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DOCUMENTO 6949. CARTA DE BOLÍVAR PARA SANTANDER, FECHADA EN GUAYAQUIL EL 13 DE AGOSTO DE 1822, EN LA CUAL LE AVISA RECIBO DE DOS CARTAS, LE MANIFIESTA QUE POR EL MOMENTO NO LE SEDUCE IR A BOGOTÁ, SE EXTIENDE EN CONSIDERACIONES RESPECTO A LOS RESULTADOS QUE OBSERVA ENTRE LOS HABITANTES DEL SUR, TERMINADA LA CAMPAÑA QUE LOS LIBERTO. EXPRESA RAZONES PARA NO QUERER ACEPTAR LA PRESIDENCIA Y ALUDE A OTROS PORMENORES.*

Guayaquil, agosto 13 de 1822.

Mi querido general:

Acabo de recibir las cartas de usted de 25 de junio y 6 de julio. La primera dice que no hay nada de particular ni dentro ni fuera de Colombia. Me alegro mucho para después añadir que no hay necesidad de mí en la Colombia del norte.

No me empeñaré ciertamente por el obispo de Popayán porque no tiene muchos títulos a mi agradecimiento y porque jamás he tenido otro empeño que el de echar a los españoles de Colombia.

No es extraño que mi secretario se haya olvidado de advertir que se ponga en las gacetas lo que hace honor al gobierno, porque buen cuidado tendrá el gobierno de hacerlo, porque todos quieren honor y buen nombre.

Concluye usted su carta con el deseo de verme pronto, pronto, en Bogotá. Si usted hubiera dicho en su quinta, puede ser que me hubiera seducido, pero con aquello de apuros pecuniarios, de fragatas, del señor Zea, de relaciones diplomáticas y las otras zaran­dajas de que usted me habla muy seriamente, no, no me inclinan a ir a Bogotá.

La carta de 6 de julio habla de tantas cosas que yo no puedo ni quiero hacer, que ya usted puede tomar su partido como yo he tomado el mío. Si la situación de usted lo desespera ¿qué diré yo de la mía? Acabo de salir de una horrorosa campaña, todavía no he salido de la pacificación cordial del sur y ya se me está pidien­do, por recompensa de estos servicios, dinero sacado de unos pue­blos que aún están, por decirlo así, haciéndose los melindrosos por­que Colombia los ha incorporado por su propio bien. Los habitan­tes del sur creen que hacen bastante con pagar las deudas que he­mos contraído por esta parte y con mantener nuestras tropas. Tenga usted entendido que las tropas de La Guardia en Quito han ame­nazado hacer una insurrección porque hasta ahora no se les ha dado más que la ración y alguna vez una cuarta. En Cuenca un batallón nuestro ha querido matar a sus jefes y oficiales por la misma causa. Aquí este gobierno pagaba a todo el mundo sus sueldos y pagaba una parte de su deuda mensualmente, y yo no he podido hacer otra cosa para no desacreditar la administración de Colombia. Usted entienda que todos nuestros jefes y oficiales están casi desesperados y la tropa deserta horrorosamente, tanto que de una quincena a otra hay trescientos y tantos soldados de baja en La Guardia. Yo he ordenado al general Sucre que haga lo que pueda para pagar el sueldo entero a las tropas, porque dando los dos tercios y la ración que manda el gobierno, sale más caro el soldado en detrimento de los jefes y oficiales superiores. Usted me dice de oficio que yo debo ir a encargarme del gobierno. Yo no sé por qué debo encargarme de un gobierno que he renunciado tantas veces. El congreso y Colombia saben que he dicho que prestaría mi nombre y no más. Yo no veo la obligación que yo tengo de ser el esclavo de los otros. Yo no he sido, ni soy, ni seré, ni quiero ser administrador. Yo no entiendo ninguna clase de administración. ¿Me condena usted, me dice, por más tiempo a estar en tortura! Yo repito la misma pregunta y con la misma razón añadiré otra pregunta ¿no son bastantes las penas, peligros y disgustos que he pasado en las intrincadas circunstancias?

Usted tiene muchos títulos para mi amistad; pero aquí no se trata de amistad sino de gobierno. Yo no he condenado a usted a llevar este gobierno, usted sabe que el congreso fue quien lo hizo sin interposición mía aunque con la mayor satisfacción de mi corazón. Para cuando se reúna el congreso yo habré mandado nuevamente mi dimisión y usted tendrá tiempo, mientras tanto, de consultar sus fuerzas. Persuádase usted que yo estoy muy lejos de ir a ocupar el gobierno. Usted me dice que es aprendiz de gobier­no y yo respondo que no soy ni siquiera aprendiz. Yo no tengo nada de diplomático, menos de economista y todavía menos de letrado. He sido militar, lo soy y lo seré; no piense usted recabar de mí otra cosa que lo que acabo de decir. Nada es más usurpado que el sueldo que toma el presidente y por lo mismo estoy resuelto a dejar la tal presidencia y a vivir con lo que pueda.

Lo que usted dice del anglo-colombiano, lo digo yo de todos los escritos que salgan en lo futuro a probar si hay libertad de imprenta. Ahora se habla de leyes, mañana será de personas, pasado mañana será de castas y al día siguiente será de muertos.

La carta de Salazar tiene para mí muy poco crédito porque su autoridad es de un loco, que siempre ha sido loco Carabaño. Y aquello de los bobos puede ser que el autor sea más bobo, según las pruebas que tenemos.

Nunca he dudado que usted fuese el que gozase más placer por los negocios del sur, porque lo conozco y porque, a la verdad, usted y yo estamos bien embarazados con los inconvenientes que teníamos que vencer.

Si es verdad, que no lo creo, lo que dice el general Soublette sobre la expedición española, yo iré allá, por el Istmo, con 2.000 hombres de La Guardia; esto es si el ejército de San Martín no es batido, lo que puede suceder muy fácilmente y lo que también me retiene en el sur, pues sería muy peligroso que yo me retirase a Bogotá en unos momentos de conflicto con unos pueblos de cuya fe no se puede tener la mayor confianza. Usted crea, amigo, que esto está sumiso porque yo estoy aquí con 2.000 hombres de La Guardia, y que estos 2.000 hombres no bastarían si yo me fuera antes de dejar bien establecido el sistema.

Mucho me duele que esos infames Corianos hayan costado tanta sangre y sacrificios a Venezuela, y si yo pudiera remediar con mi persona los males de aquel país, yo me iría mañana; pero no creo que con ir a Venezuela se remedie todo, y por el contrario creo que mi ausencia por esta parte pondría todo en peligro.

Adiós, mi querido amigo; soy de usted de corazón,

BOLÍVAR.

* De un impreso moderno. "Correspondencia dirigida al General Santander", volumen II, págs. 315-318.

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