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DOCUMENTO 7045. COMUNICACIÓN DE BOLÍVAR AL GENERAL LA MAR, PRESIDENTE DEL PERÚ, FECHADA EN CUENCA EL 28 DE OC­TUBRE DE 1822, EN LA CUAL LE AVISA NO HABER RECIBIDO CORRESPONDENCIA SUYA, SE REFIERE A SU INQUIETUD SO­BRE EL PERÚ, A LA CONFIANZA QUE LA MAR LE MERECE, A PESAR DE LO CUAL LE HACE CIERTAS SUGERENCIAS SOBRE LO QUE EL LIBERTADOR HARÍA EN EL CASO DE LA MAR SI FUESE ATACADA LIMA.*

Cuenca, 28 de octubre de 1822, 12º.

A S.E. el Presidente del Perú (José de La Mar). Mi querido Presidente y amigo:

No he recibido carta de Vd. con el correo del Perú, y escribo a Vd., sin embargo, para no perder tiempo sobre lo que he podido concebir por las correspondencias, que últimamente he recibido de Lima, venidas por Guayaquil. Estas correspondencias son de nuestros jefes y oficiales colombianos y ninguna del gobierno ni de Vd. Empezaré por repetir a Vd. que mucho me inquieta la suerte del Perú, porque es muy posible que los enemigos ataquen a Lima, y probablemente la ocupen con mucho menoscabo de sus intereses y ruina de su habitantes: o bien reúnen sus fuerzas contra el general Alvarado, y logran destruir aquel bello ejército ’. De todos modos, yo temo malos sucesos quizás alucinado por el inmenso interés que tomo en nuestra causa; y porque se dice que el enemigo es fuerte, hábil y audaz. No me consuela otra idea, sino es la de ver a Vd. a la cabeza del gobierno y de nuestro ejército en Lima.

Confieso francamente, que tengo gran confianza en Vd. y que creo además que Vd. no necesita de consejos míos. Pero me creo autorizado a insinuarle a Vd. mis pensamientos sobre lo que yo haría en el caso de Vd. si fuese atacado en Lima con fuerzas superiores por parte del enemigo. No consultaría mi gloria, ni oiría los clamores populares: sólo me fijaría en anular las operaciones del enemigo; asegurar las nuestras, tanto en el Norte como en el Sur y esperar los refuerzos de Colombia para triunfar sin peligro y de un modo cierto. Para esto pondría una pequeña guar­nición bien municionada de boca y de guerra en el Callao, com­puesta de oficiales muy determinados, aun locos, con veteranos inútiles para la marcha, y con aquellos cívicos y patriotas más decididos por la causa de América, pero robustos para sufrir las vigilias de un sitio. De jefe escogería el mejor de nuestros oficia­les, más por su temeridad, constancia y patriotismo que por sus luces. Sobre todo, dejaría en el Callao los víveres posibles y sola­mente el número de hombres necesarios. Después evacuaría la ciudad, sin oír a nadie y tomaría mi dirección al Norte para atraer al enemigo hacia esta parte y alejarlo cuanto fuese posible de Lima y, por consiguiente, del Cuzco. No comprometería acción mientras no tuviese fuerzas dobles, con las que vendrían inmedia­tamente de Colombia para completar aquel número. Era consi­guiente a esta operación: primero, asegurar la suerte del Perú; segundo, dar tiempo al general Alvarado para que triunfare, repa­rase sus pérdidas y aumentase sus fuerzas; tercero, esperaría con tranquilidad los refuerzos de Colombia para destruir al enemigo; cuarto, aliviaría a Lima de aquellas tropas enemigas, atrayéndolas hacia el Norte; quinto, no arriesgaba nada y, por consiguiente, aseguraba todo. Yo sé, mi amigo, que todo esto tiene sus difi­cultades, mas no tiene peligros, porque Vd. no arriesgaba las fuerzas que tiene en Lima y yo le llevaría 6.000 hombres más para duplicar a las del enemigo. Vd. sería, en este caso, el salvador del Perú. Vd. pondría al enemigo entre dos cuerpos superiores cada uno de ellos a él; porque el general Alvarado necesaria­mente había de aumentar sus tropas, viéndose libre de las de Canterac, que son las temibles, según parece; y es fuera de duda que nosotros destruimos cualquier fuerza que se nos opusiere. Vd. debe contar para llenar este plan conmigo y con Colombia, que haríamos cuanto estuviese de nuestra parte; por el contrario, si se pierde la división que está en Lima probablemente perdemos las provincias del Norte del Perú, y yo me encontraría entonces sin base de operaciones, sin recursos y sin ningún apoyo; en un país desconocido para mí, en gran parte desierto, por supuesto, arruinado; el enemigo más fuerte, nosotros más débiles y, en fin, todas nuestras ventajas cambiadas en daño nuestro. La diferencia de tan gran trastorno Vd. debe concebirla, puede ser que con más fuerza que yo, estando encargado de la responsabilidad y cono­ciendo la exactitud de estas verdades con más datos. En fin, amigo, lo que puedo ofrecer a Vd. es auxiliar al Perú en cuanto esté de mí parte: temo mucho sin embargo que haré muy poco si se pierden la división de Lima, y las provincias del Norte, porque entonces las cosas se ponen en un estado horrible.

Todavía no he recibido respuesta de ese gobierno sobre mi oferta de los 4.000 hombres, habiendo podido recibirla. Se dice que han dudado a causa de los chismes que inundan ese país contra mí. Además, estoy esperando de Bogotá la noticia confirmatoria y revocatoria de la venida de Calzada por el Orinoco, con 1.500 hom­bres de Puerto Rico, y una fuerte expedición de la Habana contra Panamá. Por desgracia el correo para mí ha ido a Guayaquil en mi busca y vendrá dando el rodeo de Loja donde estuve.

Nuestros oficiales y jefes se quejan horriblemente de lo que han padecido desde que se embarcaron hasta el día. Estas noti­cias, comunicadas a nuestros militares, desaniman mucho a los que deben ir. Por todas estas circunstancias reunidas no puedo asegurar cuándo irán nuestras tropas al Perú; mientras tanto, me estoy preparando para cumplir mi oferta sin falta alguna, si Vd. adopta las medidas que propongo confidencialmente; a vuelta de correo espero esta respuesta.

Soy de Vd., con la mayor consideración, obediente servidor.

BOLÍVAR

En esos días gobernaba al Perú una junta compuesta del general José de La Mar, presidente, y los señores Felipe Antonio Alvarado y Manuel Salazar y Baquijano, Conde de Vista Florida.

* De un impreso moderno. "Cartas del Libertador". (Fundación Lecuna), tomo III, págs. 315-318.

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