.
Portada del sitio > 25) Período (01ENE AL 28FEB 1824) Correspondencia Oficial > DOCUMENTO 8460 CARTA DE BOLÍVAR AL PRESIDENTE DEL PERÚ, MARQUES DE TORRE (...)

DOCUMENTO 8460 CARTA DE BOLÍVAR AL PRESIDENTE DEL PERÚ, MARQUES DE TORRE TAGLE, FECHADA EN PATIVILCA EL 7 DE ENERO DE 1824, LE HABLA DE LA SITUACIÓN CONFLICTIVA QUE VIVE EL PERÚ*

Pativilca, enero 7 de 1824.

Al Excmo. señor Presidente del Perú, Marqués de Torre Tagle.

Mi querido Presidente:

Anoche tuve la satisfacción de recibir la carta y oficio de Vd. por la cual me felicita y, al mismo tiempo, se conduele por la indisposición que he sufrido. Agradecido como debo a una sincera expresión de amistad y de consideración de parte de Vd., retorno mis gracias a un tan digno amigo. Mucho siento el suceso de los Granaderos del Río de la Plata, pues esto indica un estado de anarquía continuado y perenne. Tenga Vd. la bondad de decirle al general Martínez, de mi parte, que yo celebraría mucho que, por el honor de las armas de su país, se hiciese un castigo ejemplar con los cómplices de este suceso, que si fuesen de Colombia, él vería si yo los castigaba como he mandado juzgar rigurosamente a los autores de un tumulto de armas que hubo en Trujillo entre los coraceros del general La Fuente y los húsares de mi escolta, pocas horas después de mi salida de allí. Todo por el odio que nos profesan los del partido de Riva Agüero, que siempre nos ven como a los usurpadores del Perú, habiéndonos antes calumniado tanto en el gobierno con tan impuras suposiciones. Así es, amigo, que sólo el general Martínez y su división tienen con nosotros buena armonía y cumplen con su deber como buenos aliados. Yo estoy muy agradecido al general Martínez, que ha dado tan buen ejemplo. Por lo demás, Vd. ha visto lo que han hecho los chilenos.

De esto tengo que poner a Vd. una queja, porque la creo fundada: el director Freiré me escribió dándome muchos cumplimientos por mí venida al Perú, y, en consecuencia, me ofreció que serían más amplios los servicios de Chile con este motivo; él me congratula por el mando supremo que me han dado en el Perú: luego estas tropas vinieron a mis órdenes. Por otra parte, el Perú siempre ha dispuesto del mando supremo de las armas de los aliados como ha querido, y, por lo mismo, habiendo sido nombrado por el congreso, soy un legítimo jefe del ejército aliado. De aquí resulta, que los chilenos que estaban en el Callao no han debido irse sin mi conocimiento, y que parecía que Vd. me faltaba dejándolos ir sin mi consentimiento.

El hecho es que el congreso tampoco ha debido decidir en negocios militares sin oírme, porque si él manda por una parte, y yo por la otra al mismo ejército, tendremos un monstruo que devorará al Perú. De aquí ha venido un decreto que será siempre desaprobado por la justicia, por la libertad y la política. ¿Dónde se ha visto que a unos soldados libres, por premio de su fidelidad a mis banderas, se les mande nuevamente a las cadenas? ¿Será posible, ni conveniente, que mientras que todos los aliados están haciendo grandes sacrificios por el Perú, éste mande retirar del servicio a los libertos?... Así va todo.

También tengo otro sentimiento, y es el modo con que se ha manejado el negocio del señor Delgado en Cajatambo. No hay una autoridad, por miserable que sea, a la cual no se consulte sobre los negocios en que ella ha intervenido, antes de decidir nada. Conmigo no se ha tenido esta consideración que merece el último alcalde.

También estaba sumamente incómodo al saber que ni al batallón Vargas se le daban los fusiles que había pedido; que tampoco se entregaban los caballos que trajo el general Sucre del Sur; que el mismo batallón no salía a pesar de mis órdenes; pero ya he tenido la satisfacción de ver que se empiezan a cumplir éstas, y en adelante espero que todas serán cumplidas, siquiera por el gobierno, ya que tantos facciosos y tantos forasteros no hacen más que burlarse de ellas y despreciarlas.

Mi querido general, Vd. crea que el país no se salva así. El mío se ha libertado porque ha habido unidad y obediencia: no siempre voluntaria, pero siempre constante. De Pradt dice, con mucha razón, repitiendo a los maestros de la guerra, que el alma de ésta es el despotismo; es decir, mando sin límites y obediencia sin examen. El congreso, es verdad, me ha autorizado suficientemente, pero el mismo congreso anda ya embarazándome con sus providencias. El gobierno debía consultarme hasta para el ejercicio de sus funciones naturales, y el gobierno no lo hace. De este modo yo no puedo hacer nada que corresponda a las esperanzas del Perú, a su libertad, en fin.

Si las cosas continúan de este modo, yo me descargaré de la responsabilidad a que me he sometido gustosamente para contribuir a la felicidad de este país; pero antes daré al público un catálogo de las causas que me han obligado a ello, y me retiraré llorando la suerte del Perú, la de mis buenos amigos y, muy particularmente, la de su digno Presidente, a quien amo tan cordialmente, como a mi mejor amigo, y a quien me atrevo a hacer esta confidencia sin rodeos, animado de la ilimitada confianza que me inspira su amistad. En fin, mi querido Presidente, Vd. reciba con indulgencia estas líneas que ha dictado el corazón y la fuerza de mi carácter.

Ya se me había olvidado decir a Vd., que mi secretario escribe a la secretaría del congreso instándole fuertemente sobre medidas seguras para obtener recursos para el ejército. Esta condición es sine qua non. la mitad del Perú está libre, la otra mitad la tienen los godos. Nosotros tenemos congreso, ellos no lo tienen, y todo marcha por allá abundantemente, mientras que nosotros perecemos de un modo que no es creíble a nadie que no lo vea. Venezuela tuvo catorce años de una guerra exterminadora y nunca tuvimos 400.000 almas libres, siendo el país más pobre de toda la América, pero sus hijos no han hecho nada, nada para impedir que los salvásemos. Vds. tienen cuatro años de güerra de pan pintado: aquí no se ha exterminado nada, y éste es el segundo país de la América toda, en cuanto a riquezas.

Deseo tener un grande ejército del lado de Huánuco para poder impedir que los enemigos bajen a Lima, por lo mismo, quiero que el batallón Vargas esté pronto para marchar a la sierra, a fin de aumentar nuestras tropas por aquella parte. Con las tropas del Perú y del Río de la Plata sobra para defender el Callao; que se hagan nuevas reclutas en el departamento de Lima y de la costa para aumentar el batallón de Pardo de Zela, que debe residir en el Callao para asegurar los reclutas; este batallón no debe bajar de 1.000 plazas, pues, sin contradicción, tiene el mejor jefe que hay, según me ha informado todo el mundo; después, que los reclutas sean todos de la costa, porque si no, se mueren. Además, se pueden mandar cuadros a este departamento y al de Lima a Ivatnar tropas para que sirvan a aumentar la defensa del Callao.

Diré a Vd., de paso, que toda tropa del Perú que no se emplee encerrada en una plaza fuerte se deserta sin remedio, y se pierden el gasto y el trabajo. No puede Vd. imaginarse la dificultad que hay para retener en las filas las tropas que están en el norte. Así es que todos los días se renuevan los batallones, y ya sólo quedan reclutas. En cuanto se les pone a dormir al raso o a hacer largas marchas se quedan todos desertados. Las tales tropas no valen un comino; sus propios jefes me pidieron que los mandara al Callao; pero siendo serranos yo veía que iban a morir todos después de trasportados todos allá. Prefiero mandarlos a Cajamarca donde comen de balde y es buen temperamento. Los fusiles que tienen no valen nada tampoco. En fin, yo digo a Vd. con franqueza que no cuento más que con las tropas de Colombia, y, por lo mismo, me veo obligado a sacar las últimas que quedan en el Callao y en Lima a fin de poder hacer algo que valga.

Adiós, mi querido Presidente, soy de Vd. con la mayor atención su afectísimo amigo y servidor.

BOLÍVAR

NOTA: Tres versiones de esta carta han llegado a nuestras manos: de O’Leary, Pérez y Soto y Arístides Rojas, publicada esta última en la «Opinión Nacional» de Caracas del 17 de agosto de 1878; todas tres llenas de errores. Con las dos últimas hemos corregido la de O’Leary, subsanando además equivocaciones de copia evidentes.

* De un impreso moderno; "Cartas del Libertador" (Fundación V. Lecuna). Tº IV, págs. 9-12.

| | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0