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DOCUMENTO 10215 CARTA DE SIMÓN BOLÍVAR PARA EL GENERAL DE DIVISIÓN FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, FECHADA EN LIMA EL 7 DE ABRIL DE 1825. LE INFORMA ACERCA DE LA BUENA SITUACIÓN DEL PERÚ; DE LA PRESENCIA DE SUCRE EN POTOSÍ; DE LAS ACTIVIDADES DEL GENERAL PEDRO DE OLAÑETA; DE LA PUESTA DE TROPAS A LA ORDEN DE COLOMBIA; DE SU RECIENTE DECISIÓN PARA EL ESTABLECIMIENTO DE UN CONSEJO DE GOBIERNO EN PERÚ, Y DE LOS PROYECTOS DE ALGUNOS PAÍSES SUDAMERICANOS PARA LA FORMACIÓN DE CONFEDERACIONES Y ACERCA DE SU PRÓXIMO VIAJE HACIA EL ALTO PERÚ.*

Lima, 7 de abril de 1825.

A S.E. El General Francisco de Paula Santander.

Mí Querido General:

He recibido ayer con el mayor gusto el correo del 6 de febrero que me trae la respuesta de Ud. a mi circular sobre la reunión del congreso general de los federados, y una contestación del presidente del senado sobre mí renuncia. La congratulación de Ud. sobre la campaña del Perú es muy brillante, y la carta particular aun más brillante; por todo doy a Ud. las gracias.

Por desgracia, no he recibido el correo que Ud. me dice haberme enviado con un oficial, en que me habla largamente sobre todos los negocios pendientes o que ya han pasado. Yo quedo enteramente satisfecho, como lo he estado siempre, de la amistad de Ud. y de su consagración absoluta al bien de todos y a la gloria de mi nombre. Crea Ud., mi querido general, que mis sentimientos con respecto a Ud. no han sufrido la menor alteración, en ninguna época ni en ningún momento de mi vida. Ud. ha sido y será siempre el amigo predilecto de mi estimación y de mi convicción.

Las cosas del Perú van perfectamente. El general Sucre está hoy en el Potosí o más allá. Las tropas de Olañeta se han dispersado y huyen buscando por asilo, como Bonaparte, sus más implacables enemigos: esto quiere decir, que Olañeta es él solo que anda buscando tal refugio en los países de Buenos Aires, y sus tropas se han pasado a nosotros; en fin, la guerra del Perú no ofrece el menor temor. El Callao es el sólo que combate, mas su obstinación no lo salvará de su infalible caída dentro de dos o tres meses. Por estas consideraciones repito a Ud. que disponga desde luego de 3 ó 4.000 colombianos de los que están en el Perú. La división del general Lara puede marcharse, en el momento en que se le ordene, para los puertos de Colombia. Esta división puede llevar tropa excelente del Sur para el Norte, compuesta dicha división de hombres seguros que contengan los desórdenes del Norte: así, ordene Ud. lo necesario en el Istmo para que las lleven donde Ud. quiera. Vuelvo a repetir que, en el minuto que reciba orden de Ud., marcharán estas tropas, las cuales no parten en el momento, porque estoy seguro que Ud. no ha preparado nada para ellas en el Istmo; y si allí se quedan, mueren y gastan un sentido en un país tan caro. Yo cuento que Ud. dará sus órdenes para que dentro de noventa días, contados desde la fecha de hoy, se hallen en el Istmo los buques necesarios para llevar 3 ó 4.000 hombres. Desde luego, advierto a Ud. que si van a Cartagena, los pongan en Turbaco, si van al Zulia que los pongan en Mérida, y si van a Venezuela que los pongan en Valencia o en Caracas; pues todos los individuos son de clima frío o templado, por lo menos. Si los llevan a las costas mueren infaliblemente y se pierde el sacrificio de hombres y dinero. El resto del ejército de Colombia marchará cuando Ud. quiera; dejando aquí, por ahora, 3.000 colombianos que son necesarios para mantener la unión y el orden. Yo he establecido aquí un Consejo de Gobierno, como Ud. verá por los decretos que le irán en este correo; dicho consejo no está mal compuesto, y tiene toda la autoridad del poder ejecutivo del Perú, particularmente en relaciones exteriores; a fin de que este gobierno tenga toda la independencia necesaria para obrar libremente con respecto al de Colombia. Lo que Ud. dice en su respuesta a este gobierno sobre el congreso del Istmo, me parece muy bien, porque da una base más sólida y menos eventual al mismo congreso, que se reunirá desde luego con más prontitud. El Istmo es un lugar muy insano y muy miserable; por lo mismo, creo que debe el congreso pasar a Quito, que es una ciudad muy sana y situada en el centro de la América, a 32 leguas del mar. He pensado mucho sobre esto y no encuentro lugar más conveniente para esta asamblea.

Espero que Buenos Aires y Chile entraran en la confederación, por el respeto que nos tienen y por el bien o mal que les podemos hacer. Diré a Ud., desde luego, que la federación con Buenos Aires no es ahora perjudicial, porque nos compromete con el Brasil y quizá con la Santa Alianza. La federación con los Estados Unidos nos va a comprometer con la Inglaterra, porque los americanos son los únicos rivales de los ingleses con respecto a la América. Haga Ud. examinar bien esta cuestión y yo veré con placer su resultado, porque a lo menos podremos desengañarnos, Ud. o yo, de las prevenciones que hemos concebido.

El gobierno de Buenos Aires ha sido reconocido de hecho por un tratado de amistad y comercio con la Inglaterra: esto prueba que seremos reconocidos todos.

La Inglaterra ha querido obligar al Río de la Plata a que se reúna en masa de nación por este paso de preferencia y de anticipación, digámoslo así; por lo demás, yo creo que la vanguardia la tiene siempre Colombia. Envío a Ud. una carta de dos que me ha remitido Padilla sobre su publicación. Ud. verá por ella el espíritu que tiene con respecto al gobierno y al sistema. Ruego a Ud. que no haga uso ninguno de ella, porque es una carta privada, y privadamente la comunico. Yo creo que este negocio merece muy bien la atención del gobierno, no para dar palos, sino para tornar medidas que eviten en lo futuro los desastres horrorosos que el mismo Padilla prevé. La igualdad legal no es bastante por el espíritu que tiene el pueblo, que quiere que haya igualdad absoluta, tanto en lo público como en lo doméstico; y después querrá la pardocracia, que es la inclinación

natural y única, para exterminio después de la clase privilegiada. Esto requiere, digo, grandes medidas, que no me cansaré de recomendar. Por el correo anterior escribí a Ud. diciéndole que los temores de la Francia se disminuían a cada momento, y que por lo mismo estaba resuelto a irme al Alto Perú, a transigir los negocios de aquel país con el Perú y con Buenos Aires. El Alto Perú quiere ser independiente y los vecinos quieren dominarlo. Buenos Aires tiene el derecho, y al Perú toca la conveniencia; pero la naturaleza, burlándose de todos, ha ordenado la creación de un nuevo estado, porque una capital que se halla a 500 y a 700 leguas de distancia, es fuera de todo cálculo de utilidad provincial. Mi renuncia al congreso, y lo que ha contado Santa María por allá, ha alarmado a todo el mundo, según me escriben; Ud. sabe todo lo que he dicho sobre esto y nada tengo que añadir.

Dentro de tres días parto de esta capital para el Sur, por lo cual estoy sumamente ocupado y no tengo tiempo para ser muy largo. Este viaje me ha obligado a volver a tomar a Pérez para secretario general, porque no tengo sino dos personas que puedan desempeñar este empleo, Pérez y Heres. Los caprichos de Pérez lo metieron cónsul y me privó de sus servicios, pero como él ha renunciado, he tomado este pretexto para poder decir que se ha vuelto a incorporar en el Ejército Libertador, y, por lo mismo, que puedo disponer de él en servicio de este país. Yo se muy bien que esto no es así, y que está fuera de toda regla; pero la necesidad no conoce leyes. Pérez ha tenido mucha dificultad para ceder y yo no menos me he visto en el mismo caso; mas me es imposible emplear a otro, porque Heres debe quedarse en el Consejo de Gobierno, para que mi espíritu pueda quedar en él, y no me suceda lo que a San Martín con Monteagudo y su delegado Tagle. El general La Mar está ausente, y el ministro Carrión muy malo; por consiguiente, el gobierno quedaba muy mal compuesto, si no entraba en él una persona de mi entera confianza y penetrada de mis ideas; en una palabra, mi querido general, esta cosa es, porque no puede ser de otro modo, y no busque Ud. reglas en ella. Yo he contado con la indulgencia de Ud. y lo mismo Pérez; si no, no nos hubiéramos atrevido a tanto.

Este gobierno queda encargado de entenderse con el de Colombia en todo lo relativo a las relaciones exteriores, y muy particularmente en lo que respecta a la federación americana. Los enviados del Perú estarán sin duda en el Istmo en el mes de mayo, y allí tratarán de su traslación, o de lo más que tengan por conveniente. Cada vez que pienso sobre esto me encanto, porque la erección de un gigante no es muy común. Ud. ordene que se pase por todo, con tal que tengamos federación; que se tenga deferencia a todo lo que se exija por cualquier parte, que pretenda alguna extravagancia tolerable, aunque sea por algún tiempo; quiero decir, que se conserve a todo trance la reunión federal, y la apariencia de este cuerpo político. Su mera sombra nos salva del abismo, o nos prolonga la existencia, por lo menos. Yo pienso ir al lugar de la reunión de este congreso luego que se haya verificado, a darle algunas de mis ideas que tengo en reserva.

Guatemala está reconocida por México, y debe ser admitida en la federación. Guatemala es el pueblo más federal de la América por su situación y por sus inclinaciones; por lo mismo, debemos apresurarnos a admitir a aquel estado a abrazos abiertos.

Un agente de Buenos Aires, el general Álvarez, está para llegar por momentos a esta capital; no conozco el objeto de su misión; esto nos dará facilidades para tratar de la federación.

Me tomo la libertad de incluir una carta para mi hermana. Es de la mayor importancia.

Yo no tomo ya sueldos de Guayaquil desde el momento en que me nombraron dictador del Perú. He visto una carta de Castillo en que dice que estos sueldos debían cargarse al Perú, lo que me parece muy mal; porque no ha sido mi intención estar al sueldo del Perú, entre tanto que servía a Colombia. Por lo mismo, ruego a Ud. que no se carguen mis sueldos al Perú: sería muy irregular el haber renunciado yo aquí una oferta, para hacérmela pagar por medio de una cuenta.

Las tropas no estarán en el Istmo sino para el mes de junio y por partidas de a 1.000 hombres. Un número mayor las expondría. Dé Ud. sus órdenes a los intendentes de Cartagena y del Istmo para que se entiendan conmigo sobre este transporte, preparando de antemano, donde convenga, los barcos necesarios; yo no despacharé las tropas sino cuando reciba aviso de que todo está pronto.

Soy de Ud. de corazón.

[BOLÍVAR] P.D.: Muchísimas memorias a todos los ministros y a todos los amigos.

* De un impreso moderno: Simón Bolívar, Obras completas, tomo II, pp. 113-116. El compilador dice que tomó el texto "del original", pero omite la información necesaria para su localización.

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