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DOCUMENTO 561 INFORME DEL SECRETARIO DE HACIENDA, ANTONIO MUÑOZ TEBAR, FECHADO EN CARACAS EL 31 DE DICIEMBRE DE 1813, RELATIVO A LA ACTUACIÓN DE ESE DESPACHO HASTA FINES DE 1813.*

Informe del Secretario de Hacienda, ciudadano Antonio Muñoz Tébar, al E. S. General en Jefe Simón Bolívar, Libertador de Venezuela.

He aquí, Excelentísimo señor, el importante ramo de la Adminis­tración Suprema, que ha nacido para nosotros entre las manos de V. E. La Hacienda nacional no lo era más que en el nombre, cuando V. E. empezó a ejercer la primera autoridad. El Gobierno español no sólo dirigió torpemente este importante negociado. No sólo di­sipó la substancia del Estado y de los pueblos, sino que, al huir despavorido, añadió a sus crímenes uno más: cargar con los caudales públicos de casi todas las tesorerías [1].

En la realidad, la fortuna pública, el método de administrarla, las erogaciones de ultramar y demás grandes objetos, son cosas que empezaron todas el seis de agosto de este año. Así el Ministerio de Hacienda no tiene que buscar en los anales del cálculo de rentas, más allá de cuatro meses pasados. Únicamente pueden compararse los resultados de las anteriores administraciones con la presente, para deducir las ventajas de la nuestra.

Venezuela es sin duda un país que ofrece a los cálculos del especulador la más vasta perspectiva. Empecemos por esos valles de nuestra agricultura, que por el cacao han hecho conocer los valles de Barlovento y Caracas. Vengamos a los Valles de Aragua, cuyo aspecto encantador, cuya población unida, cuyas riquezas y el carác­ter vivo e industrioso de sus habitantes, parecen formar una Repú­blica separada, y nos recuerdan los principios de aquella República de Atenas, donde después la libertad hizo nacer las artes y la glo­ria; recorramos al alto y bajo Llano; pasemos a las riberas meri­dionales del Apure, donde los llamados inmensos Llanos no sólo van a igualar a los primeros en la multiplicación de los ganados, sino que deben excederlos, aumentando esa fuente inagotable de un comercio el más productivo; adelantémonos hasta el Occidente de Caracas, país de la industria venezolana, donde nuestras manu­facturas, para suplir en un todo a las extranjeras, no requieren más que la tranquilidad de aquel distrito agitado y algunas máquinas particulares; penetremos a Barinas, Trujillo, a esas montañas de Mérida, cubierta siempre de nieve, país que en el mediodía sufre las estaciones del norte, brota las producciones de los países fríos, y ofrece en ella recursos al Estado para establecer rentas fijas.

Vea ahí V. E. el vasto plan sobre qué yo debería discurrir. Sin embargo, el poco tiempo que ha transcurrido, físicamente ha impo­sibilitado recoger de administraciones esparcidas sobre tan extensos territorios, los materiales indispensables para elevar aquella obra.

Debo por lo tanto contraerme a esta ciudad ilustre en las desgra­cias; más grande, más heroica, cuando más parece que el infortunio podía haberla desmayado. Caracas destruida por el terremoto, deso­lada por el despotismo, ha podido casi sola pagar los ejércitos; y contribuir a las demás cargas del Estado.

Una severa economía, y arbitrios que no han costado mucho a los pueblos, son estos admirables recursos. Vea V. E. por fruto de esta economía, suprimidos los resguardos de rentas nacionales, esta­blecidas en la costa a barlovento de La Guaira en Curiepe, y a sotavento en Choroní, que ahorran al Erario un gasto anual de nueve mil pesos. Debe confesarse que esta útil providencia se ex­pidió el cuatro de junio último por el Intendente don Dionisio Franco; providencia, aunque útil para nosotros, vana para el Go­bierno español, que al siguiente mes sucumbió. Las reformas de empleados y sueldos, decretadas por la Dirección General en 11 de septiembre, economizan aún sumas incomparablemente más gran­des [2].

Venezuela, Excmo. señor, ha experimentado también las vicisitu­des del tiempo y las circunstancias en el producto de sus fondos públicos. Es superfluo hablar a V. E. de otras causas más poderosas, que adelantan o atrasan el caudal de una nación. La ineptitud del ministerio, su indolencia en perseguir los malversadores, son causas bastantes por sí solas para destruirle; al paso que, para fomentarle, los avisos del genio, la severa vigilancia, la actividad, producen efectos maravillosos. Nunca Venezuela ha estado más exhausta de fondos, nunca ha tenido más gastos, y nunca el poder de las cir­cunstancias ha atrasado tanto sus rentas, como en la presente gue­rra. La rapiña de las tropas españolas había destruido los frutos de todas clases, consumido los ganados de toda especie; el despótico Gobierno había prohibido las manufacturas. Añada a esto V. E. que los propietarios, sobre todo los más ricos, no cuidaron más de sus posesiones; pues, o huían en las selvas de la persecución de Monteverde, o arrastraban en las mazmorras las cadenas del déspota. Vea aquí V.E. cómo la agricultura, basa de la prosperidad de todos los Estados, se aniquiló en aquellos tiempos de furor y de demencia.

Nosotros somos los que hemos venido a recoger el daño. Han faltado frutos para el comercio extranjero e interior, y han faltado en consecuencia los derechos de alcabala, de importación y exportación. No habiendo manufacturas indígenas, que hubieran sumi­nistrado a nuestras necesidades a precios cómodos, hemos debido comprar a precios exorbitantes las extranjeras; y como en todos los Gobiernos paternales, ha sufrido tanto el Erario público, como las fortunas privadas.

El único objeto que podía alimentar la esperanza, era el ramo del tabaco, cuyos productos están casi sujetos a un cálculo fijo [3]. El desorden de la Administración española se vio aquí claramente por el abandono con que le trató, por la impolítica tiranía de haber subido el precio de la libra a cinco reales, que después V. E. ha rebajado equitativamente a la antigua tarifa de cuatro. Las conse­cuencias fatales de tantos excesos han venido a sentirse en este pe­ríodo. Las ventas clandestinas del tabaco, el cultivo secreto que otros hacían de él, tenían detenida su salida de los estancos; y V. E. tuvo que expedir en Puerto Cabello la ley de once de septiembre, que castiga con pena capital a los defraudadores de esta renta [4].

Fue pues necesario crear recursos. Debe hacerse la justicia a los pueblos de que ellos, generosamente, han llevado las cargas del Estado, haciendo donativos cuantiosos, que han suplido alguna vez la falta de rentas. La Dirección propuso en 24 de agosto el cuño de la moneda macuquina; propuso en 15 de septiembre la capita­ción para todos los pueblos. Ambas medidas tuvieron la aprobación de V. E.; y el resultado ha sido utilísimo. V. E. mismo expidió por este Ministerio la ley de veinte de octubre sobre una imposición, para que todos los que posean hacienda, o tienda abierta, suminis­tren mensualmente a la caja militar del ejército, el prest de un sol­dado, o más; ley que ejecutada con exactitud, principalmente en los pueblos fuera de esta capital, ha producido una suma de caudales que no se esperaba. Excmo. Sr.: cuando los pueblos abrazan una causa, y un Gobierno se hace amar por la justicia, todos los habi­tantes se anticipan a sus urgencias. Así todos contribuyen sin nece­sidad de recurrir a la fuerza; muchos, ¡cosa que admira!, han to­mado sobre sí la obligación de suministrar doble o triple de lo que se les imponía.

La languidez en que ha estado el comercio ha hecho que V. E., en vez del opresor sistema del Gobierno español, haya al contrario disminuido las imposiciones gravosas, con que él le paralizaba. V. E. ha decretado la rebaja de derechos, tanto para nacional, como para la extranjera [5], y ha fijado los aforos de los objetos comerciales, del modo más ventajoso a los negociantes [6]. Empieza ya por estas medidas a salir de su abatimiento. La Gaceta del Gobierno ha publicado algunas veces noticias de buques extran­jeros llegados al puerto de La Guaira, y del cargamento que han desembarcado. Ninguna se omitirá en lo sucesivo, ahora que ani­mándose aquél por todas partes, arriban con más frecuencia. Algu­nos de ellos han traído cantidades en metálico para la compra de nuestros frutos. La sola goleta inglesa La Alerta, procedente de San Thomas [7], descargó gruesas cantidades en oro y plata. La liber­tad dispensada al comercio, la protección que se da al comerciante, el estímulo con que se acaloran las especulaciones por las seguri­dades que ofrece el Gobierno, la rebaja de los derechos, son causas que deben fomentar cada día más nuestras relaciones mercantiles.

Según he hecho en los demás ramos, hablaré a V.E., en cuanto a créditos, únicamente de lo que se debe a las administraciones de Caracas y La Guaira. Las razones individuales presentadas por [los] [8] respectivos Jefes de las oficinas, hacen ver que por plazos ya cumplidos, se debían para el diez y seis de octubre.

A la tesorería pública de esta ciudad. 128.643 pesos.

A la Administración General del

Tabaco ....................................... 282.524 pesos 4 1/2 reales.

A la Receptoría de alcabala de la

Capital .......................................... 4.493 pesos 1 real.

A la Receptoría de alcabala de La

Guaira ........................................... 2.351 pesos 1 1/2 reales.

Se activa el cobro de estas cantidades, sin emplear violencia alguna con los deudores; pues lo ha prevenido así V. E., conside­rando que los más no podían practicarlo sin arruinarse totalmente; pues las tiranías o las imposiciones del Gobierno español, casi des­truyeron los intereses de los particulares.

Repito a V. E. que extenderé este examen sobre todos los depar­tamentos de Caracas, las Provincias de Barinas, Mérida y Trujillo, luego que acumulados los materiales necesarios pueda presentar a V. E. una relación calificada. Esta operación es más fácil ahora que por las disposiciones políticas de V. E., Araure, todas las rentas se han concentrado bajo una sola Direc­ción y una sola autoridad. Así ha apartado V. E. los daños enormes que hubiera traído a nuestras rentas esa loca pretensión de intro­ducir el sistema federal aun en la Hacienda pública, uno de los delirios que en la anterior República prepararon los sucesos hasta terminarlos en la capitulación de San Mateo. Tan funesto método sólo puede servir para anonadar nuestras rentas, naciendo de él, el desorden, la multiplicación de empleados, la diversidad, o más bien, la oposición de sistemas de Intendentes soberanos de Provincias, no pudiendo seguir entonces reglas uniformes, ni fomentarse unos intereses con otros. La Provincia de Barinas pretendió dos meses ha, erigir a su Intendente [9] como autoridad única y soberana de las rentas, y separarse también, en el ramo del tabaco, de la Adminis­tración general de Guanare. Gradúese hasta qué punto esta dislo­cación hubiera sido absurda, cuando Guanare ha suministrado siem­pre el dinero necesario para el cultivo de las plantaciones de tabaco de Barinas; cuando este tabaco se ha destinado constantemente a las negociaciones de ultramar, y que por consecuencia, sin saberse por una Dirección única la inversión y el producto de las siembras, no podrán realizarse aquellas negociaciones. Generalmente, cuando un solo impulso dirige las rentas, su marcha es más vigorosa; y sus útiles resultados son siempre más determinados y constantes.

Estos son los principales recursos que han sostenido tantos ejér­citos y una guerra desoladora. La economía, sobre todo, que ha presidido a la administración, ha sido la fuente fecunda, que nunca ha dejado de contribuir a los excesivos gastos. Ella sola ha produ­cido tanto como los demás arbitrios. El contento de los pueblos con nuestro actual Gobierno, la protección de la agricultura, el estímulo dado al comercio, la concentración de la autoridad y dirección de las rentas, han hecho que V. E., sin caudales públicos, haya soste­nido el Estado en las circunstancias más críticas en que se ha visto jamás, haya desempeñado su crédito; y, en fin, haya creado la Hacienda nacional.

Soy con el mayor respeto de V. E., atento servidor y súbdito.

Excelentísimo Señor.

ANTONIO MUÑOZ TEBAR.

En el Cuartel General de Caracas, a 31 de diciembre de 1813, 3° y 1°.

* De un impreso de época coetánea. En la Gazeta de Caracas, N° XXXVII, correspondiente al día lunes 31 de enero de 1814 se reproduce el texto del Informe. La Comisión Editora no ha podido examinar el origi­nal manuscrito. Las piezas justificativas mencionadas en el cuerpo del In­forme aparecieron publicadas en la Gazeta de Caracas, N° XXXVIII, del jueves 3 de febrero de 1814. No se ha considerado necesario insertarlas in extenso, sino dar en las notas una descripción de las mismas. Sobre el firmante del Informe, véase la nota 1 del doc. N° 289.

Notas

[1] Aquí venía en la Gazeta una llamada de nota (1), la cual rezaba al pie: "Pieza justificativa N° 1”. Se trata de una comunicación de Juan José Mendibelzua al Director General de Rentas Antonio Fernández de León, fechada en Caracas a 25 de septiembre de 1813, donde expresa que a la entrada del General Bolívar en Caracas "no existía caudal alguno en nume­rario" en las cajas generales a cargo de Mendibelzua. Véase el texto en la Gazeta de Caracas, N° XXXVIII, citada. (Reedición fotomecánica de la Academia Nacional de la Historia, París, 1939).

[2] Venía aquí la llamada de nota (2) en la Gazeta, con la siguiente mención al pie: "Pieza justificativa número 2". Contenía varias nóminas de empleados en las oficinas de Hacienda Pública, firmadas en Caracas el 11 de septiembre de 1813 por el Director General de Rentas Antonio Fer­nández de León, con expresión de las reducciones de gastos efectuadas en esa fecha. Véase la Gazeta citada.

[3] Aquí figuraba la llamada de nota (3), como las anteriores, que de­cía: "Pieza justificativa número 3". Consistía en una estimación del pro­ducto de la Renta del Tabaco, firmada en Caracas a 28 de septiembre de 1813 por Joseph María León. Véase la Gazeta citada.

[4] Véase el doc. N° 361.

[5] Es decir, para las mercancías introducidas en buques nacionales o en buques extranjeros.

[6] La llamada de nota (4) que figuraba en ese lugar remitía al siguiente texto al pie: "El plan que comprende la rebaja de los derechos de impor­tación y exportación, y el aforo de los objetos comerciales, se imprime actualmente".

[7] Una de las que forman el archipiélago de las islas Vírgenes, en las Antillas.

[8] Falta en la Gazeta esta palabra, que suplimos por exigirlo el sentido.

[9] Lo era, en la época a la cual se refiere el texto, Nicolás Pulido Briceño (véase la nota 2 del doc. N° 255, en la correspondencia oficial), quien había ya cesado en sus funciones para el momento en que Muñoz Tébar presentó su informe.

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