Boletín del Ejército Libertador de Venezuela, N° 20.
En el espacio de dos meses, más de treinta victorias campales han cubierto de gloria las armas de la República, han destruido las facciones de los rebeldes y restituido la libertad y el orden a los pueblos ocupados por los tiranos. El occidente, Valles del Tuy, los Llanos, las cumbres de Bárbula y desfiladeros de las Trincheras están teñidos de sangre enemiga; restaba, pues, rescatar de nuevo a Calabozo, sometido al feroz Boves por un accidente desgraciado.
Fue confiada esta empresa al bizarro Comandante ciudadano Vicente Campo Elías, el cual al frente de su Batallón, y reunido con las Divisiones de Maturín y Llano arriba, comenzó sus operaciones sobre aquella Villa.
El 14 del corriente marchaba nuestro ejército en busca del enemigo, y a las siete de la mañana le encontró formado en batalla en el sitio del Mosquitero con una fuerza de más de dos mil y quinientos hombres y dos piezas de artillería; al descubrir las Divisiones republicanas comenzó un fuego vivo de cañón sobre ellas, que no tuvo lugar de continuar sino por cortos momentos, pues el Batallón de Barlovento atacó a la bayoneta con la intrepidez que siempre le ha distinguido, y se apoderó de una pieza, mientras los bravos maturinenses y cazadores del Llano tomaron la otra; en este estado fue forzada nuestra ala izquierda, mandada por el Teniente Coronel Francisco Padrón [1]; y aunque esta desgracia debió producir funestos resultados en la derecha y centro, fue por el contrario, porque esforzando entonces los ataques sobre la línea enemiga, se logró ponerla en desorden y fuga, dejando todo el armamento, municiones, bagajes, más de quinientos muertos, multitud de prisioneros y heridos con los dos cañones tomados al principio de la acción.
La persecución duró cuatro horas, y nuestras tropas tomaron el paso de Orituco [2] que conduce a San Fernando [3], con el objeto de hacer prisionero a Boves; mas éste desapareció con la velocidad de la águila, y se ha sumergido en el Orinoco.
El 15 al amanecer se enarboló en Calabozo el pabellón tricolor, sin ninguna resistencia y en medio de los transportes y aclamaciones de un pueblo entusiasta de la libertad, que acaba de ser rescatado del robo, la disolución, la muerte y el pillaje.
Nuestra pérdida es de muy poca consideración y sólo la hace sensible la muerte de los esforzados oficiales ciudadanos José Francisco Gil [4], Zenón Cayro, N. Luque, Liberato Briceño, Juan Conde, y el abanderado Manuel Méndez, que expiró con el pabellón en la mano, y catorce soldados también muertos, con diez heridos.
El Comandante en Jefe del ejército llama la atención del Gobierno sobre la distinguida conducta que han observado los militares siguientes.
De la División de Maturín, el Comandante José María Maya [5], los Capitanes José María Hermoso [6], Manuel Cedeño [7], Luis López, los Tenientes Juan Camacho, Manuel Olmos, Juan Jaramillo, Subteniente José Marín, Manuel Masa, los Sargentos Gabriel Hernández, Juan Pablo Urbaís, Ventura González, Joseph Regio Vistón, Juan Barrete y los aventureros [8] Joseph Guzmán, y Nicolás Lovera
En el Batallón de Barlovento, el Sargento Mayor Miguel Ustáriz [9], Teniente Ramón Hernández [10], Subtenientes José María Palacios, Joseph María Sojo, José Austria [11], y Ayudante Andrés Linares [12], y agregados Ayudante Mayor de Campo, Zarasqueta [13], y Teniente Pedro López.
En la División del Llano el Comandante José Manuel Torres, Capitanes de caballería Ruperto Delgado, Juan Celis, Pedro Naranjo, Eugenio Celis, Subteniente Manuel Muguerza, soldado Antonio Ramos, y de infantería el Teniente Andrés Ruiz.
Queda, pues, destruido el cuerpo principal de los bandidos, con cuyo apoyo han desolado los revoltosos los pueblos más retirados y pacíficos.
Los dispersos de la acción del 3 en Las Trincheras y los amotinados de Aroa [14] confiados del estado indefenso en que se hallaba San Felipe [15], invadieron esta ciudad, y cuando iban a entregarse a los excesos de la depredación, fueron atacados por la Compañía de Cazadores del Batallón Veterano de Valencia, bajo las órdenes del Teniente Coronel Antonio Castillo, y derrotados hasta hacerles muchos prisioneros y coger algún armamento.
Las tropas victoriosas siguen a Coro, y el Jefe que las comanda en esta expedición libertará por primera vez aquella ciudad, quitará para siempre este asilo a los malvados, y nuestras fronteras no serán ya el teatro de las escenas horrorosas que los Jefes españoles han presentado en varias épocas para asombro de los pueblos civilizados.
Cuartel General de Caracas, 21 de octubre de 1813, tercero y primero.
Por el Mayor General.
El Secretario de Guerra.
ANTONIO RAFAEL MENDIRI.
* Archivo del Libertador, vol. 68, f° 9. De un impreso de época coetánea. Fue publicado este Boletín en hoja suelta, por Juan Baillío, como impresor del Gobierno, en las mismas fechas en que está datado el documento. La Comisión Editora no ha podido examinar el original manuscrito.