GUAYAQUIL, 4 DE AGOSTO DE 1829.
AL SEÑOR JOSÉ ANGEL ALAMO:
Mí Querido Amigo:
Hace dos o tres correos que no recibo una letra de Vd. ni para darme siquiera las buenas noticias de su expedición mercantil de Cádiz en el "Filadelfia". Parece que Vd. ha consagrado todo, todo su tiempo al cacao porque ha subido tanto. Muy bueno, y yo me alegro porque ya estarán contentos Vds, pero no me olvide Vd. enteramente, porque tampoco es Justo.
Yo sigo aquí esperando la escuadra y los comisionados peruanos, —a éstos para hacer la paz, y a aquélla para asegurarla, —mientras voy convaleciendo y reponiéndome de una grande tempestad de bilis que atormentó y debilitó mucho mi gastada máquina.
En el ajustamiento que me han enviado del Ministerio de Hacienda, de mis sueldos de enero a junio, hay una partida de tres mil pesos descontada por satisfecha a la Tesorería de Caracas, porque ésta los ha dado a Vd. y al General Briceño por mi cuenta. Yo no he podido recordar de que, o para que, haya librado tanta cantidad en ese tiempo, y quisiera igualmente que también el general Briceño me lo dijera para mi gobierno.
Expresiones a los amigos, y quedo de Vd. su amigo de corazón.
Memorias a los amigos verdaderos.
BOLÍVAR.
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