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DOCUMENTO 157. OFICIO DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL SEÑOR PRESIDENTE ENCAR­GADO DEL SUPREMO PODER EJECUTIVO DE LA UNIÓN, FECHADO EN CÚCUTA EL 12 DE ABRIL DE 1813, CON EL ALEGATO EN PROTESTA DE LA CONDUCTA DEL CORONEL MANUEL DEL CASTILLO.*

Excmo. Señor Presidente, Encargado del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión.

Excelentísimo Señor:

En cumplimiento de las disposiciones de V. E. pedí por segunda vez al segundo Jefe del Ejército, el Coronel Castillo, un estado de la fuerza de la División de su mando, para formar el estado del Ejército, y trasmitirlo a V. E., indicándole además me diese fre­cuentes noticias de sus marchas y movimientos; y le ordené reple­garse al Cuartel del Rosario, luego que hubiese batido al enemigo en La Grita. Las copias de este oficio [1] y su contestación son las que tengo el honor de dirigir a V. E.

Por el oficio del coronel Castillo verá V. E. cómo me desconoce por Jefe del Ejército, lo que es un delito capital en la milicia; pues suponiendo por un momento que fuese cierta la pretendida división de mando de las fuerzas que yo traje, y las de la Unión, como él impudentemente tiene el arrojo de asegurarlo, y es una calumnia; suponiendo, digo, que fuese cierta la división del mando, él no debería haberlo admitido, y habría cometido un crimen, porque así como a mí me es prohibido dividir la autoridad militar contra el espíritu y la letra de nuestras ordenanzas, del mismo modo no le es permitido a él aceptar una autoridad ilegalmente concedida por quien no tiene facultades para ello; y lo que es más, sin que nadie pueda cometer en un ejército un absurdo tan monstruoso, que pro­duciría irremediablemente la anarquía y quizás la disolución.

El Coronel Castillo ha mentido, no sólo en afirmar este hecho, sino también en todo el contexto de su insultante y sedicioso oficio de diez del corriente en cuestión. En cuanto al parque de víveres, como en todo lo demás, se ha manejado con absoluta independen­cia; y así no habría sido extraño que yo no hubiese tomado parte en el encargo que me hizo de enviarle los víveres; sin embargo, éstos fueron remitidos inmediatamente, y aún sobraron bestias des­pués de haber ido todo el parque de víveres, como me lo aseguró el Comandante del Rosario, a quien dio esta comisión.

Miente en decir que él ha recibido el Ejército en una verdadera disolución; porque estando compuesto éste de los cuerpos del Comandante Girardot, Coronel Castillo, y Cartagena, yo no puedo concebir que pueda haber disolución en el cuarto batallón, mandado por un tan hábil y benemérito oficial como Girardot; bien puede suceder que el quinto lo estuviese, aunque no debía ser así, porque ha el espacio de cinco meses que su Coronel no hace otra cosa que organizarlo y disciplinarlo; pero por lo que respecta a la División de Cartagena, no creo que haya quien se atreva a conceptuarla en disolución, después de haber marchado con tanto orden y celeridad, combatido con tanto valor y pericia militar, y haber obtenido suce­sos tan brillantes, con fuerzas tan inferiores a las del enemigo, que no tengo inconveniente en asegurar que a calcularlas solamente por su número, jamás el Coronel Castillo se habría atrevido con ellas, no digo a batir al enemigo, pero ni aún a verle la cara; y ésta no es una suposición arbitraria, pues me consta que este oficial ha pedido fuerzas cuatro veces superiores para atacar a Correa, hallándose Castillo a setenta leguas distante de él a la cabeza de quinientos hombres, porque no tenía valor de acercarse a Pamplona, dejando aquella ciudad a la merced del enemigo, que habría entrado en ella cuando hubiese querido.

Este Jefe insubordinado y sedicioso me dice descaradamente: que no tiene por una orden mi solicitud. Hasta aquí, Excmo. Señor, he sufrido con la más heroica impasibilidad los ultrajes, desobediencias y burlas que me ha hecho el Coronel Castillo; pero ha llegado al colmo la criminalidad de este insolente oficial, que me niega la obediencia con desprecio de la autoridad del mismo Soberano Con­greso, y de las antiquísimas leyes que rigen en la milicia desde que hay guerras entre los hombres. Yo no puedo concebir, Señor Excmo., sobre qué fundamentos establece Castillo las bases de su conducta subversiva y destructora de los primeros deberes del orden militar. Es imposible que V. E. lo haya autorizado para cometer estos crí­menes; es imposible que él se conceptúe más leal al Gobierno que yo; es imposible que él me degrade hasta el punto de concebirme menos valeroso que él; y es imposible que su demencia le haga creer que es más apto que yo; porque sin hacerme el menor favor, yo no hallo comparación entre un oficial que ha llenado siempre honrosamente su deber, y otro que ha faltado a todos, ignorando, o a lo menos desconociendo las obligaciones, que hasta los ínfimos soldados saben y llenan.

Perdone V. E. los transportes de indignación, que en este momento me arrebatan, disculpándolos por ser el efecto de un justo resenti­miento, al verme tan ofensivamente agraviado por un súbdito que ha introducido la última calamidad en el Ejército, dando el ejemplo de la sedición.

Entre los muchos oficios ofensivos que me ha dirigido el Coronel Castillo, hay uno en que ha llegado a estampar las siguientes expre­siones: "La inconsecuencia y aún falta de buena fe con respecto al Gobierno de Cartagena en las órdenes que ha comunicado a V. S. sobre las tropas que aquel Estado puso absolutamente y sin limita­ción al servicio del Gobierno general; los principios de V. S. con­trarios en un todo al sistema de Gobierno establecido entre nosotros, que a toda costa sostendremos los Jefes, y tropas que tenemos el alto honor de servir a la federación de la Nueva Granada; y otra porción de razones que en conferencias familiares he expuesto a V. S. y por consecuencia de las cuales convinimos en que hasta la resolución del único Cuerpo Soberano a quien reconozco y recono­ceré, y a quien de todo he dado cuenta, quedase el respectivo mando de cada División en sus Jefes naturales; este cúmulo de cosas, repito, tienen y tendrán paralizada mi acción, hasta que se aclare un horizonte que yo veo muy tempestuoso, y que me presagia funestos sucesos, si antes de movernos no tomamos un rumbo fijo y subsis­tente."

Las primeras palabras de este párrafo son, como V. E. verá, denigrantes al Gobierno liberal del Estado de Cartagena, que tan noblemente se ha conducido, enviando sus tropas a salvar los países de la Unión que el enemigo oprimía, y que tan gloriosamente han logrado auxiliar a las provincias de Santa Marta y Pamplona; mas suponiendo (suposición que siempre es injuriosa) que el Gobierno de Cartagena hubiese usado de una mala política, ¿bajo qué aspecto puede estar autorizado un Oficial del Ejército para impugnar oficial­mente las operaciones de nuestros Gobiernos? ¿No es esto usurpar la autoridad soberana que pertenece al Congreso de la Nueva Gra­nada? Señor Excelentísimo, el Coronel Castillo parece que ha tomado a empeño subvertir todos los principios, abrogarse todas las facul­tades y manchar la reputación de los gobiernos y de los hombres que han adquirido alguna gloria en las presentes circunstancias.

Por lo que respecta a la improbación de mis principios que él caracteriza de contrarios al Gobierno de la Nueva Granada; sólo diré: que como ciudadano siempre he profesado los del Gobierno bajo el cual vivo; y que como militar jamás he conocido otros que los de obedecer ciegamente a las autoridades constituidas, y derramar mi sangre por sostenerlas, y defender la libertad y la independencia de la América; que mi conducta privada, militar y política ha sido y es una desde el principio de nuestra revolución; que ha merecido la aprobación de mis conciudadanos y de los go­biernos a quienes he servido, como es notorio por los papeles públi­cos de Caracas y de Cartagena, y más aún por los documentos que conservo en mi poder, para cuando sea necesario presentarlos, o darlos a la luz pública. Por último, diré con dolor, que cuando la fortuna parecía abrirme las puertas de la gloria en los campos de Venezuela, he venido a Cúcuta a recibir ultrajes y vejámenes por parte de un individuo, que por ningún respecto puede ni debe juzgar mi conducta y sindicar mis operaciones.

Yo desearía extenderme sobre todos los puntos que el Coronel Castillo gratuitamente me reconviene con calumnias; pero la indig­nación que siente mi espíritu al considerarme forzado a indemnizar mi conducta, me arranca la pluma de las manos, y me hace estre­mecer de furor; así suplico a V. E. se digne por gracia separarme del Coronel Castillo, del modo que tenga a bien, dándome la satis­facción que V. E. halle más conveniente, o vindicando mis faltas, si las he cometido.

Cuando mi cabeza se encuentre más serena, daré a V. E. parte de algunas ocurrencias, y del estado del Ejército. Mientras tanto, tengo el honor de incluir el estado que el Comandante de artillería me ha presentado [2]

Dios guarde a V. E. muchos años.

Cuartel General de Cúcuta, abril 12 de 1813. 3°.

Exmo. Sr.

SIMÓN BOLÍVAR.

[En notas al margen del primer folio consta:] Tunja, abril 24 de 1813. Al Congreso, en donde se hallan los antecedentes de las contestaciones entre el segundo y primero Comandantes del Ejército del Norte, y las solicitudes que cada uno de ellos tiene hechas para la resolución que estime conveniente y que el Poder Ejecutivo considera de la mayor urgencia por el estado peligroso a que han venido las desavenencias y la necesidad que hay de dar alguna dirección a las fuerzas, (rúbrica). Gutiérrez, (rúbrica). / Tunja abril 27 de 1813. Devuélvase al Poder Ejecutivo para su contestación, en el concepto que resultará de la sesión próxima en que se ha de tratar de la marcha del Ejército, comunicando desde ahora al segundo Comandante, ciudadano Manuel Castillo, expresa y terminante orden de estar, sin réplica, a las del primer Comandante ciudadano Simón Bolívar, sin perjuicio de las demás providencias que se tomarán para terminar sus desagradables desavenencias. Por el Congreso, Camacho, Vicepresidente, (rúbrica). Dávila (rúbrica). Cuevas (rúbrica).

* Archivo del Libertador, correspondencia oficial, folios 124-127. Del original, escrito de puño y letra de Pedro Briceño Méndez, salvo la antefirma, la firma y rúbrica que son autógrafas del Libertador. Se conserva también en el libro Copiador, Archivo del Libertador, correspondencia oficial, folios 13v. - 18r., escrito de letra de un amanuense de la Secretaría.

Notas

[1] Véase el Doc. N° 155.

[2] Está publicado en Memorias de O’Leary, op. cit., tomo XIII, pp. 183-184..

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