Guayaquil, agosto 20 de 1822.
Señor coronel Pedro Briceño Méndez.
Mi querido coronel:
He recibido ayer su apreciable de usted en que me contesta a la postdata de Quito. Es verdad que usted debe ser poco afecto a escribir, estando como está, agobiado de la secretaría de Guerra, mucho más cuando usted no ha sido nunca muy amigo de escribir y ningún interés tiene en este mundo por nada. A este propósito me han asegurado que usted pensaba dejar el ministerio, pero nadie me ha dicho si es cierta esta resolución. Si lo fuere, sentiré mucho la separación de usted del Consejo del Poder Ejecutivo, aunque no tengo derecho para expresar este sentimiento cuando abrigo la misma pretensión que usted. Sin embargo, podría hacer notar la diferencia que existe entre ambos. Yo he llegado al término de mi carrera, y ya es preciso que decline, y por lo mismo, es preciso que me proporcione una caída honrosa y suave, porque si yo no me la proporciono a mi gusto, la puedo recibir con violencia y con pérdida de todas mis adquisiciones.
Usted está en un caso diferente. Usted entra ahora en la edad de la ambición; está todavía joven; tiene la más grande aptitud para los negocios; goza de una reputación moral sin límites y está muy distante aún de alcanzar todo lo que usted merece; ¿por qué no sigue usted su carrera? Volviendo atrás, pierde usted lo que ha conquistado a costa de inmensos sacrificios, y se queda sin nada por una moderación fuera de tiempo y de propósito. Usted necesita ir adelante mucho tiempo para recobrar su verdadero precio, porque marchando con moderación y lentitud es preciso emplear mucho tiempo para hacerse valer. Usted es un hombre que nunca puede ser comprometido por ningún suceso, porque la moderación, la prudencia y la bondad guían sus pasos. Usted no debe temer nada del tiempo, y, por el contrario, debe esperarlo todo de él; pero ceso en mis consejos, porque he dicho que no tengo derecho para aconsejar lo que no pienso hacer.
Por acá hemos estado bien hasta ahora; todo se organiza y marcha. No pienso ir a Bogotá, sino después que sepa el resultado de la campaña del Perú, siendo útil por estos países e inútil por esos. Si en Venezuela se me necesita, que me llamen, iré; mas, no sé lo que será del sur. Esto vale algo y puede conservarse siempre; no sé lo que vale Venezuela, ni sé el tiempo que durará. Yo en Venezuela no haré más que correr embarcado en la tempestad en que puedo naufragar con mi nave, mientras que aquí, navegando en el Pacífico, puedo anclar cuando quiera y asegurar la nave en el mejor puerto, y con las mayores seguridades. En fin, esto puede servir para tabla de salvación.
Deseo a usted la mayor satisfacción en todos su negocios y reposo en su cabeza para que sirva o no sirva a la patria que le debe tanto.
Adiós, mi querido coronel, soy de usted de corazón.
BOLÍVAR
Postdata.—Muchas expresiones de mi parte a los demás secretarios, y a Revenga escríbale usted muchas veces de mi parte, que estoy muy satisfecho de su conducta diplomática, y que le amo mucho.
BOLÍVAR
* De un impreso moderno. "Cartas del Libertador". Complemento de las "Memorias" de O’Leary, tomo I, págs. 270-272.
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