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DOCUMENTO 10189 CARTA DE SIMÓN BOLÍVAR PARA EL GENERAL DE DIVISIÓN FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, FECHADA EN LIMA EL 11 DE MARZO DE 1825, LE DICE QUE CUENTA CON DIEZ MIL O DOCE MIL HOMBRES, PARTE DE LA AYUDA PROMETIDA; QUE HAY INFORMACIÓN DE LA APROXIMACIÓN DE FUERZAS FRANCESAS HACIA VENEZUELA; QUE PUEDE SALVARSE AMÉRICA CON CUATRO ELEMENTOS, UN GRAN EJÉRCITO POLÍTICO FRENTE A EUROPA, INGLATERRA Y ESTADOS UNIDOS; QUE TIENE MUCHA FE EN INGLATERRA SI AMÉRICA SE PONE DE ACUERDO CON ELLA. TRATA ACERCA DE LA GRAN IMPORTANCIA DEL CONGRESO DEL ISTMO DE PANAMÁ PARA LA SEGURIDAD DE LOS AMERICANOS. INSISTE EN EL ESTABLECIMIENTO DE "UNA ALIANZA ÍNTIMA Y ESTRECHÍSIMA CON LA INGLATERRA Y LA AMÉRICA DEL NORTE.*

Lima, 11 de marzo de 1825.

A S.E. El General Francisco de Paula Santander.

Mí Querido General:

Acabamos de recibir las comunicaciones del 6 de enero y del 27 y 28 de noviembre en Maracay del general Páez, en que anuncia la aproximación de fuerzas marítimas francesas a Venezuela. Todo esto es muy creíble en el estado de las cosas, siempre que sean genuinas las instrucciones dadas a Chasseriau por el ministro francés, en que le habla del empleo de la fuerza en caso de resistencia. Si la batalla de Ayacucho no contiene a los franceses, debemos prepararnos a una brillante guerra, digo brillante, porque sin duda, lo será a la larga; pero siempre muy costosa.

Desde luego cuente Ud. con 10 ó 12.000 hombres que pueden marchar a donde Ud. quiera, luego que ordene su marcha y disponga su transporte del Istmo en adelante hacia las costas del Norte. Nuestros batallones llevarán una mitad de tropas peruanas en reemplazo de nuestras pérdidas. Después, si fuere preciso, mandaremos cuerpos peruanos como auxiliares. En fin, el Perú hará por Colombia, mientras que yo esté aquí, su deber de gratitud y retorno; hará tanto como hizo Colombia por este país. Yo puedo dejar en él, cuando me valla para allá, un gobierno enérgico como delegado mío, con algunas tropas colombianas que lo sostengan. Yo tomaré medidas capaces de auxiliar extraordinariamente a Colombia.

Yo creo que Ud. puede disponer de 3 a 4.000 hombres del Sur de Quito con cuadros del Norte y soldados del Sur. Procure Ud. siempre dejar la gente peligrosa en el Sur. Yo creo que se debe hacer entender a la Francia que yo no estoy muy distante de prestarme a combinar nuestras ideas con las que tiene la Santa Alianza, y que por medio de mi influencia se puede lograr la reforma de nuestro gobierno, sin sacrificio de una guerra que debe decidir de la suerte del universo. En efecto yo no tengo el menor inconveniente en ponerme a la cabeza de una negociación que paralice las furias de los franceses en este momento. Aun cuando sacrifique mi popularidad y mi gloria, quiero salvar a Colombia de su exterminio en esta nueva guerra. Si salgo bien, quedaré contento, y si salgo mal, también, porque habré dado el último paso de salvación.

Yo creo que se puede salvar la América con estos cuatro elementos: primero, un grande ejército para imponer y defendernos; segundo, política europea para quitar los primeros golpes; tercero, con la Inglaterra; y cuarto, con los Estados Unidos. Pero todo muy bien manejado y muy bien combinado, porque sin buena dirección, no hay elemento bueno. Además insto sobre el congreso del Istmo de todos los estados americanos, que es el quinto elemento.

Añadiré que la energía más exorbitante debe reinar en nuestras deliberaciones, para no quedar envueltos entre el pueblo y el enemigo.

Crea Ud., mi querido general, que salvamos el Nuevo Mundo si nos ponemos de acuerdo con la Inglaterra en materias políticas y militares. Esta simple cláusula debe decirle a Ud. más que dos volúmenes. Yo creo que Ud. debe mandar inmediatamente a saber a Inglaterra qué se piensa en el gabinete británico en orden a gobiernos americanos.

Estas dos líneas merecen una inmensa explicación que no puedo dar por la distancia y por la inseguridad de las comunicaciones escritas.

En fin, con todo lo que he dicho a Ud. antes de ayer y hoy, puede Ud. entender el espíritu que yo tengo para lograr paralizar la invasión francesa. Yo creo que toda resistencia que se les haga a esos señores de frente al llegar, es destructiva para nosotros. Puerto Cabello y Cartagena, deben ser defendidos a todo trance, y meterles 6 u 8.000 hombres a cada uno, no debiendo haber ningún inconveniente para suministrarles víveres, debiendo tener nosotros favorables a los ingleses y americanos que protegerán a nuestros convoyes por mar, en todo caso. El territorio que se evacué, debe cubrirse por guerrillas y mandadas por oficiales muy determinados. Nuestra guerra activa no debe comenzar sino uno o dos años después que el ejército francés esté casi destruido. Lo que se llama guerra de posiciones es inútil con ellos; porque son muy atrevidos, y con su artillería hacen prodigios. La guerra de Rusia y la de Haití, debe servirnos de modelo en algunas cosas; pero no en el género horrible de destrucción que, adoptaron, pues aunque allí fue útil, aquí no sirve para nada, porque lo que se destruye es inútil a todo. Los franceses recibirán refuerzos de fuera, y nosotros no recibiríamos otros que los de casa. Además, cuando el país se destruye, el enemigos lo evacúa, y el amigo perece en él. En Rusia había hielos; en Santo Domingo cenizas que producían fiebres, y aquí no habrá sino inmensos desiertos propios para vivir al abrigo de estos males. En una palabra, lo que se destruye es nuestro y ya nos queda poco por destruir.

Crea Ud. mi querido general, que debemos saber perder al principio para saber ganar después. Dejémosles a los enemigos las costas porque son enfermizas y las que deben utilizar los ingleses y americanos. Muy a lo interior debemos hacer nuestra defensa: primero, porque los alejamos de sus bases de operaciones que es la costa; segundo, porque es mas provisto de víveres, más sano de temperamento, y al llegar a tanta distancia sus fuerzas deben haberse disminuido mucho. Además, debemos dar tiempo a nuestros aliados, si los tenemos, a que se armen y los utilicen de concierto con nosotros.

Diré a Ud. de paso, y en confirmación de lo dicho, que a los franceses se les vence muy fácilmente con las demoras, las privaciones, los obstáculos, el clima, el fastidio, y cuanto trae consigo una guerra prolongada. Pero al contrario son invencibles en el ataque, el en salto y en cuanto lleva por divisa la prontitud. Todo esto es muy sabido, pero no debemos olvidar lo sabido.

Mientras que no se sepa de positivo el resultado de los franceses en Colombia, no marcharé al Sur, y estaré esperando por acá las disposiciones de Ud. si las circunstancias no son urgentísimas yo no debo irme hasta no haber mandado por delante 12.000 hombres, lo que serás en el curso de este año. Sin embargo, si fuese preciso me iré solo, y un minuto después que halla recibido la noticia de ser necesaria mi presencia, pues en este caso los generales Sucre, La Mar, Salom y Lara pueden hacer lo que yo quiera.

No se olvide Ud. hacer declarar una cruzada contra herejes y ateos franceses, destructores de sus sacerdotes, templo, imágenes y cuanto hay de sagrado en el mundo. El obispo de Mérida y todos los fanáticos pueden servir en este caso en los templos, en los pulpitos y en las calles.

Se me olvidaba observar a Ud. lo principal, y es que si después de saberse en Europa el suceso de Ayacucho y la terminación de la guerra en América, los franceses emprenden o continúan sus operaciones contra nosotros, debemos prepararnos para sostener la contienda más importante, más ardua y más grande de cuantas han ocupado y afligido a los hombres hasta ahora. Esta debe ser la guerra universal. Estas son mis razones: la Francia, suponiéndonos ocupados en el Perú, y poseyendo en el Brasil un gran poder auxiliar, a podido pensar distraernos con operaciones falsas, o positivas contando al mismo tiempo con Iturbide en México, con la anarquía en Buenos Aires, y con el desgobierno más absoluto de Chile. Por consiguiente, si el negocio es parcial y puramente francés, Ayacucho lo para todo y burla todas sus combinaciones. Pero si después de una victoria tan decidida en el orden americano, los aliados persisten en su plan de hostilidad, y desoyen igualmente nuestras proporciones políticas, es una prueba evidente de que el plan definitivo es librar una contienda general el triunfo de los tronos contra la libertad. Esta lucha no puede ser parcial de ningún modo, porque se cruzan interese inmensos esparcidos en todo el mundo. Desde luego, todo nuevo hemisferio queda de hecho comprometido, la Inglaterra con sus colonias e influencias en las tres partes del mundo, y por auxiliar a esta contienda tenemos el espíritu constitucional de los pueblos de Portugal, España, Italia, Grecia, Holanda, Suecia y el imperio Turco, por salvarse de las garras de la Rusia. Los aliados tendrán a todos los gobiernos del continente europeo, y por consiguiente, a sus ejércitos. Así el fin de este litis político y militar depende de tales combinaciones y sucesos que ninguna probabilidad ni penetración humana puede señalarle el término final. Luego podemos concluir por mi proposición de prepararnos para una lucha muy prolonga, muy ardua, muy importante. El remedio paliativo a todo esto -si se encuentra- es el gran congreso de plenipotenciarios en el Istmo, bajo un plan vigoroso estrecho y extenso, con un ejército de 100.000 hombre a lo menos, mantenido por la confederación e independiente de las partes constitutivas. Además de las chucherías de una política refinada a la europea, una marina federal, y una alianza intima y estrechísima con la Inglaterra y la América del Norte. Después de esta guerra horrible, en que quedaremos asolados, sacaremos por toda ventaja gobiernos bien constituidos y hábiles, y naciones americanas unidas de corazón y estrechas por analogías políticas, a menos que quede nuestra nueva Grecia como la vieja después de la guerra del Peloponesio, en estado de ser conquistada por un nuevo Alejandro, lo que tampoco se puede prever ni adivinar.

En este momento acabo de recibir comunicaciones de Sucre y por el tenor de ellas, debe estar en estos días más allá de La Paz, pues que para el día 7 de febrero pasado debió entrar en aquella ciudad. Todo presentaba en el Alto Perú el más brillante prospecto, pues Olañeta, aunque no ha querido entrar por el buen partido, sus tropas lo abandonan y se pasa. Además, la opinión de aquel país es tan a favor nuestro, que nada tenemos que temer del señor Olañeta, y al contrario, debemos esperar que, de un instante a otro, este todo terminado.

Se me olvidaba decir a Ud. que el congreso general de las provincias del Río de la Plata se había instalado, y que ha dado un decreto autorizando al poder ejecutivo para representar la unión y tratar con las naciones extranjeras, mientras que el acta fundamental y constitutiva establece la forma de gobierno y sus bases.

El enviado de Inglaterra toma el mayor interés en este negocio, y ha dicho que tiene órdenes de su gobierno para tratar con el gobierno de Buenos Aires y reconocerlo. Todo esto es positivo.

Soy de Ud. de corazón.

[BOLÍVAR]

* De un impreso moderno: Simón Bolívar, Obras completas, tomo II, pp. 99-103. El compilador informa que la carta fue tomada "del original" pero no da a conocer su ubicación.

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