.
Portada del sitio > 8) Período (26DIC 1815 AL 29DIC 1816) Correspondencia Oficial > DOCUMENTO 1709. COMUNICACIÓN DE BOLÍVAR AL GENERAL JUAN BAUTISTA ARISMENDI, (...)

DOCUMENTO 1709. COMUNICACIÓN DE BOLÍVAR AL GENERAL JUAN BAUTISTA ARISMENDI, FECHADA EN GUIRIA EL 21 DE AGOSTO DE 1816, CON LARGO INFORME SOBRE LOS SUCESOS DE OCUMARE.*

[Al General Juan Bautista Árismendi]

Excelentísimo Señor:

Hasta ahora no había podido participar a V.E. los sucesos de la expedición de Ocumare [1] porque las circunstancias me lo habían impedido, y aún al presente apenas puedo hacerlo muy lacónicamente. Necesitaría un volumen para asignar las causas que han promovido esta expedición, y las circunstancias inevitables que han producido sus funestos efectos.

Embarcados los 600 hombres reunidos en Carúpano, dio la vela nuestra escuadra el 2 de julio, y el 6 al mediodía ocupamos a Ocumare sin disparar un tiro de fusil. A las 9 de la noche hice marchar casi todas mis fuerzas al mando del coronel Carlos Soublette, con orden de que se apoderase de La Cabrera y se fortificase en ella; seguro de que la posesión de este importante punto militar, le daría la de todos los Valles de Aragua, donde infaliblemente formaría un ejército; mientras que yo reclutaba en Ocumare cuantos hombres eran capaces de tomar las armas, para custodiar todo el parque que había hecho desembarcar de la escuadra, que estaba resuelta a salir a cruzar al tercero día como lo hizo, a pesar de mis instancias para que permaneciese en aquel puerto para su seguridad. Proclamé la libertad general de los esclavos; invité a los libres; comisioné al comandante Piñango [2] para que ejecutase lo mismo en Choroní y toqué cuantos resortes estaban a mi alcance para realizar mi proyecto.

El Coronel Soublette con una marcha rapidísima, sorprendió y batió en la Cabrera un escuadrón de Húsares de Fernando 7°, hizo prisionero a su Comandante Don N. Eras [3] y les tomó la mayor parte de sus carabinas y uniformes.

Una carta interceptada por Soublette en que participaban la llegada de Morales [4] a Valencia con un ejército de siete mil hombres, hizo que aquel valiente oficial aunque creyó exageradísimo el número, temiese ser atacado por fuerzas superiores, y aún cortado, por lo que se retiró el mismo día hasta el pie de la cuesta de Ocumare. El enemigo reunió sus fuerzas en número de 600 hombres y lo atacó al siguiente día por la tarde, y aunque fue rechazado, Soublette se retiró a la cumbre, porque aproximándose la noche podía ser cortado por la espalda. La infausta noticia del movimiento retrógrado de Soublette me hizo marchar el 13 con los pocos reclutas que había levantado en Ocumare, para incorporarlos a la división y atacar al enemigo. La misma noche ordené que al romper el día se ocupasen nuestras posiciones de defensa, mientras se incorporaba el refuerzo de 150 hombres que salió conmigo de Ocumare.

El enemigo, que había permanecido al frente, se puso en movimiento con un cuerpo de tropas superior al nuestro, e incomparablemente más aguerrido. Tomó posiciones en una cañada al pie de nuestras alturas, y sosteniendo un fuego vivísimo por espacio de dos horas, avanzó trepando por aquellos riscos del modo más audaz; mostrando una gran confianza en el suceso, que al fin obtuvo. Desgraciadamente la ala izquierda enemiga estaba opuesta a nuestra derecha compuesta de los últimos reclutas, aunque colocados en una situación inabordable. Yo ordené a mis tropas avanzar al encuentro de nuestros enemigos, pero las dificultades parecían insuperables a soldados bisónos, aunque en efecto no lo eran, y los españoles se condujeron en aquel día con un valor verdaderamente heroico. Igualmente ordené que se atacase al enemigo por su flanco derecho; mas no teniendo un cuerpo disponible, teníamos que debilitar nuestra línea, que habría sido necesariamente cortada siempre que hubiésemos ejecutado este movimiento; así no tuvo efecto la orden. Por último, desalojada mi derecha que ocupaba la parte más elevada del campo, el resto de nuestra línea se vio forzada a abandonar el terreno y replegó hacia la cumbre de la montaña. Perdimos 200 hombres entre muertos y heridos, y en esta retirada quedó cortado un trozo de nuestras tropas.

En estas desgraciadas circunstancias nos hallamos reducidos a marchar al puerto de Ocumare pues que ya no teníamos víveres; habíamos agotado las municiones que habíamos llevado; nuestro cuerpo se debilitaba con la conducción de los heridos y la deserción de todos los habitantes de la costa que habíamos reunido; en una palabra, el número total que nos quedaba no pasaba de 300 hombres. ¿Qué partido podíamos tomar en un estado tan lamentable? Un ejército vencedor sobre nosotros; las plazas de Puerto Cabello y La Guaira podían ofendernos por ambos flancos; la escuadra española en aptitud de desembarcar las tropas que quisiera en cualesquier punto de la costa; la nuestra cruzando; nuestro parque de armas y municiones, debían ser la presa del enemigo si no lo embarcábamos; nuestras tropas no podían sostenerse en un lugar enteramente indefenso. Nos era preciso tomar una pronta medida de salvación. Ordené al Mayor General de Marina [5] embarcarse todo en el bergantín Indio Libre [6] perteneciente al Estado, y observó no tenía confianza en dicho buque, y que sería preferible embarcar nuestras armas y pertrechos en dos buques mercantes que a la sazón se hallaban en el puerto, como lo ejecutó con la mayor parte de nuestro parque.

La noche del mismo día 14, recibieron orden nuestras tropas de marchar por tierra a Choroní, para donde iban nuestros buques, que no podían conducir a su bordo más mujeres y niños que los que llevaban. Así lo hicieron escoltando en el tránsito a una inmensa emigración que reclamaba nuestra protección contra la crueldad española, y la misma noche se hicieron a la vela el bergantín y los dos transportes sin esperar órdenes mías, y sin que el Mayor General Villeret pudiese venir a tierra a recibir las órdenes y a darme cuenta de todo. Al momento preví una segunda representación del suceso de Cumaná del comandante Bianchi [7]. En consecuencia tomé la misma medida que entonces, para salvar, si era posible, nuestros elementos militares. Llegué a bordo estando ya el bergantín a la vela; quedamos delante del puerto toda la noche hasta el otro día, que el Comandante [8], por mi orden, comunicó a los buques mercantes mi resolución de ir a Choroní, hacia donde ya habían marchado nuestras tropas. Luego hicimos rumbo hacia aquella parte y nos alejamos de los transportes; mas éstos en lugar de seguirnos, hicieron vela hacia Bonaire [9], que está situada a poca distancia de la costa; observando esto el Comandante siguió las aguas de aquellas embarcaciones que tanto nos interesaban, pues que llevaban los últimos restos de nuestros recursos militares. Les hicimos fuego, pero en vano, pues ya habían ganado mucho camino y ya era muy tarde cuando los alcanzamos. Entonces yo calculé que era preferible seguir en conserva con ellos, que forzarlos a seguir nuestro rumbo; puesto que la noche se aproximaba y en ella la obscuridad los favorecía para escaparse y lo perderíamos todo. El comandante de nuestro bergantín llenó perfectamente su deber; pero los transportes no. Ellos temían ir a nuestros puertos, temiendo nuevos desastres, y temiendo nuevas pérdidas en sus especulaciones. Por otra parte, se les ofreció la cuarta parte de los efectos que tenían a su bordo, y a más, hacerse pagos por sí mismos de ciertas cantidades que el Gobierno les debía. Todo conspiraba a alejar aquellos comerciantes de nuestro país. Tan vehemente fue la sospecha de Villeret [10] contra el comandante del bergantín, que no permitió se embarcase un solo fusil en él, a pesar de haber dejado en la playa más de 1.000, fundando su raciocinio en que el valor de nuestros objetos sería un nuevo motivo para llevarse el bergantín. Esta infundada sospecha es la causa de mi separación de las tropas y de la costa. Al segundo día después de haber arribado a Bonaire, se presentó la escuadra del almirante Brión [11], quien obligó a los buques mercantes a devolvernos nuestras armas y pertrechos de que pretendían privarnos uno por justos reclamos y otro sin derecho. Yo me embarqué la mañana siguiente para Choroní, que encontré ocupado por el enemigo. Toqué en Chuao [12] donde examiné dos espías que acababan de llegar de los Valles de Aragua, y supe por ellos que reunidas nuestras tropas con 300 hombres de Choroní montaban a 600, los cuales habían tomado Maracay a fuerza de armas y pasando rápidamente por los Valles de Aragua habían llegado hasta La Victoria [13], para seguir de allí a los Llanos. Como yo iba solo, volví a Bonaire a embarcarme en el bergantín Indio Libre, el cual me ha conducido aquí, después de 32 días de navegación, habiendo tenido que buscar agua y víveres en las costas enemigas de las Antillas. Me hallo aquí disponiendo mi marcha hacia Maturín, con todas las fuerzas, armas y pertrechos que poseemos, y probablemente la partida será mañana, llenos de esperanzas lisonjeras, puesto que de-bemos hallar en los Llanos un ejército compuesto de las divisiones de los Generales Piar [14], Monagas [15], Rojas [16], Cedeño [17], Zaraza. [18] y Mac-Gregor [19] que últimamente quedó mandando la que yo desembarqué en Ocumare y debe haberse reunido con Zaraza y Monagas. Dueños nosotros de los Llanos, nos pondremos en comunicación con los cinco mil granadinos que manda el General Valdés [20] en Harinas [21]. Así engrosadas nuestras fuerzas podremos obrar sobre Cuma-ná y Guayana a la vez, y sucesivamente contra las otras Provincias que ocupan los Españoles. Necesitamos de la cooperación activa de nuestros hermanos, y de los extranjeros amigos de la América que residen en las colonias, quienes nos traerán armas y municiones en cambio de millares de muías y novillos que tenemos en los puertos de San Juan, Púnceles y El Tigre [22], comercio que no admite la menor dificultad y que producirá infinitas ventajas recíprocas.

No debemos desmayar por este último infortunio. El estado de los españoles es lamentable: el descontento de los pueblos es general, y no es justo en circunstancias tan propicias perdamos una constancia que nos debe salvar.

Cuente V.E. que le serán enviados todos los novillos que podamos embarcar en los buques mercantes y de guerra que tenemos; pero no será inútil que V.E. envíe cuantos se le proporcionen para este efecto. Al mismo tiempo V.E. debe enviarnos todas las armas que no le sean absolutamente necesarias para la defensa de la isla, que nos hacen suma falta para armar un sin número de hombres que quieren sacrificarse por la libertad.

Dios guarde a V.E. muchos años.

Cuartel General de Güiria, agosto 21 1816. 6°.

Exmo. Señor.

BOLÍVAR.

P.D. El batallón de Güiria queda de guarnición en este punto, tanto para conservarlo, como porque a sus hijos les es muy doloroso abandonarlo.

[Consta una nota inicial:] Legajo 17, N° 2. Dos hojas.

* De fotocopia del original. Este pertenece a una institución colombiana que lo prestó para que fuese exhibido en la exposición organizada en el Capitolio Nacional de Caracas en diciembre de 1969 con motivo del Sesquicentenario de la Ley de Angostura creadora de la Antigua Colombia (la "Gran Colombia") 1819-1969. La Comisión Editora ha tenido a Ja vista un fotostato del original. La firma de Bolívar es autógrafa. El resto del documento, incluida la postdata, es de letra de José Gabriel Pérez, quien ejercía entonces junto al Libertador funciones de Secretario. Sobre Güiria, véanse la nota 3 del Doc. N° 143 y la nota 1 del Doc. N° 508.

Notas

[1] Ocumare de la Costa, población ya mencionada.

[2] Francisco Piñango.

[3] N. Eras, oficial de Caballería español, sobre quien no hemos hallado mayor información. El apellido podría ser también "Heras". La "N" indica que se desconocía su nombre, o que Bolívar no lo tenía presente al escribir.

[4] El Brigadier realista Francisco Tomás Morales, sobre quien pueden consultarse la nota 24 del Doc. N° 970 y la nota 1 del Doc. N° 1082.

[5] Como se precisa más abajo, lo era el Mariño francés Agustín Gustavo Villeret, ya mencionado anteriormente.

[6] Este bergantín "Indio Libre" era uno de los buques capturados en Carúpano por la Escuadra republicana.

[7] Se refiere a lo ocurrido en Cumaná en agosto de 1814. Véanse, sobre este asunto, los Docs. Nos. 922 y 923, en la Correspondencia Oficial. Sobre la persona de José Bianchi, la nota 1 del Doc. N° 794.

[8] El Capitán del Indio Libre, un Mariño francés de la isla Guadalupe, de apellido Puquet.

[9] La isla de Bonaire se halla situada frente a las costas de Venezuela, a la altura de Puerto Cabello, aproximadamente. Era entonces, como hoy, una dependencia del Reino de los Países Bajos.

[10] 1Agustín Gustavo Villeret.

[11] Luis Brión.

[12] 1Chuao, lugar situado en la costa del actual Estado Aragua, no lejos del puerto de Choroní.

[13] Véase, sobre La Victoria, la nota 2 del Doc. N° 279.

[14] Manuel Piar, antes citado.

[15] 10.José Tadeo Monagas, antes citado.

[16] Andrés Rojas, antes citado.

[17] Manuel Cedeño, o Sedeño. Véase la nota 7 del Doc. N° 459

[18] El General Pedro Zaraza (Chaguaramas, c. 1790-Caracas, 1825), prócer militar venezolano activo en el Oriente y en los Llanos, de destacada actuación como jefe de Caballería.

[19] Gregor Mac Gregor, antes mencionado.

[20] Se refiere aquí al prócer militar venezolano Miguel Valdés, sobre quien puede consultarse la nota 4 del Doc. N° 512.

[21] sobre Barinas, véase la nota 10 del Doc. N° 193.

[22] San Juan, Púnceles, El Tigre, eran puertos de la región del Guarapiche, en el actual Estado Monagas.

| | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0