Otuzco, 14 de abril de 1824.
Al señor Prefecto de Trujillo.
Desde Cayapas previne a V. S. de orden de S. E. el Libertador que se solicitase con el mayor empeño en esa ciudad, en Piura, Lambayeque y aun en Guayaquil hierro de Vizcaya para construir clavos buenos de dos y media pulgadas para herrar de nuevo los caballos del Ejército que han perdido sus herraduras en el camino de Trujillo a Cimbal.
Ahora S. E. ha destinado con solo este objeto al subteniente López que pondrá en manos de V. S. un clavo de hierro de Vizcaya grande que deberá servir de modelo para todos los que se vayan construyendo de nuevo.
S. E. quiere que los clavos que V. S. haga construir sean absolutamente iguales al modelo que lleva López; del mismo tamaño, del mismo grueso y de igual cabeza, y de hierro de Vizcaya.
V. S. deberá tomar todos los herreros del país pues no puede V. S. calcular la falta que hacen esos clavos para los caballos del Ejército que sólo está parado por tan miserable falta. S. E. recomienda a V. S. extraordinariamente la pronta construcción de los clavos y previene a V. S. que se vayan remitiendo en alguna cantidad al ejército, conforme se vayan construyendo.
El comandante Paredes debe encargarse de velar sobre tan importante objeto y a su vista deberán trabajarse los clavos para que sean en todo conforme al modelo indicado.
S. E. está abismado al ver que todos los caballos herrados en esa ciudad han perdido sus herraduras habiendo prevenido siempre que los clavos se hicieren de hierro de Vizcaya.
En fin, V. S. deberá examinar prolijamente cuál es el motivo por que no se han construido buenos clavos, si consiste en ellos la forma o la calidad del hierro.
Mañana o esta tarde se remitirá a V. S. un nuevo modelo de clavo para las herraduras inglesas que hay en esa maestranza para que V. S. haga construir clavos conforme a él.
Que el hierro con que se deben construir los clavos se examine antes si es tal hiero de Vizcaya, y si es del hierro que se llama de Vizcaya, que sirve para clavos, porque es dulce, y muy dócil: porque hay otro hierro de Vizcaya que llaman de Vizcaya, que llaman agrio o recio, y este no sirve.
Este objeto de clavos debe observase tan atentamente como que sin ellos no podemos continuar con caballería la cual para estas horas está toda inútil porque los clavos con que se han herrado los caballos han sido malos y todos están rotos.
Además de los clavos que deben construirse para las herraduras que se construyan allá, que deben venir completamente dotadas de clavos y adobadas, que es el término técnico, deben mandarse clavos para todas las herraduras que han venido al Ejército porque en él no hay un solo clavo servible.
Mr. Cramond sabe donde vive Mr. Martín el cual tiene una cantidad de hierro de Vizcaya que quiso vender y se opuso un viejo, Pinillo, viudo que vive en la calle de la Merced; examine V. S. esto con los señores Martín y Cramond, solicite y compre este hierro y si resulta que es efectivamente hierro de Vizcaya, dulce, bueno, imponga V. S. una multa de cuatro mil pesos que le exigirá V. S. irremisiblemente. Lo más que interesa es tomar el hierro y después la multa.
* De un copiador de Secretaría. Archivo del Libertador. Sección O’Leary, Tomo 36, folios 317 al 318.
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