Secretaría General.
Cuartel General en Pativilca a 6 de enero de 1824.
Al señor General de División Antonio José de Sucre.
Señor general:
Sin entrar en varios pormenores a que se contrae V.S. en sus comunicaciones de 18, 19 y 29 de diciembre sobre la colocación que pudiera darse a los cuerpos del ejército del mando de V.S. y sin procurar objetar las medidas que V.S. propone para ocupar la provincia de Jauja, [1] sus ventajas, &., &., diré a V.S. sencillamente:
Que S.E. el Libertador ha facultado ampliamente a V.S. para que opere con el ejército de su mando del modo que juzgue más conveniente en todos los casos que se presenten en el decurso de la campaña. Mas con todo quiere S.E. que las resoluciones de V.S. sean tomadas después que haya sido V.S. bien informado de la mente de S.E. y de sus opiniones sobre el particular.
S.E. mira la colocación de los cuerpos del ejército en escalones como la posición menos expuesta a ser sorprendida, menos arriesgada a un contraste, más cómoda para subsistir y más fácil de moverse en una retirada. De consiguiente la cree muy ventajosa respecto a la del enemigo: porque en caso que éste intentase atacar el primer cuerpo, éste se movería a retaguardia, atraería al enemigo sucesivamente a nuestras posiciones y dejaría a V.S. la elección del campo de batalla. Distraída de este modo una parte de las fuerzas españolas y debilitadas éstas en su centro sería fácil de ocupar a Jauja con el cuerpo de tropas nuestras que se hallan cerca de la capital y que no bajarán constantemente de dos o tres mil hombres disponibles.
S.E. el Libertador considera no sólo muy precarias las ventajas que podrían obtenerse de la ocupación de la provincia de Jauja, sino al mismo tiempo sería muy arriesgada cualquiera tentativa que V.S. hiciese sobre el enemigo por aquella parte: porque al momento que V.S. se dirigiese hacia la provincia de Jauja le cargarían los enemigos con fuerzas tan superiores que le obligarían a una retirada. En ésta perderían nuestras tropas su moral mientras las del enemigo (que ya otra vez han visto retirarse a los colombianos sin batirse) adquirirían un orgullo y un ascendiente inconcebible sobre los nuestros. Además tendría lugar un choque inevitable entre ambos ejércitos en el que todas las desventajas estarían por nosotros; porque teniendo los españoles una movilidad extraordinaria, pondrían a V.S. en un compromiso inesperado sin darle tiempo a ser reforzado por los cuerpos de reserva. Obligadas las tropas de V.S. a esforzar sus marchas se maltratarían infructuosamente y quizás sufrirían una disolución de que ya tenemos el ejemplo. Invadir una provincia que no ha de poderse conservar es aventurado todo sin esperanza de obtener fruto alguno.
Nada desea con más ansia S.E. el Libertador que el aumento del ejército para que cuando se presente el enemigo pueda ser rechazado y aun batido con seguridad del triunfo por nuestras armas. Y como esto no puede tener efecto hasta el mes de mayo, S.E. desearía que conservadas las tropas en cantones seguros, se mantuviese sólo un cuerpo de observación sobre Huánuco. [2] Cuatro mil hombres esperaba S.E. del Istmo, y éstos han empezado a llegar. La primera división no tardará ocho días en hallarse aquí: la segunda estará a mediados del que entra. Engrosado así nuestro ejército y adquirida la facilidad de transportar a cualquiera puerto del norte las fuerzas del Callao y Lima tan luego como se necesiten, pudiendo V.S. contar además con 800 a 1.000 muy buenos caballos: S.E. concibe que nada sería más conveniente que atraer los enemigos lo más hacia el norte que fuese posible. Las llanuras inmensas que por esta parte se presentan, la circunstancia de ser Trujillo una pequeña ciudad amurallada y de que 5.000 hombres empleados en defenderla podrían obtener las ventajas incalculables de que V.S. mismo tiene una idea, le hacen pensar al Libertador en diferir las operaciones activas hasta el mes de mayo, y en emplear el tiempo intermedio en la reorganización del ejército: en disciplinar los cuerpos: reponer sus bajas y acopiar todos los medios de movilidad. Por otra parte S.E. ha pedido al poder ejecutivo de Colombia, y espera sin duda, 9.000 hombres más que deben darnos una preponderancia bien considerable sobre el enemigo. Valorizadas que sean por V.S. todas estas consideraciones que someto al juicio de V.S. y en presencia de las ocurrencias que ofrece la guerra y de los conocimientos prácticos que V.S. ha adquirido en el país, V.S. puede obrar conforme a las circunstancias, pues para todo está V.S. plenamente autorizado por S.E. el Libertador en cuyo nombre tengo el honor de dirigir a V.S. esta comunicación.
Dios guarde a V.S. Señor general.
JOSÉ D. E. PINAR
De un impreso moderno. "Correspondencia del Libertador" (1819-1829). Fundación Vicente Lecuna. Banco de Venezuela (Caracas 1974).
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