La Magdalena, 25 de mayo de 1826.
AL SEÑOR GENERAL PEDRO BRICEÑO MÉNDEZ.
MI QUERIDO SOBRINO.
¡Cuánto me ha hecho meditar la carta de Vd. del 12 de abril! Desde entonces estoy pensando sobre ella y, en consecuencia, he tomado varias resoluciones. Ya digo a Gual cuanto pienso y sé sobre el congreso, la escuadra y los limites con el Perú. A Vd. añadiré solamente que lea aquella carta.
Sobre marineros no hay que hablar aquí porque no los hay. Los extranjeros sirven el cabotaje y los buques de guerra.
El estado de Colombia, según Vd. me lo pinta, ha fijado enteramente mi atención. Yo lo creo exacto y demasiado triste: preveo también una terrible crisis para los años futuros y, por lo tanto, me he resuelto a irme para allá entre los meses de setiembre y agosto. Estaré en el Sur, imponiéndome del estado de aquellas provincias, el resto del año. Después iré a Bogotá con ánimo de no aceptar la presidencia porque me inhabilito para servirla después. El mal será que si me obligan a servir ahora tendrán que arrepentirse luego, pues no dudo que entonces ocurrirán novedades de gran tamaño con motivo de la reforma de la constitución. Luego que llegue a Bogotá me informaré del estado de aquéllo y de Venezuela. Probablemente le pediré al congreso permiso para ir a Venezuela a descansar un poco, y con ánimo de servir al país si el congreso me quiere [1] para ello. En Venezuela procuraré ahogar el espíritu de partido y, al mismo tiempo, predicaré entre mis amigos el evangelio de mi constitución para Bolivia, en contraposición al federalismo y al imperio. Esta constitución reúne los extremos y presenta un medio para asegurar la paz doméstica con la libertad de las provincias. El año de 31 puede servir de algo en el negocio de la reforma. Observe Vd. que mi discurso está muy republicano y aun filosófico en religión: lo primero ha sido indispensable para acallar la idea del imperio, que unos me atribuyen, y otros piden como medio de salvación. En Buenos Aires y en Chile me atormentan bajo este pretexto.
Cuando vaya a Colombia trataremos del negocio de los sueldos y de arreglar las diferencias de las hermanas, que, a la verdad, son muy injustas de parte de Juanica, sin que Antonia haya tenido parte en las reformas espontáneas que yo le he mandado.
Los negocios de Páez yo los arreglaré del mejor modo, posible. No mando a Vds. los buques de guerra que me piden, porque los de Colombia están a las órdenes del intendente de Guayaquil.
La goleta "Guayaquileña" conductora de estos pliegos debe regresar, y con ella puede Vd. escribirme largamente cuanto quiera y pueda: lo mismo a Gual.
Empéñese Vd. mucho con Santander y esos señores de Cartagena porque vaya a Caracas el batallón de Pichincha, que saldrá de Arica dentro de tres meses; éste es el mejor cuerpo del ejército, lo mismo digo con respecto al de "Vargas" que también deseo que vaya a Caracas, pues yo no quiero ir allá sin estas tropas.
Soy de Vd., mi querido sobrino, el mejor amigo.
BOLÍVAR.
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