BOGOTÁ, 24 DE NOVIEMBRE DE 1826.
SEÑOR GENERAL MARIANO MONTILLA.
Mi querido general:
Por el correo de ayer he recibido una carta de Vd. que he leído con infinita satisfacción. Como dije a Vd. en mi anterior me es muy sensible no bajar a Cartagena, como lo había pensado, porque debo marchar mañana precisamente a Venezuela donde importa mi presencia más que en ninguna otra parte. Allí es donde existe la fuerza de todos los partidos y allí es donde yo debo llevar, antes que a ninguna otra parte, mis consejos y mis ideas. Estoy muy seguro de que Páez oirá con docilidad cuanto yo le diga, y aunque los papeles públicos lo deben haber exasperado en cierto modo, la marcha de Ibarra debe haberle borrado cualesquiera impresión desagradable que le hayan causado contra mi. Yo voy a Venezuela lleno de deseos de salvar aquel desgraciado país de los males que le amenazan y a consagrarme enteramente a su dicha y prosperidad. Aquella es la patria nativa; la que nos ha dado el ser.
Durante el corto tiempo que he podido permanecer en esta ciudad, no me he ocupado de otra cosa sino en presentar al gobierno las necesidades de la república e indicar aquellas mejoras que creo indispensables en este momento. Me es agradable decir a Vd. que el poder ejecutivo y sus ministros se han convencido plenamente de estas necesidades y han convenido en que es preciso que haya una reforma, y muy formal. El decreto que se ha publicado ayer me proporciona los medios de hacer mucho bien al país, y más que todo de preparar el camino a aquellas reformas que indispensablemente deben tener lugar. Sucesivamente se han tomado muchas medidas de economía en guerra y hacienda, que serán de mucho alivio y que alentarán, al menos por ahora, los clamores de los pueblos, particularmente los del Sur, cuya miseria es excesiva. Vd. será informado de todo por los decretos y papeles públicos.
BOLIVAR.
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