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DOCUMENTO 6620. CARTA DE BOLÍVAR A SANTANDER, FECHADA EN POPAYAN EL 9 DE FEBRERO DE 1822, POR LA CUAL LE DICE QUE NO SABE NADA DE SUCRE Y LE EXPONE QUE LAS ENFERMEDADES DIEZMAN AL EJERCITO DEL SUR. NO HA HABIDO TRATO CON MOURGEON. NO HAY NOTICIAS CIERTAS DEL ESTADO DE FUERZA DE LOS REALISTAS DE QUITO.*

Popayán, 9 de febrero de 1822.

A S.E. el general F. de p .santander

Mi querido general:

Ayer he recibido las agradables comunicaciones sobre Santo Domingo y Veraguas, del 29 y 30 del pasado. Mi opinión es que no debemos abandonar a los que nos proclaman, porque es burlar la buena fe de los que nos creen fuertes y generosos; y yo creo que lo mejor en política es ser grande y magnánimo. Esa misma isla puede traernos, en alguna negociación política, alguna ventaja. Perjuicio no debe traernos si le hablamos con franqueza y no nos comprometemos imprudentemente por ellos.

Si Iturbide se declara emperador es lo mejor del mundo.

Los Estados Unidos siempre han estado con esos paños calientes.

Quiera Dios que los 1.000 hombres del Istmo puedan recibir la orden que Vd. les ha mandado, y encuentren en qué embarcarse. Yo creo que los buques de Mourgeon tienen interceptada la comunicación con Guayaquil, y ojalá no cojan nuestros 600 reclutas que es todo lo que se ha podido coger después de las medidas más terribles.

Nada sé de Sucre, nada, nada, lo que me embaraza mucho para emprender la campaña, porque no sé si él me deja solo, o si me manda buques para que me embarque. Estoy noche y día en las mayores angustias, atormentando mi espíritu para sacarle los medios de realizar mi campaña, pero todo se conjura. El clima se porta admirablemente. En el Cauca nos hemos enfermado todos, todos, todos y aquí caen 64 hombres por día de una columna de 1.000 hombres. Mas me consuelan con decirme que éste es el mejor clima del Sur, y que desde aquí hasta Juanambú será peor y peor.

Si doy tiempo a que se reúnan las fuerzas nuestras, a que se disciplinen los reclutas, a que se compongan las armas, que vienen las más descompuestas, a que lleguen las municiones, que todavía no sé dónde se hallan, según los partes de Lara, a que engorden los caballos y las muías, que están flacas, matadas y estropeadas, porque nada se da sino lo peor para el estado; si espero, en fin, que la expedición se complete, tengo que esperar a formar otra que tendrá el mismo fin que la presente, porque la mayor parte de la tropa habrá pasado al hospital. Los becerros flacos que me han dado, se habrán consumido, pues que no he tenido ni tengo ganado sino para veinte días ¡y gracias! porque cuatro reses no forman una. El dinero se habrá gastado y los pastusos no entienden de robo ni de donativo, pues a D. Basilio y a sus tropas las han echado por no mantenerlas; habrá entrado el mal tiempo (porque éste es el bueno) y en el invierno dicen que se mueren todos de calentura, y no lo dudo. En estos dos días pasados han entrado al hospital 100 y pico de hombres, porque hace tres días que empezó a llover.

Si consideramos, pues, la imposibilidad que hay para realizar la expedición, si esperamos un mes más hasta que llegue Salom y se pueda marchar, es indubitable que en este mes y en el que hemos de emplear de aquí al Juanambú, nos quedamos sin víveres absolutamente, sin bagajes, y cuando más, cuando más, con la mitad de la tropa. Y si nos vamos sin esperar a nada, llegaremos del mismo modo, porque todavía el ganado no ha acabado de llegar, las bestias se están muriendo y la tropa es mucho menos que la que debemos llevar, aun sin deducir las inmensas bajas que debemos sufrir. No sé amigo si a Vd. le parecerá esto exagerado; lo que le puedo asegurar es que yo quisiera tener tanta fe en el Evangelio como tengo en esta epístola. Por más que cavilo no encuentro el modo de realizar nuestra marcha por Pasto, ni el modo de quedarnos aquí; ni el modo de embarcarnos para Guayaquil, porque yo no espero nada de esa buena gente; ni el modo de negociar con Mourgeon, a quien no le puede hacer fuerza, sino la fuerza nuestra que vea del otro lado del Juanambú.

El señor Castillo ha vuelto con nada entre dos platos, porque los faroles no tienen más que viento. Ni canjeó a nadie, ni propuso nada de lo que fue a hacer. Las noticias que trae son muy inexactas. Todo el mundo dice que Mourgeon ha traído 700 u 800 hombres, como se confirma por las noticias del Istmo: él dice que 200 solamente. Todos dicen que ha traído mil fusiles y él dice que 4.000. El comandante Obando, que mandaba las avanzadas enemigas, que acaba de pasársenos con dos oficiales y cuatro hombres, me asegura que el enemigo tiene por lo menos 3.000 fusileros y mil caballos buenos y aguerridos. Añada Vd. a esto que Mourgeon está tomando cuantas medidas dicta la desesperación.

Yo no sé que hacer si no me vienen buques para llevar siquiera 2.000 hombres a Guayaquil. Entonces sí debemos contar con un suceso probable, porque por allá todo es más fácil, hay más recursos y menos godos.

En este momento me dicen que puede haber llegado un buque al puerto. Espero algunas noticias. Adiós.

BOLÍVAR

P.D. — Con esta cuentecita creo completar el cuadro. Yo calculo que sacaré de aquí 3.000 hombres; y calculo que no me vayan al hospital más que 50 hombres diarios de los 3.000, lo que es el mínimo posible. Calculo que en sesenta días que debemos gastar de aquí a Quito mandamos no más de 3.000 hombres al hospital. ¿Con qué combatimos ¿Y los desertores que no cesan de largarse ni aun de más allá del Juanambú? Esta cuenta es palmaria.

Hasta mejor tiempo. Aún no he comido y ya tenemos 89 hombres en el hospital, de hoy solamente.

* De un impreso moderno. "Cartas del Libertador". (Fundación Lecuna), tomo III, págs. 198-200.

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