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DOCUMENTO 6767. CARTA DE BOLÍVAR A SANTANDER, FECHADA EN PASTO EL 9 DE JUNIO DE 1822, EN LA QUE LE INFORMA POR MENORIZADAMENTE ACERCA DE LOS SUCESOS ANTERIORES Y POSTERIORES A LA CAPITULACIÓN DE PASTO.*

Pasto, 9 de junio de 1822.

A S.E. el general F. de P. Santander.

Mi querido general:

Había pensado no escribir a Vd. sino de Pasto, o del otro mundo, si las plumas no se quemaban; pero estando en Pasto tomo la pluma y escribo lleno de gozo, porque a la verdad hemos terminado la guerra con los españoles y asegurado para siempre la suerte de la república. En primer lugar, la capitulación de Pasto es una obra extraordinariamente afortunada para nosotros, porque estos hombres son los más tenaces, más obstinados, y lo peor es que su país es una cadena de precipicios donde no se puede dar un paso sin derrocarse. Cada posición es un castillo inexpugnable, y la voluntad del pueblo está contra nosotros, que habiéndoles leído públicamente aquí mi terrible intimación, exclamaban que pasaran sobre sus cadáveres; que los españoles los vendían y que preferían morir a ceder. Esto lo sé hasta por los mismos soldados nuestros que estaban aquí enfermos. Al Obispo le hicieron tiros porque aconsejaba la capitulación. El coronel García tuvo que largarse de la ciudad huyendo de igual persecución. Nuestra división está aquí, y no hace una hora que me ha pedido una guardia de Colombia, por temor de los pastusos. Hasta los niños con la mayor candidez dicen: que qué han de hacer, pero que ya son colombianitos. En este instante me lo está diciendo una niñita, pero con mucha gracia.

El coronel Zambrano está nombrado de comandante político y militar para atraer estas gentes, que, sin duda, plegarán bajo la influencia del Obispo y de los que tienen que perder. Los pastusos militares están disueltos, pero se ha mandado recoger sus armas, y Zambrano me ha ofrecido que lo conseguiremos. También los veteranos se han dispersado bastante, porque mandaron la mitad a los Pastos a contener aquel pueblo y porque, como hace más de diez días que se trata de capitulación, cada uno ha tomado su camino en medio del desconcierto general. Lo mismo digo de las armas y pertrechos y es precisamente sobre lo que más insisto yo en recoger, porque en desarmando a Pasto, ya no hay temor de nada. Los patianos son más facinerosos que estos pastusos y tenían más de quinientos fusiles que se han mandado recoger.

El coronel García se va con algunos jefes y oficiales, hasta trece, y algunos soldados y cabos, hasta quince. Todo lo demás se queda con nosotros. Este señor se ha portado muy bien en esta última circunstancia, y le debemos gratitud porque Pasto era un sepulcro nato para todas nuestras tropas. Yo estaba desesperado de triunfar y sólo por honor he vuelto a esta campaña. Tenga Vd. entendido que mi intimación fue la que produjo el efecto, pues aquí no se sabía ni se podía saber nada de la batalla de Sucre, ni se ha sabido hasta el 1º. Por lo mismo, no quiero que atribuyan a Sucre el suceso de mi capitulación: primero, porque bastante gloria le queda, y segundo, porque es verdad y muy verdad que estaban resueltos a capitular sin saber nada de Sucre; y me parece que será muy oportuno el que se haga un preámbulo en la Gaceta de nuestras glorias respectivas. Sucre tenía mayor número de tropas que yo, y menor número de enemigos; el país le era muy favorable por sus habitantes y por la naturaleza del terreno, y nosotros, por el contrario, estábamos en el infierno lidiando con los demonios. La victoria de Bombona es mucho más bella que la de Pichincha. La pérdida de ambos ha sido igual y el carácter de los jefes enemigos muy desigual. El general Sucre, el día de la acción, no sacó más ventajas que yo, y su capitulación no le ha dado mucha más ventaja que a mí, porque, a decir verdad, nosotros hemos tomado el baluarte del Sur y él se ha cogido la Capua de nuestras conquistas. Yo creo que con un poco de delicadeza se le puede hacer mucho honor a la Guardia sin deprimir la división de Sucre.

No sabemos nada de los muertos y heridos, pero deben ser muchos los jefes y oficiales, porque Sucre habla de la acción con dolor. Mucho temo la muerte de Ibarra, porque no se le ha comisionado para nada, sé que viven Morales, Urdaneta, Santa Cruz y Cestari, y Córdoba que ha venido hacia la provincia de los Pastos.

El general Torres está bien malo, ya le he mandado un cirujano: mañana lo veré en Yacuánquer, por donde pasaré con unos húsares para Quito. El general Valdés llevará la Guardia. No pienso dejar guarnición aquí, pero sí del otro lado del Guáitara. Encargue Vd. mucho a Concha que recoja todas las armas y municiones de Patía, pero que trate muy bien a esos pueblos, aunque al principio se porten mal, porque es necesario ser amable para ser amado.

Yo vuelo a Quito a ver si los bochinches del Sur cesan; lo peor es que tengo una fuerte inclinación a no dejar que se burlen de Colombia, porque es muy duro ceder después de triunfos.

Al Obispo pienso instar para que se quede en el país, porque un obispo es un personaje útil entre nosotros.

El coronel García con sus oficiales marchará por Guayaquil.

Espero que esta gente se vuelva patriota al fin, porque todos lo prometen así. Zambrano es otro Gonzalón en todo y por todo, y le gusta empuñar la caña, por lo que espero mucho de él y de sus amigos y parientes.

Querría tener tiempo para hablar a Vd. mucho, pero estoy lleno de negocios y la cabeza llena de cosas. Sucre quedará mandando en Quito y yo pasaré al Sur con las tropas, con el objeto de pacificar aquello y de tener la entrevista con San Martín. Supongo que en esta marcha militar no perderé nada, al contrario, redondearé a Colombia, según son mis deseos y deben ser las probabilidades; porque Vd. sabe que Guayaquil no es Cartagena, que se defiende con sus murallas, y porque además yo empleo más la política que la fuerza en las empresas de esta naturaleza.

Espero que Vd. nos llene una bella Gaceta de bellas cosas, porque, al fin, la libertad del Sur entero vale bien más que el motivo que inspiró aquello del «hijo primogénito de la Gloria». Se entiende por lo que respecta a Pasto, que era lo terrible y difícil de esta campaña. No puede Vd. imaginarse lo que es este país y lo que eran estos hombres; todos estamos aturdidos con ellos. Creo que si hubieran tenido jefes numantinos, Pasto habría sido otra Numancia, y con estos adiós, hasta Quito.

De Vd. su afmo. de corazón.

BOLÍVAR

P.D. — Memorias a todos los que me aman.

* De un impreso moderno. "Cartas del Libertador". (Fundación Lecuna), tomo III, págs. 229-232.

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