Pativilca, enero 9 de 1824.
Al señor Secretario de Estado y del Despacho del Interior de Colombia.
S.E. el Libertador ha visto con sumo desagrado la nota pasada por los Representantes de Quito [1] los señores Miño, Guerero y Chiriboga, a la Municipalidad de la misma ciudad que en copia tengo la honra de acompañar a US., para que se sirva elevarla al conocimiento del Excmo. señor Vicepresidente de la República.
Para la conservación del Distrito del Sur de Colombia, era de necesidad absoluta alejar y exterminar los enemigos externos que sojuzgan aun la mitad del territorio y población del Perú, y extinguir los internos que ocupaban a Pasto como el mas formidable atrincheramiento contra las armas de la libertad. S.E. al encargarse de la dirección de la guerra en el Perú, no ha tenido otras miras, y el éxito de una campaña tan arriesgada como la de esta parte, debe depender del número y cualidad de los ejércitos combatientes. Para la formación del ejército libertador, para el sostenimiento del mismo ha sido indispensable dictar algunas medidas, que aunque fuertes para los pueblos del Sur, eran muy inferiores a las que se han tomado en la Nueva Granada y Venezuela, eran de poca duración y debían por ello asegurar el imperdurable goce de una paz y tranquilidad a que no sin acreedores. Su indolente apatía, su criminal egoísmo no ha podido menos de manifestar su resentimiento por la conducta de sus Jefes, que si han cometido alguna falta, es haber disimulado los sediciosos procedimientos de la Municipalidad de Quito y haber empleado los medios más suaves e ineficaces para hacer efectivos los moderados empréstitos que le pidieron al Departamento. La Provincia de Guayaquil ha hecho muchos más servicios que la de Quito, siendo cinco veces inferior a ésta, y sin embargo está contenta y satisfecha.
Tamaña ingratitud ha ofendido altamente la delicadeza de S.E. el Libertador, quien a presencia de un documento tan denigrante de su comportación, como que S.E. y no los Jefes de la República ha sido el que ha dado las providencias que se queja me manda decir a US., para que se sirva elevarlo al Poder Ejecutivo y al Congreso, que S.E. va a separarse de la campaña del Perú, a restituirse a Bogotá y renunciar de nuevo la Presidencia.
S.E. no puede ya continuar en el mando militar y político del Sur, porque su salud está muy gravemente atacada y le parece ya imposible continuar en este terrible clima, y mucho menos aún en el Departamento de Quito, donde no quiere permanecer para que no se multipliquen las calumnias contra su reputación y gloria.
S.E. no desconoce que esta medida será sumamente perjudicial a la causa pública, pero siendo la necesidad la que dicta su separación, no le es posible darse una salud que ya no tiene, cuando al mismo tiempo su celo se entibia al aspecto de la espantosa ingratitud de los mismos pueblos cuya vida defiende, y a los cuales les hemos consagrado lo más precioso en hombres y tropas que posee Colombia.
En fin señor Secretario, US. puede contar sobre este dato para que el Supremo Poder Ejecutivo calcule la extensión de los resultados de esta medida, que no será una línea menos que el aliento de los españoles y el desaliento de los pueblos del Sur. Por lo mismo, S.E. recomienda más fuerte y más ardientemente el envío de los 12.000 hombres que se han pedido y que ha ido a buscar el señor Coronel Ibarra, para que los enemigos no vayan a tocar a las puertas de la capital de la República, lo que S.E. cree indefectible si no vienen dichos 12.000 hombres, y en anunciarlo así al Gobierno, cumple con su deber, y es el último servicio que le hace.
Dios, etc.
J. GABRIEL PÉREZ
* De un impreso moderno. O’Leary, "Memorias", Tº XXI, págs. 270-271.
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