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DOCUMENTO 1142.—PAZ SOLDÁN, 2°, II, 74. O.C.B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL GENERAL AGUSTÍN GAMARRA, FECHADA EN LA MAGDALENA EL 30 DE JUNIO DE 1826, SOBRE EL OBISPO DEL CUZCO.

Magdalena, 30 de Junio de 1826.

SEÑOR GENERAL AGUSTÍN GAMARRA.

Mi estimado general:

El Dr. Torres va a encargarse del gobierno de ese obispado, por elección que ha hecho de él el señor Orihuela durante su ausencia. El Dr. Torres es un eclesiástico muy respetable por su buena moral y muy útil por sus extensos conocimientos en ciencias y bellas artes; es muy amigo mío y desea ardientemente contribuir a la felicidad del Perú, consolidando su sistema y perfeccionando sus instituciones. Animado de estos sentimientos, debe ser a Vd. muy útil en ese departamento. Va expresamente encargado por mí de cooperar con Vd. a cuanto tenga relación con el mejor servicio, y a poner en perfecta armonía la autoridad civil con la eclesiástica, haciendo que sirvan de un apoyo firme de la primera los párrocos y demás eclesiásticos, agentes de la segunda; de establecer el mejor concierto entre ellos y Vd. ganándoles aún a los mismos que hayan chocado con Vd. Como el Dr. Torres es prudente y amable, puede muy bien conseguir este designio, cuya realización deseo yo vivamente; porque en el estado actual del Perú, sólo una unión estrecha entre todos los funcionarios públicos puede formar una masa de oposición a los muchos que intentan introducir el desorden y la anarquía por ambición personal. Aconsejo a Vd. que oiga con bondad las opiniones del Dr. Torres, que está bien empapado de mis ideas de sostener la obra que ha costado tantos sacrificios. No disputemos con los eclesiásticos que llaman siempre en su auxilio la religión y hacen causa común con ella. Las desavenencias con éstos son siempre funestas; la amistad con ellos es siempre ventajosa. Ellos persuaden en secreto y manejan las conciencias, y el que posee estas armas, casi está seguro del triunfo.

El general Santa Cruz queda aquí de presidente del consejo de gobierno rodeado de las personas más respetables por su probidad, por sus luces y por la opinión de que gozan. Me ha sido muy satisfactorio ver que ha sido generalmente aplaudida la elección hecha en él para este alto destino. Los prefectos y muy principalmente el general La Fuente, están muy complacidos y todos propenderán sinceramente a conservar el orden ya establecido y a continuar la marcha del gobierno; me ha hablado largamente de Vd. y del modo más amigable. Tiene las mejores disposiciones y cuenta con la eficaz cooperación de Vd. a mantener este todo, que es obra de todos e intereses de todos. He encargado al Dr. Torres particularmente que comunique a Vd. tanto sus sentimientos con respecto a su persona como sus deseos con respecto a lo que espera de parte de Vd. en la administración de ese importante depar­tamento. Insisto, mi querido general, e insistiré siempre, en que todas las autoridades marchen perfectamente unidas, estrechamente ligadas y respetuosamente dependientes del jefe del gobierno. La más pequeña vacilación, la menor desavenencia en un estado naciente, puede producir su ruina. Es encantador el prospecto de un gran pueblo gobernado por autoridades bien enlazadas en sí, circunscriptas a sus atribuciones y eminentemente amantes de la gloria nacional. Un pueblo así se hace al fin tan firme, tan inexpugnable como una roca. El Perú puede llegar a esta situación sin hacer nuevos sacrificios, sólo con que los funcionarios del poder desoigan alguna vez pequeños sentimientos y tengan la vista fija sobre el gran objeto: la conservación de la república.

El consejo de gobierno ha mandado reimprimir el proyecto de constitución del Perú con el objeto de comunicarlo a los prefectos, y éstos a los colegios electorales, acompañándolo de una muy fundada exposición circulada por el ministerio del interior. Esta es, mi querido general, una operación que debe ejecutarse con el mayor tino y habilidad, porque su resultado es de una inmensa importancia. Es la operación que puede producir un bien perdurable para la república y, de consiguiente, debe ser manejada por Vd. y el Dr. Torres con perfecto acuerdo para obtener un buen resultado. Vd. debe empeñarse con los colegios electorales de ese departamento, a fin de que aprueben íntegramente el proyecto, y en el caso de que algún artículo les ofrezca reparos, puede reservarse para ser discutido o reformado en el próximo congreso constitucional. Cuando no pueda conseguirse que lo aprueben en su totalidad todos los colegios electorales, procure Vd. que lo aprueben en masa los colegios con sólo algún artículo discutible en el próximo congreso. Obtenida la aprobación del proyecto por los colegios de la república, queda sancionada la ley fundamental, nos libertamos del conflicto de un congreso constituyente, porque ya no tiene para que convocarse, y los congresos constitucionales no podrán alterar las bases esenciales de la fundamental, ya sancionada por el pueblo en las asambleas electorales. Eche Vd. la vista por todos los males que han producido en las nuevas repúblicas las asambleas constituyentes, los peligros a que han expuesto a las naciones, el choque de pasiones irritadas por fuertes estímulos de odio, de intereses y de venganza con el ejercicio de un poder absoluto, y conocerá Vd. con cuánta razón lo empeño en que haga pasar en los colegios de ese departamento el proyecto de constitución del Perú que va a sometérseles para su aprobación. Estoy seguro de que si esto no se consigue, y el Perú tiene que pasar por otra terrible crisis de una asamblea constituyente, la república va a ser despedazada irremediablemente y destruidos para siempre los esfuerzos de tantos años. Para no aventurar nada en materia tan importante como ésta, me parece que Vd., muy anticipadamente, empiece a tentar los ánimos, e irlos disponiendo con tanta habilidad, que el resultado sea infaliblemente el que nos proponemos.

Colombia, que parecía fuera del alcance de oscilaciones que pudieran alterar sensiblemente la marcha de su gobierno, acaba de recibir un golpe funesto cuyo reparo es bien difícil. El congreso admitió una acusación hecha contra el general Páez por una causa frívola, y ordenó al ejecutivo que lo relevara del mando militar de Venezuela y lo hiciera ir a Bogotá. El general Páez ha desobedecido la orden; ha conservado el mando militar y la municipalidad de Valencia lo ha investido del carácter de director de la guerra en Venezuela. Este paso escandaloso y funesto para Colombia, es una lección para todos los demás de! peligro de los cuerpos deliberantes, donde la paz y el orden no están perfectamente establecidos. Yo tendré que marchar a Colombia a ver si logro reponer el orden que se ha alterado, y ver si puedo salvarla del peligro que la amenaza.

Adiós, mi querido general, reciba Vd. la expresión sincera de mi verdadero afecto con que soy de Vd. afectísimo amigo.

BOLÍVAR

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