Lima, 23 de enero de 1825
. A S.E. el General Francisco de Paula Santander.
Mí Querido General:
Ahora vienen correos y no recibo yo cartas de Ud.; lo que no extraño en consideración a que no escribía yo a Ud. Antes, durante la campaña. En el día no hay nada de nuevo. El general Sucre estaba a fines de diciembre en el Cuzco; nuestros parlamentarios habían tomado posesión de Arequipa; la capitulación se va cumpliendo por todas partes, menos en el Callao. Los generales españoles se van yendo con Dios; el Asia también.
Todavía no tengo noticias de que haya salido la división de buque de Guayaquil, después de tantos sacrificios y trabajos.
De Olañeta no sé todavía nada; pero temo que trate de engañarnos de acuerdo con el emperador del Brasil. He sabido que los españoles se habían puesto de acuerdo con aquel príncipe para ligar sus intereses bajo los auspicios de la legitimidad. Además, yo sé que al Brasil han llegado dos mil alemanes, y que vienen seis mil rusos a sostener el partido monárquico. También parece cierto que el rey de Portugal ha transigido sus negocios con su hijo, el príncipe de Brasil; todo con el fin de legitimar la América Meridional. Por desgracia el Brasil linda con todos nuestros estados; por consiguiente, tiene facilidades mucha para hacernos la guerra con suceso, como lo quiera la Santa Alianza. De hecho yo concibo que le será muy agradable a toda la aristocracia europea que el poder del príncipe del Brasil se extienda hasta destruir el germen de la revolución. Desde luego empezará por Buenos Aires acabará por nosotros. En toda la América Meridional no hay más que Colombia que sea fuerte; todo lo demás se desbarata fácilmente. Cada día se pone peor el sur de América; el día que yo me vaya del Perú se vuelve a perder; porque no tienen hombres capaces de sostener el Estado; más es, si yo no destruyo a Olañeta, este caballero destruye todos los demás estados de América, auxiliado por el príncipe de Brasil y todos los godos de este mundo. Así es que yo pienso que es cada día más urgente la reunión del congreso general en el Istmo. También me creo obligado a ir al Alto Perú a desbaratar el foco de la tiranía. Después me volveré a Colombia a vivir tranquilamente algunos meses hasta que me pueda ir a Europa.
Yo creo que Ud. debe escribirme todo lo que quiera que se haga con este ejército; porque ya no tendré facultades sobre él, luego que yo esté en el sur de Colombia. Resuelto, como estoy, a no encargarme del mando en Colombia, es preciso que Ud. escriba, todo lo que Ud. desea que se haga, a Sucre y a mí.
Por las gacetas de Colombia veo varias bagatelas como los disgustos de Páez con la municipalidad de Puerto Cabello, y los enredos que parecen atroces, de la Gaceta de Cartagena contra el gobierno. Digo que parecen, porque no he visto la acusación sino la réplica. Estos disgustos públicos son los antídotos más eficaces contra la ambición del mando.
Precisamente tales injurias me arrancarán del gobierno antes que lo que debiera.
Adiós, mi querido general, deseo que Ud. lo pase bien, y mande su amigo que lo ama de corazón.
[SIMÓN BOLÍVAR]
* De un impreso moderno: Simón Bolívar, Obras completas, tomo II, pp. 74-75. El compilador dice haberlo tomado "del original", pero omite la información relativa a su ubicación.
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