombia tiene la igualdad de un peso que tuviera de una parte oro y de la otra plomo. Vendidas estas dos cantidades veríamos si eran iguales. La diferencia que resultara, sería la igualdad necesaria que existe entre un fuerte y un débil. Este es el caso; y caso que no podemos evitar. El tratado de Buenas Aires me hizo reír, y, por lo mismo, nada diré en su favor. He leído el oficio a Gual del cónsul francés. Es el colmo de la insolencia. Me parece que este paso y los otros de los oficiales de marina franceses son verdaderos [ilegible]scarruidos. Diré a Vd. de mi sueldo lo que me pregunta. Desde que salí de Bogotá hasta Guayaquil, recibía dos mil cuatrocientos pesos al mes, porque dejaba seiscientos pesos para pagar las pensiones de Bogotá. Después que mandé dar dinero a París por mi cuenta, tomé solamente dos mil pesos al mes hasta que me nombraron dictador en el Perú. En las cajas de Guayaquil consta esto. El presidente de Colombia no debía estar a sueldo del Perú, y si hay dificultad por estas mesadas mande Vd. que me las carguen por mis sueldos atrasados. Todas ellas no montan a diez y seis mil pesos, y esta miseria no vale la pena de una contradicción, pues yo dije al Perú que mi gobierno lo pagaba y, por lo mismo, no quise recibir los cincuenta mil pesos, que me los dieron. Me alegro mucho de lo que Vd. me dice de Padilla, este es el hombre más importante de Colombia y lo quiero mucho por sus servicios, y por la adhesión que me tiene: Dios le conserve este sentimiento. La carta de nuestro agente en París me ha gustado mucho, pero la mala fe de aquel gobierno me pone de acuerdo con las sospechas de Hurtado, y los movimientos de los franceses me confirman en este sentimiento, y también lo que Vd. me dice de la obstinación del gobierno español. A todo respondo que tenemos 20.000 hombres en el Sur, capaces de destruir a los franceses y a los españoles juntos.

Soy de Vd. de corazón.

Bolívar.

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