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DOCUMENTO 298 . PROCLAMA DE BOLÍVAR FECHADA EN CARACAS EL 11 DE AGOSTO DE 1813 DIRIGIDA A LOS VENEZOLANOS, EXCITÁNDOLES AL SOSTENIMIENTO DE LA GUERRA CON SUS BIENES Y PERSONAS.*

SIMÓN BOLÍVAR,

Brigadier de la Unión, y General en Jefe del Ejército Libertador de Venezuela, etc., etc.

No obstante de que me hallo íntimamente convencido de que los ciudadanos y demás habitantes de los Estados de Venezuela lo es­tarán igualmente de que mientras no alejemos de nuestro suelo hasta más allá del Océano a nuestros opresores enemigos que lo ocupan como errantes y criminales aventureros, fascinando y pre­ocupando la sinceridad y candor de los campesinos incautos para for­mar con sus pechos el baluarte de su iniquidad, y hacernos con ellos mismos la guerra más atroz como hasta aquí; no podremos for­mar un Gobierno estable y permanente, consolidar nuestra independencia, ni cantar la victoria, pues en tanto nuestras armas ven­cedoras es indispensable subsistan en continua agitación hasta lo­grar por entero el triunfo tan deseado; quiero recordároslo con la sinceridad que me es característica, añadiéndoos que si todos, todos no contribuís eficazmente a tan sagrados fines, cada cual con lo que permitan sus facultades y circunstancias, nuestra lucha puede dilatarse, aunque jamás entorpecerse ni anonadarse; pues tengo jurado, y mis heroicas tropas, morir antes que sucumbir por un solo instante a la tiranía española; pero como esto solo no basta para sostener el propósito, pues sin auxilios y socorros oportunos nada podrá hacerse, espero que mis conciudadanos franca y gene­rosamente se prestarán gustosos a proporcionarlos, ya por ser uno de sus imprescindibles deberes, ya por no degradarse del alto rango a que la Providencia los ha elevado, y ya por imitar el asombroso ejemplo que la Nueva Granada y todos los pueblos del tránsito a esta capital han dado en nuestras tropas vencedoras, a las cuales nada les ha faltado para su subsistencia y lucha. Por lo que, y siendo tanto mayor el interés de los caraqueños estimulado de un honor incuestionable el más acrisolado, espero que calificándolo más y más en las presentes circunstancias, lisonjearán mis clamo­res de un modo que deje satisfecha para siempre su opinión pública.

Ya se han dejado ver los rasgos del patriotismo bien cimentado en los heroicos corazones de muchos ciudadanos, unos que en per­sona se me han presentado a hacer demostraciones efectivas; pero de tal calidad que me han edificado y entusiasmado en términos que estoy persuadido que ni la España entera, que desplegase contra vosotros, sería bastante a arrollarnos. Confieso, sin embargo, que no todos podrán hacer a su patria presentes tan lisonjeros, y que sobrando a muchos el deseo les sobrecogerá la pequeñez del exhibo. Conozco muy bien este grave inconveniente y conozco también que aunque otros no lo tengan lo dificultarán por no haber persona encargada de esta recaudación. Por tanto, he resuelto nombrar, como nombro, para que ante ellos se haga, a los cuatro corregi­dores recientemente electos, que diaria y nocturnamente se presta­rán a cuantos ocurran con sus donativos, sean cuales fueren, pues no está ceñida mi esperanza a sólo el metálico sonante, sino a cuan­tos artículos sean necesarios para la guerra; en el supuesto de que el que no quiera que suene su nombre será reservado, y al que im­porte acreditar en todo tiempo sus servicios, se le entregará un comprobante que lo califique. Con todos hablo, ciudadanos; a nadie exceptúo; cualesquiera demostraciones llenarán mis deseos, pues que ellas nos han de elevar a la cumbre de la gloria. Habrá padres de familia, jóvenes expertos y otras personas que no tengan con qué acreditar su decidido interés: estoy muy con­vencido de esto; pero estos mismos padres, estos mismos jóvenes tienen la puerta abierta, los unos para sus hijos, y los otros por sí, para presentarse al Gobierno, que les destinará en lo que parezca más a propósito; entendidos de que todos aquellos que se prestasen al servicio que se les destinase sin devengar los sueldos que les que­pan en las clases que se coloquen, serán sentados sus nombres en un libro que el Gobierno abre desde hoy, para que en todos tiempos conste tan heroico sacrificio e igualmente el de sus hazañas perso­nales; y para que en su posteridad se tenga con ella la consideración debida a su causante uno de los libertadores de Venezuela.

Empleados de todas rentas y estados, a vosotros también se dirigen mis encarecimientos; un año entero gemísteis bajo el fe­roz tirano yugo español, sin sueldos, oprimidos en oscuras ca­vernas, en los escombros, en las despreciables cabanas que antes abominabais, huyendo de la fiereza española. No será, pues, ex­traño partáis vuestra renta con el guerrero soldado que tan noble y generosamente pone el pecho a las balas por defender vuestra libertad civil. Dentro de los muros de una ciudad provista como ésta de cuantos mantenimientos son necesarios, de cualquier mo­do podéis proporcionar vuestra subsistencia y la de vuestra fa­milia, cubriendo las carnes con telas ordinarias en obsequio de nuestra felicidad futura y la de toda vuestra posteridad, cuya he­roicidad resonará en el mundo entero. No así el soldado; en cam­paña rompe bosques y breñas, tala montes, traspasa cimas y, en fin, se empeña en devorar o ser devorado. Finalmente, sin ali­mentos, sin vestido y sin municiones, nada podrá hacer; su sueldo ha de ser satisfecho íntegramente, sin cuyo estímulo todo se arries­ga, todo se aventura.

Ciudadanos, dad en estos momentos nuevas pruebas de vues­tra lealtad, de vuestro amor y celo, de vuestro patriotismo, si que­réis disfrutar perfectamente de la salud y libertad que os deseo, y por la que tanto anhelo.

Dado en el Cuartel General de Caracas, a 11 de agosto de 1813, 3° de la Independencia y 1° de la Guerra a Muerte.

SIMÓN BOLÍVAR.

RAFAEL MÉRIDA,

Secretario de Gracia y Justicia.

* Del texto impreso en la Colección de Documentos de Yanes-Mendoza, correspondencia personal pp. 48-54. La Comisión Editora no ha tenido a la vista el original.

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