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DOCUMENTO 161. CARTA FECHADA EN CUZCO, DIRIGIDA A DON JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO, EN LA QUE COMENTA LOS VALORES LITE­RARIOS DEL "CANTO A JUNIN", OBRA DEL POETA.*

Cuzco, a 12 de julio de 1825.

Señor Don José Joaquín Olmedo.

Mi querido amigo: Anteayer recibí una carta de Vd. de 15 de mayo, que no puedo menos de llamar extraordinaria, porque Vd. se toma la libertad de hacerme poeta sin yo saberlo, ni haber pedido mi consentimiento. Como todo poeta es temoso, Vd. se ha empeñado en suponerme sus gustos y talentos. Ya que Vd. ha hecho su gasto y tomado su pena, haré como aquel paisano a quien hicieron rey de una comedia y decía: "Ya que soy rey, haré justicia". No se queje Vd., pues de mis fallos, pues como no conozco el oficio daré palos de ciego por imitar al rey de la comedia que no dejaba títere con gorra que no mandase preso. Entremos en materia.

He oído decir que un tal Horacio escribió a los Pisones una carta muy severa, en la que castigaba con dureza las composiciones métricas; y su imitador, M. Boileau, me ha enseñado unos cuantos preceptos para que un hombre sin medida pueda dividir y tron­char a cualquiera que hable muy mesuradamente en tono melodioso y rítmico.

Empezaré usando de una falta oratoria, pues no me gusta entrar alabando para salir mordiendo; dejaré mis panegíricos para el fin de la obra, que en mi opinión los merece bien, y prepárese Vd. para oír inmensas verdades, o, por mejor decir, verdades prosaicas, pues Vd. sabe muy bien que un poeta mide la verdad de un modo diferente de nosotros los hombres de prosa. Seguiré a mis maestros. Vd. debió haber borrado muchos versos que yo encuentro pro­saicos y vulgares; o yo no tengo oído musical, o son... o son renglones oratorios. Páseme Vd. el atrevimiento; pero Vd. me ha dado este poema, y yo puedo hacer de él cera y pabilo.

Después de esto, Vd. debió haber dejado este canto reposar como el vino en fermentación, para encontrarlo frío, gustarlo y apreciarlo. La precipitación es un gran delito en un poeta. Racine gastaba dos años en hacer menos versos que Vd., y por eso es el más puro versificador de los tiempos modernos. El plan del poema, aunque en realidad es bueno, tiene un defecto capital en su diseño.

Vd. ha trazado un cuadro muy pequeño para colocar dentro un coloso que ocupa todo el ámbito y cubre con su sombra a los demás personajes. El Inca Huaina-Capac parece que es el asunto del poema; él es el genio, él la sabiduría, él es el héroe, en fin. Por otra parte, no parece propio que alabe indirectamente a la religión que le destruyó; y menos parece propio aún, que no quiera el restablecimiento de su trono, por dar preferencia a extranjeros in­trusos, que, aunque vengadores de su sangre, siempre son descen­dientes de los que aniquilaron su imperio; este desprendimiento no se lo pasa a Vd. nadie. La naturaleza debe presidir a todas las reglas, y esto no está en la naturaleza. También me permitirá Vd. que le observe que este genio Inca, que debía ser más leve que el éter, pues que viene del cielo, se muestra un poco hablador y em­brollón, lo que no le han perdonado los poetas al buen Enrique en su arenga a la reina Isabel; y ya Vd. sabe que Voltaire tenía sus títulos a la indulgencia, y sin embargo no escapó de la crítica. La introducción del canto es rimbombante; es el rayo de Júpiter que parte a la tierra, a atronar a los Andes que deben sufrir la sin igual fazaña de Junín; aquí de un precepto de Boileau, que alaba la modestia con que empieza Hornero su divina “Ilíada”; promete poco y da mucho. Los valles y la sierra proclaman a la tierra; el sonsonete no es lindo; y los soldados proclaman al gene­ral, pues que los valles y la sierra son los muy humildes servidores de la tierra.

La estrofa 360 tiene visos de prosa; yo no sé si me equivoco; y si tengo culpa, ¿para qué me ha hecho Vd. rey?

Citemos para que no haya disputa, por ejemplo el verso 720: [1] Que al Magdalena y al Rimac bullicioso. . .

Y este otro, 750:

Del triunfo que prepara glorioso. . .

Y otros que no cito por no parecer riguroso e ingrato con quien me canta.

La torre de San Pablo será el Pindo de Vd. y el caudaloso Támesis se convertirá en Helicona; allí encontrará Vd. su canto lleno de esplín, y consultando la sombra de Milton hará una bella aplicación de sus diablos a nosotros. Con las sombras de otros muchos ínclitos poetas, Vd. se hallará mejor inspirado que por el Inca, que a la verdad no sabría cantar más que yaravís. Pope, el poeta del culto de Vd., le dará algunas lecciones para que corrija ciertas caídas de que no pudo escaparse ni el mismo Hornero. Vd. me perdonará que me meta tras de Horacio para dar mis oráculos; este criticón se indignaba de que durmiese el autor de la “Ilíada”, y Vd. sabe muy bien que Virgilio estaba arrepentido de haber hecho una hija tan divina como la “Eneida” después de nueve a diez años de estarla engendrando; así, amigo mío, lima y más lima para pulir las obras de los hombres. Ya veo tierra; termino mi crítica, o mejor diré, mis palos de ciego.

Confieso a Vd. humildemente que la versificación de su poema me parece sublime; un genio lo arrebató a Vd. a los cielos. Vd. conserva en la mayor parte del canto un calor vivificante y continuo; algunas de las inspiraciones son originales; los pensa­mientos nobles y hermosos; el rayo que el héroe de Vd. Presta a Sucre es superior a la cesión de las armas que hizo Aquiles a Patroclo. La estrofa 130 es bellísima; oigo rodar los torbellinos y veo arder los ejes; aquello es griego, es homérico. En la presen­tación de Bolívar en Junín, se ve aunque de perfil el momento antes de acometerse Turno y Eneas. La parte que Vd. da a Sucre es guerrera y grande. Y cuando habla de La Mar, me acuerdo de Hornero cantando a su amigo Mentor; aunque los caracteres son diferentes, el caso es semejante; y, por otra parte, ¿no será La Mar un Mentor guerrero?

Permítame Vd., querido amigo, le pregunte: ¿de dónde sacó Vd. tanto estro para mantener un canto tan bien sostenido desde su principio hasta el fin? El término de la batalla da la victoria, y Vd. la ha ganado porque ha finalizado su poema con dulces versos, altas ideas y pensamientos filosóficos. Su vuelta de Vd. al campo es pindárica, y a mí me ha gustado tanto, que la llamaría divina.

Siga Vd., mi querido poeta, la hermosa carrera que le han abierto las Musas con la traducción de Pope y el canto a Bolívar.

Perdón, perdón, amigo; la culpa es de Vd. que me metió a poeta.

Su amigo de corazón.

BOLIVAR.

* Archivo del Libertador, vol. 46, folio 60. Del texto impreso en “Los Andes”, de Guayaquil, de 11 de junio de 1870. Acerca de las fuentes de este documento, de su destinatario y demás circunstancias, véase el doc. N° 153, y las notas puestas al mismo.

Notas

[1] Estas observaciones se refieren a la primera edición del canto, que salió plagada de errores. (Nota del señor Icaza que reproduce el Dr. Lecuna).

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