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DOCUMENTO 8496 INSTRUCCIONES DE BOLÍVAR AL CORONEL TOMAS DE HERES, FECHADAS EN PATIVILCA EL 9 DE ENERO DE 1824, SOBRE UNA NEGOCIACIÓN DE ARMISTICIO CON LOS REALISTAS*

Pativilca, 9 de enero de 1824.

Señor coronel Tomás de Heres.

Mi querido coronel:

Voy a confiar a Vd. una comisión que debe Vd. desempeñar con finura y puntualidad.

Se trata de hacerle entender al presidente Tagle el estado de las cosas como están, para que se penetre de la necesidad de entrar en una negociación de armisticio con La Serna y los demás españoles del Perú. Dígale Vd.:

1º - Que nuestro ejército no puede dar una batalla con los enemigos hasta que no aumentemos nuestras fuerzas con 6 u 8.000 colombianos por lo menos; que de otro modo estamos expuestos a perder el Perú y aumentar la preponderancia de los españoles en América.

2° - Que estos 8.000 colombianos no pueden venir aquí antes de seis meses por la lentitud inmensa que se ha empleado en la venida de estos refuerzos, a causa de que yo no estoy por allá, y de que nadie toma interés por causa ajena.

3º - Que si en el ínterin vienen los españoles, nosotros perderemos indudablemente nuestro ejército, sea en una batalla general o en una retirada prolongada hacia Colombia: pues los españoles, acelerando sus marchas, no dejarían de alcanzarnos y de destruirnos.

4° - Que los españoles no deben hacer ningún movimiento sobre Lima, sino que, con todas sus fuerzas, deben venir sobre Huánuco, de allí pasar a Huaylas, y después a Trujillo en busca de nosotros, todo por sierra y por un país cónsono con la naturaleza de sus indios; que en este caso ellos nos presentarán 10 ó 12.000 hombres y nosotros 6 ó 7.000, de los cuales 2 ó 3.000 son reclutas.

5º - Que para obviar todos estos inconvenientes y peligros, yo no encuentro otro medio que el de que se trate con los españoles sobre un armisticio, para dar tiempo al tiempo y ver si podemos reunir todo el ejército colombiano que espero.

6° - Que el presidente pase una comisión al congreso sobre este negocio diciendo sencillamente: que él sabe que los españoles están prontos a entrar en negociaciones pacíficas con nosotros; que La Serna ha pedido permiso a su gobierno para tratar con nosotros sobre la base de Id independencia; que siendo la época oportuna para tratar con los enemigos sobre esta materia, no se aventura nada y se pueden sacar muchas ventajas, como que de la paz se deben esperar todos los bienes y de la guerra nada más que desastres; que hable el presidente en los términos más positivos de convicción al congreso, asegurándole que se tiene esta noticia por muchos canales fidedignos, a fin de que no sea necesario decirle, para determinarlo, la verdadera causa; pues una vez que lo sepan más de dos, los españoles lo saben, aceleran sus marchas, y frustran todos mis designios.

El armisticio debe contener una cláusula: «El que quiera romper las hostilidades podrá ejecutarlo 60 días después de la notificación, o menos si es posible»; primero, para manifestarles gran confianza en nuestras fuerzas y que no es por necesidad que hacemos el armisticio; y segundo, que es el gran secreto, para romper las hostilidades cuando recibamos el ejército de Colombia, haciendo antes, con oportunidad, la correspondiente intimación, a menos que ellos quieran entra por ideas verdaderamente liberales y justas, como es probable que fuese al saber la superioridad de nuestras armas.

El presidente debe escribir con cierta franqueza al jefe de vanguardia y al virrey La Serna diciéndole: que ha llegado a su noticia que el Sr. La Serna, animado de los más nobles sentimientos de filantropía, deseaba terminar la guerra de América por una negociación pacífica; que ya basta de sangre; que el mundo liberal está escandalizado de nuestra contienda fratricida; que demasiado ha tronado el cañón; que demasiado la sangre americana ha sido vertida por la mano de sus hermanos; que siendo todos los hijos de la libertad y defendiendo los derechos de la humanidad, parece que esta guerra sanguinaria es más monstruosa por su consecuencia que por los desastres que causa; que somos hombres, y debemos emplear la razón antes que la fuerza, que nos entendamos, y que el bien de la América, como el de España, vendrán a reunirse en un mismo y solo punto; el gobierno peninsular, las cortes y el Rey han reconocido la independencia de toda la América; que Rueños Aires ha concluido ya sus tratados y Méjico lo mismo, y Colombia ha entablado ya su negociación en Bogotá con los agentes españoles sobre un armisticio y preliminares de paz; que así sólo el Perú es el desgraciado que no goza ya de reposo por no haberse entendido aun las partes contendientes; que el gobierno español puede sacar muchas ventajas de la actual posición del Perú; y que es de la prudencia humana aprovechar los últimos restos de esperanza que le quedan a la España para tratar con provecho con nosotros; que en las cortes de España se ha dicho que si el Perú fuere reconquistado por las valientes tropas españolas, entonces era la ocasión de tratar con provecho sobre la independencia de toda la América, pues que habría indemnizaciones que pedir mientras que ahora no las hay. Estas son palabras de las cortes. Que no se crea que es la debilidad la que nos obliga a ocurrir a las negociaciones, y si el gobierno español quiere mandar oficiales a ver nuestro ejército permitiendo a los nuestros examinar el suyo, no habrá ningún inconveniente de nuestra parte para que cada uno quede convencido de la fuerza de su contrario; que durante estos cuatro o cinco meses ellos no pueden bajar a la costa sin peligro de que perezcan sus tropas; y que así nada se pierde en este tiempo en que haya una suspensión de armas para convenirnos o entendernos a lo menos.

Todo esto debe ponerse literalmente como yo lo digo aquí; y Vd. debe sacar una copia de estas ideas y darlas al Sr. Tagle, si él adopta este proyecto. El puede, y lo mismo Vd., pensar alguna cosa más que se pueda añadir, pero no hay que quitar nada; porque entonces variarían mi designio, y quien sabe si lo echaban a perder.

Volveré a explicar mi secreto: que es ver cómo ganamos cuatro o seis meses, para que lleguen las tropas de Colombia que espero y entonces todo queda asegurado.

El oficial que vaya a Jauja que sea sumamente sagaz y escogido entre todos los que existan en esa capital; que inste mucho por ir donde el mismo general La Serna; que diga que tiene cosas interesantes que comunicarle verbalmente; y que, en caso de no poderlo conseguir, le diga al jefe de vanguardia que si los españoles quisieran entrar en un armisticio de ocho, diez o doce meses, las tropas de Colombia se desesperarían, porque no se les paga nada, y porque están padeciendo mil miserias y al fin se irían del país; que entonces el gobierno del Perú y el pueblo no tendrían otra cosa que hacer que el de reconciliarse con sus hermanos los españoles. Debe quejarse mucho del estado de miseria del país, y de la conducta insolente de los aliados; debe decir que todo el mundo clama por la paz, aunque los mande el diablo. Debe manifestar deseos de quedarse pero que no lo hace por miramientos a sus relaciones y a la venganza que yo tomaría de su familia. Este hombre debe ser escogido como un ramito de romero.

Toda esta tramoya parece que perjudica, pero no hay tal: a los enemigos no se les engaña sino lisonjeándolos. Y como nosotros logremos el armisticio por seis meses a lo menos, hemos logrado nuestro objeto. Y si le preguntan al oficial parlamentario ¿cuál es la opinión del Sr. Tagle, o si se le ha oído decir algo en favor de los españoles? que diga que no, y que es demasiado patriota para que entre por nada, por sus compromisos anteriores; pero que en el congreso no falta partido por los españoles y en el pueblo lo mismo, y que viéndose el presidente sin el auxilio de los aliados ¿qué fuerza le había de oponer a los españoles? y que así lo que le conviene a éstos es entrar en comunicaciones con nosotros, prolongar la guerra algún tiempo para que se fastidien los aliados, y al fin se vayan, como necesariamente debe suceder por todo cálculo bien formado. Debe darles por noticia la vuelta de los chilenos; pero que había oído decir que el Sr. O’Higgins [1] había ido a Chile a buscarlos, porque se habían ido sin órdenes de su gobierno, sólo por disgustos con el señor Guise y Santa Cruz. [2]

A este propósito diré a Vd. se vea con el señor O’Higgins a ver si quiere encargarse de una comisión que pienso darle para que vaya a Chile a traer de nuevo la expedición que, por salir de él, pudieran darle; y en el estado en que se han puesto las cosas es preciso emplear medidas muy fuertes para sacar partido. Píntele Vd. muy al vivo la estimación y aprecio que hago de su persona y mérito; no ahorre Vd. expresiones ni alabanzas. Dígale Vd. que yo lo espero todo de él, y nada de los otros.

Léale Vd. al presidente esta carta, en la parte que corresponde a la negociación con los godos. Hágalo Vd. con mucho misterio para que entienda que yo no quiero que ni aun sus propios ministros entiendan el motivo de esta negociación, y que, por la misma causa, no me he atrevido a escribirle directamente a él sobre este negocio, por si alguno de tantos sucesos casuales que ocurren en el mundo hiciese que la carta fuese vista por alguien y se descubriese el enigma de todo este negocio; pues si los godos son siquiera racionales, y saben que yo espero grandes fuerzas dentro de cuatro o seis meses, deben obrar precisamente ahora y frustrar toda mi combinación, por lo que se necesita de una sagacidad y maña muy particular para lograr esto. Medítela Vd. bien con él a ver como la mejoran en lo posible.

La cosa de Quito no me ha dado cuidado ninguno, y yo continúo mejorándome aunque lentamente.

Se me olvidaba añadir que el presidente debe hablar de las fuerzas de mi mando, de mi capacidad y mi carácter, con un tono de confianza y de jactancia que logre a lo menos imponer algo a los españoles. Esto debe decirse cuando se ofrezca enseñarles nuestro ejército, en prueba de que yo no tendré inconveniente ninguno en mostrar el valiente ejército de Colombia cubierto de nobles cicatrices. En fin, Vds. pongan allá lo más conveniente sobre esto.

También me ocurre después de escrita ésta, que la intriga con el oficial parlamentario pueda dañarlo todo si no se ejecuta maravillosamente, y, por lo mismo, Vd. verá con el presidente si conviene o no conviene que el oficial haga sencillamente su deber, o del modo que arriba he indicado.

También me ha ocurrido que la presentación del señor Alzaga y su comisión ofrece la oportunidad más plausible para entablar con los enemigos esta negociación.

Soy de Vd. afmo. de corazón.

* De un impreso moderno; "Cartas del Libertador" (Fundación V. Lecuna) Tº IV, págs. 20-25.

Notas

[1] Bernardo O’Higgins, General y político chileno, fue paladín de la independencia de su país. Viajó por Europa donde conoció al precursor Francisco de Miranda. Pasó a Argentina donde colaboró con San Martín.

[2] Andrés de Santa Cruz, militar y político boliviano, presidente interino del Perú de 1826 a 1827 y presidente de Bolivia de 1829 a 1836.

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