Pativilca, 9 de enero de 1824.
(Al señor coronel Vicente Aguirre).
Mi querido coronel:
La apreciable de Vd. de 22 de agosto ha llenado la medida de mi indignación con respecto a esa sediciosa municipalidad, y los representantes de ese pueblo a quien yo he tratado de un modo bien diverso al que merecía la conducta que ha observado desde su agregación a Colombia. El no ha sufrido más males, de parte del gobierno y de la mía, que haber puesto a su frente hombres que tienen tantas virtudes como Arístides; [1] pero él con nada ha quedado satisfecho; la ingratitud más negra y más detestable ha sido el resultado de los bienes que nosotros les hemos proporcionado a costa de los mayores sacrificios. La ingratitud es el crimen más grande que pueden los hombres atreverse a cometer; pero yo he resuelto castigarla, y, abandonando del todo una tierra que ha producido tales malvados, yo la haré recibir de manos de los españoles lecciones que la escarmienten. He resuelto hacer esto, y lo cumpliré indefectiblemente.
Ponga Vd. en libertad al sargento Ramón La Torre.
Incluyo a Vd. esa representación a la corte superior de justicia de Quito, para que Vd. haga que se ventile este asunto con toda la imparcialidad que exige la justicia. Mi honor está vulnerado, y yo no puedo permitir que esto se haga impunemente. Yo quiero, pues, que la corte conozca sobre este asunto, y que sea Vd. el órgano por medio del cual se esclarezca la verdad en una materia de tanta trascendencia.
Dígale Vd. al tribunal de Quito, que yo espero la vindicta de mi reputación de su justicia, y que espero igualmente que se la harán a Vd. por la atroz calumnia que le han levantado los malvados, falsificándole su firma y suponiéndole idea favorable a los godos. Dígale Vd. a esos señores que a ellos les toca lavar la mancha de ingratitud y maldad que han echado sobre Quito sus diputados y sus municipales. Dígales Vd. de mi parte que yo lo espero todo de su honradez; pero que, si no fuere así y paliaren a sus paisanos, merecerán ser envueltos en la ruina que amenaza a Quito, pues, sin los colombianos, ni Quito ni el Perú serán jamás libres.
Soy &.
En O’Leary, XXIX, 373, aparece esta carta dirigida a Salom, mas por el texto se comprende que lo fue al notable quiteño, coronel Vicente Aguirre, apoderado del Libertador en la causa que éste intentó, por agravio contra la municipalidad de Quito. Véase la actuación de Aguirre en O’Leary, XXII, págs. 274-293.
* De un impreso moderno; "Cartas del Libertador" (Fundación V. Lecuna) Tº IV, págs. 16-17, segunda edición, Caracas, 1966.
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