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DOCUMENTO 1134.—DEL ORIGINAL. O.C.B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL GENERAL PEDRO BRICEÑO MÉNDEZ, FECHADA EN MAGDALENA, 14 DE JUNIO DE 1826, INFORMANDOLE SOBRE LA PRESENCIA DE UN ESPÍA EN EL ISTMO DE PANAMA Y LAS MEDIDAS QUE TOMARÁ CONTRA LOS CONSPIRADORES.

Magdalena, 14 de junio de 1826.

SEÑOR GENERAL PEDRO BRICEÑO MÉNDEZ.

Mi querido Briceño:

El espía Santander, que pasaba con este nombre, ha confesado definitivamente lo que Vd. verá por la declaración adjunta. Si en el acto Vds. no toman las más extraordinarias y sagaces determinaciones se pierde el fruto de tan importante descubrimiento. Por supuesto, que los del buque que lleva este pliego van a dar parte a los interesados de los rumores que hayan corrido sobre la prisión de este espía. Espinar puede escribir igualmente al Istmo dándole parte a alguno de sus amigos, pues él está iniciado en el secreto. Así, pues, el intendente y el comandante general de ese departamento deben tomar en el acto las medidas más eficaces a fin de proveer a todo sin andarse con muchos cumplimientos. El primero que debe salir del Istmo es Valero; los oficiales que se retractaron deben ser presos; lo mismo que Feraud y su hermano que es espía últimamente venido de La Habana. Un tal Casis, los oficiales comprometidos en esto y todos los cómplices deben ser presos, e interrogados con la mayor sagacidad. La casa de Chappell y los buques de esa casa americana de Baltimore deben ser aprehendidos. En una palabra, Vds. deben tomar todas las medidas imaginables a fin de lograr un fin satisfactorio.

Don Juan Bermúdez dice que no sabe a punto fijo si el plan de campaña de los españoles es éste; que él lo infiere solamente por las instrucciones que ha recibido; pero que está cierto de que iban a atacar a Colombia porque nadie pensaba en expedición, sino los oficiales y jefes expulsados de Colombia; que nuestras costas deben estar cubiertas de espías y que le dijeron que los iban a mandar; que el Istmo está muy mal servido y muy mal mandado; que si lo atacan lo toman; que nadie ignoraba que él era espía y no se atrevieron ni a tomarle sus papeles, a pesar de que cada día caía en nuevas contradicciones y hacia cosas más extraordinarias; que el intendente es un miserable, que lo amenazaba por una parte, y por otra lo convidaba a comer a su casa. Que Feraud sabe todo, y a pesar de esto trabajaba porque lo expulsasen a fin de ponerse a cubierto; que el país es muy patriota excepto los individuos que ha nombrado. Añade que los españoles contaban con 14.000 hombres, pero que esperaban 9 ó 10.000 más que debían haber hecho la expedición antes de ahora; que cree que hayan recibido en La Habana sus comunicaciones en que avisaba mi marcha con un ejército para aquella isla y que por eso quizás no la han mandado; que 1.500 colombianos que están en la isla, junto con Morales y López, están instando por la expedición confiados en que tienen mucho partido en Venezuela, y que con 3.000 hombres basta para tomar aquel país, porque cuentan levantar 6 ó 7.000 godos. El mismo Bermúdez parece convencido de esta ilusión y manifiesta ser un godo cerrado y sin arrepentimiento, orgulloso y vano.

Yo he obtenido todo esto a fuerza de terror, pues le hice decir que lo iba a fusilar y le mandé poner dos pares de grillos si no decía la verdad; pero que lo perdonaría si me confesaba el objeto y miras de su misión. El debía sostener una revolución si podía lograrla con los doscientos cincuenta mil duros que pusieron a su disposición. Esta suma prueba: primero, que La Habana tiene dinero; segundo, que efectivamente se piensa en nuevas empresas, y tercero, que lo que se ha hecho en el Istmo se hará en Cartagena, Santa Marta, Maracaibo, Coro y demás puertos de la costa. Yo no dudo que levantarán contra nosotros a la gente del pueblo para destruirnos.

Bermúdez asegura que él no tenía nada que hacer en el Perú; que a él no se le dio comisión para esto y que otro sería el encargado de este ramo. Yo mismo he tomado esta declaración a Bermúdez después de tres que ha dado. La primera le era enteramente favorable sin confesar la verdad. Las otras dos están conformes con lo que llevo dicho. Al señor Gual dígale Vd. que tenga esta carta por suya, pues va para ambos.

Yo deseo que Vds. manden a Cartagena uno o dos batallones de los que están allí, pues yo mandaré su reemplazo inmediatamente. No dudo que el Vicepresidente mande tropas a Venezuela, pues así se lo indico.

En estas circunstancias es una locura que el gobierno civil esté separado del militar: tal demencia no le ha ocurrido a nadie, por lo mismo, debe refundirse semejante división de mando. Tenemos las manos atadas cuando el enemigo las tiene sueltas. Por esta razón Bermúdez no comprende como puede existir un estado tan mal servido. Me ha llenado de rubor todo lo que me ha dicho.

Conviene, pues, que Vd. haga esparcir la noticia, por cuantos canales pueda, de que yo estoy al llegar al Istmo con 12.000 hombres, no sólo a defenderlo sino a expedicionar contra La Habana. Esta medida nos será muy útil y, por lo tanto, Vd. debe escribirlo así a Cartagena, Estados Unidos, de modo que la noticia llegue a La Habana cuanto antes.

Estando yo en el Perú me es ciertamente muy fácil ocurrir a la defensa del Istmo, siempre que los españoles lo atacasen, con 12 ó 14.000 hombres, de que no podríamos disponer si yo falto de aquí, por que se perdería el tiempo en dares y tomares. Estas tropas no sólo irían a Panamá sino a cualesquiera otro punto de Colombia donde las llamase el peligro.

Ayer hemos recibido la noticia de que en Chiloé se han declarado por el general O’Higgins el pueblo y la guarnición, y se asegura que este movimiento debía repetirse en Valdivia y Concepción. Lo que no deja duda es lo de Chiloé y no es de extrañarse que lo mismo suceda en Valdivia y Concepción, y aun en Santiago, pues tal es el horror que le tienen a la desorganizadora administración de Freiré.

Soy de Vd., Mi Querido Sobrino, Amo. Amigo.

Bolívar.

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