San José de Cúcuta, 5 de mayo de 1813. Mi querido Leleux:
Recibí la apreciable de V. fecha 1° del pasado al regreso de Santo Domingo [1] cuyo viaje yo ignoraba, y no dudo haya sido causado por un gran motivo cuando el Presidente [2] se desprendió de V. para enviarlo a una expedición tan aventurada donde habría poco que conseguir y muchos peligros: en fin, yo celebro infinito que V. esté ya de regreso para que coopere en cuanto esté a su alcance, a efecto de que se me den órdenes por ese Gobierno para marchar a Venezuela, si no con todas las tropas de Cartagena, al menos con todas sus armas y municiones que me obligo yo a pagar en especie o en valor luego que hayamos logrado echar a los tiranos. Haga V. cuanto esté de su parte, mi querido Leleux, por conseguir esta orden formal, pues aquí, a más del tiempo que perdemos, nos consumimos ya, sin tener qué gastar ni qué perder; y lo que es peor, pervirtiendo el espíritu de las tropas con subversiones infames, no tanto contra mí como contra la expedición que suponen desesperada; siendo en extremo fácil en las presentes circunstancias, y de ningún modo imposible: pero como las pasiones deciden más veces que la razón, en esta oportunidad la ambición, la cobardía y la envidia lo han hecho todo, pues mi 2° el Coronel Castillo [3] ha tomado el empeño de aumentar los obstáculos que tenemos para redimir a mi patria, porque ve que esta expedición no se le debe confiar y él desea mandar en jefe. Haga V., mi querido Leleux, repito, lo posible por la consecución de esta orden, que acaso ya llegará tarde, mediante la lentitud con que siempre vienen los bienes, al paso que los males aumentan con rapidez. Muestre V. ésta a mis amados amigos los caraqueños [4], y adiós hasta que nos veamos. [5]
Salud y libertad.
SIMÓN BOLÍVAR.
* De fotocopia del original, adquirido en Londres por la Presidencia de la República de Venezuela. Véase, al respecto, el folleto editado por la Sociedad Bolivariana de Venezuela 2 Cartas Inéditas del Libertador, Caracas, 1965. El encabezamiento y el cuerpo de este documento son de mano de Rafael Urdaneta. La firma es autógrafa. En cuanto al destinatario, Pedro Antonio Andrés Leleux (1781-1849), natural de Calais (Francia), era hijo de humildes artesanos. Joven aún, se trasladó a Inglaterra y se inició en Londres en el negocio de librería, a la vez que adquiría regular instrucción. Allí conoció en 1810 a Simón Bolívar, al que acompañó a su regreso a Venezuela, en calidad de Secretario. Leleux participó en las actividades de la Sociedad Patriótica de Caracas; en 1811, tomó ks armas, bajo las órdenes del General Miranda, en la campaña para debelar la insurrección de Valencia, y volvió a empuñarlas en 1812. Al extinguirse la Primera República, era Capitán del cuerpo de Ingenieros, y como tal pasó a Cartagena junto con Bolívar y otros patriotas. Allí ejerció las funciones de Ingeniero Inspector de las fortificaciones. Ya con el grado de Teniente Coronel desempeñó importantes comisiones, hasta ocupar la Secretaría de Guerra y Marina del Estado de Cartagena entre septiembre de 1813 y septiembre de 1814, cuando regresó a Europa, luego de haber obtenido carta de ciudadanía en dicho Estado. En 1815 se hallaba de nuevo en su ciudad natal, en donde estableció una librería, y años más tarde adquirió una imprenta y fundó varios periódicos. En 1822 viajó a Caracas, y de allí pasó a Bogotá, en donde se hallaba a mediados del año siguiente. Parece que regresó ese mismo año a Calais, en donde continuó dedicado a sus actividades de librero, editor y periodista, que compartía con las de carácter político (participó, en París, en las jornadas de julio de 1830 que trajeron como consecuencia el derrocamiento de Carlos X) y con las que realizaba en el seno de la logia masónica a la cual pertenecía, además de haber desempeñado el cargo de Consejero Municipal de Calais entre 1831 y 1846. En su casa, conservaba con orgullo un retrato del Libertador. Murió en su ciudad natal en 1849. Cuando Bolívar le escribía esta carta, Leleux se hallaba en Cartagena en donde desempeñaba, como se ha dicho, el cargo de Ingeniero Inspector de las fortificaciones. Debía de gozar de la confianza del Presidente del Estado, Manuel Rodríguez Torices, quien le confió pocos meses después el cargo de Secretario de Guerra y Marina.
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