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DOCUMENTO 154. OFICIO DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR DIRIGIDO AL SECRETARIO DE ESTADO DEL GOBIERNO DE LA UNIÓN, DESDE CÚCUTA EL 8 DE ABRIL DE 1813, CON AMPLIAS INFORMACIONES SOBRE EL ESTADO DE LAS CAMPAÑAS.*

Señor Secretario de Estado del Gobierno de [la] Unión.

Quedo convencido de las razones que VS. expone en el oficio de 29 [1] del corriente, que tengo el honor de contestar, en que ma­nifiesta la necesidad de calcular, antes de precipitarnos en una em­presa desesperada, las fuerzas del enemigo y las que yo tengo a mi mando; los recursos con que él cuenta y los que no puedo esperar internado en Venezuela; indicando VS. muy sabiamente que de­bemos examinar el estado de la opinión pública en aquellos países y hasta qué punto se puede confiar de ella; ver con qué se mantiene este ejército, con qué armas y con qué gentes hayamos de reparar sus pérdidas; y en fin, cómo queda cubierta la retaguardia o ase­gurada la retirada de un tan pequeño cuerpo, si por desgracia sufre reveses que están siempre en el orden de la guerra. No es Monteverde, añade VS., un enemigo como el que he derrotado aquí; aquél es un soldado intrépido y aguerrido que ha subyugado en cuatro meses a toda Venezuela y ha batido a las tropas numerosas que se le presentaron en cuantos reencuentros tuvo con ellas; y este otro un estúpido que se ha mantenido nueve meses estacionario, después de los más prósperos sucesos que casi le habían abierto las puertas de la Nueva Granada.

Permítame VS. que por última vez y en calidad de explicacio­nes a mis anteriores oficios, haga algunas reflexiones que aclaren un poco la materia y me sirvan, por decirlo así, de excusa a las empresas militares que me he tomado la libertad de proponer al Soberano Gobierno de la Unión.

VS. ha decidido la cuestión, y yo estoy enteramente de acuerdo en la estimación respectiva que hace del mérito de Monteverde y de Correa. Al primero le concede V. S. grandes cualidades mili­tares, porque conquistó en cuatro meses la República de Venezuela con fuerzas inferiores; y califica de estúpido al último porque se ha quedado en inacción por espacio de nueve meses, teniendo abier­tas las puertas de la Nueva Granada. Efectivamente, Monteverde a la cabeza de un puñado de hombres obtuvo los más brillantes sucesos, porque supo aprovechar las favorables coyunturas que se le presentaron por consecuencia del descontento de algunos europeos, de no muchos sacerdotes y de la consternación que produjo el te­rremoto en una parte del vulgo.

Esta consternación en la actualidad es incomparablemente mayor en el ánimo, no sólo del bajo pueblo sino de los hombres sensatos y pudientes que mueven siempre la multitud, cansada por las persecuciones que ejercen todos los europeos e isleños en una especie de anarquía contra los naturales del país, a quienes vejan en las calles, en las plazas, en los mercados, en las cárceles y en los tribu­nales, con la barbarie que les es característica. Es muy general el disgusto que reina en la parte sana de los pueblos, inclusive los individuos del estado eclesiástico, cuyos parientes, amigos y com­pañeros, desde la infancia, son sepultados vivos en las bóvedas, en los pontones, [2] arrastrando pesadas cadenas y sufriendo los más gran­des vilipendios.

Este es un segundo terremoto, señor Secretario, para el partido enemigo; y si el primero derribó las ciudades, éste ha destruido la opinión que el fanatismo o la preocupación había hecho concebir en favor de los tiranos; y es un testimonio bien auténtico de esta verdad la reciente sublevación de Cumaná [3] y la conspiración de Caracas, cuyos hechos son ciertos, y sólo puede ponerse duda en la mayor o menor extensión de sus resultados. Por manera que con justa razón se me deberá culpar como a Correa, por no haber penetrado hasta Caracas, estando las puertas abiertas, los espíritus dispuestos a acogernos favorablemente, y hallándome a la cabeza de más de mil fusileros, con su correspondiente tren de artillería y la caballería que queramos levantar; pues si Correa ha sido un estúpido por no haber conquistado la Nueva Granada con solos setecientos hombres, yo debo ser un imbécil si no liberto a Vene­zuela con un ejército respetable y victorioso.

Monteverde es aplaudido sin más que por haber mostrado au­dacia y arrojo en emprender una obra superior a sus fuerzas y a sus talentos, pero que ayudado por el imperio de las circunstancias y de las cosas logró resultados que estaban fuera del cálculo de la probabilidad. ¿Qué razón, pues, habrá en favor de este aventurero, sin más virtudes que las de un simple soldado, con menos auxilios que nosotros, sosteniendo un odioso partido y en una situación más difícil que la nuestra, con fuerzas inferiores a las que poseemos? ¿Qué razón, digo, habrá para que se le conceptúe capaz de obtener ventajas tan extraordinarias, en tanto que se nos niega la posibilidad de lo que está en el orden de los sucesos? Diré a V.S. de paso, señor Secretario, que conozco a Monteverde y a Correa, contra quienes he combatido en diferentes estados de fortuna. Con el primero, cuando estaba triunfante y con el segun­do venciéndolo; y sin embargo, juzgando a ambos oficiales con la imparcialidad que es debida, me veo obligado a tributar a Correa los sufragios a que se ha hecho acreedor, portándose con el valor de un soldado, y el honor de un noble Jefe; sin que Monteverde haya excedido jamás a Correa en estas virtudes, no habiéndosele visto nunca con el enemigo tan a las manos, como éste lo estuvo; y teniendo por otra parte conocimientos militares, que nadie le disputa, y de los cuales aquél notoriamente carece. Ni los triunfos de Monteverde han sido tan constantes y sucesivos, como VS. ase­gura; pues de diez acciones que se dieron en Venezuela, sólo las cuatro primeras le fueron favorables, habiendo perdido las seis últi­mas, y quedando en tres de ellas completamente derrotado. Por­que es preciso convenir en que las capitulaciones vergonzosas de Miranda, no fueron la obra de Monteverde, sino de las circuns­tancias, y de la cobardía del General del Ejército de Venezuela.

Yo concluyo con decir: que por los mismos medios que el opresor de Caracas ha podido subyugar la Confederación, por esos mismos, y con más seguridad que él, me atrevo a redimir a mi Patria.

Yo soy soldado, y mi deber no me prescribe otra cosa que la ciega obediencia al Gobierno, sin entrar en examinar la naturaleza de sus disposiciones, que sin duda son y deben ser las más prudentes y justas, meditadas y concebidas con la profundidad y sabiduría que pertenecen al Excelentísimo señor Presidente del Congreso, los miembros de aquel cuerpo soberano, y el Secretario de Estado.

Quedo entendido de que no debo marchar más adelante de La Grita, y espero las ulteriores órdenes, para ejecutarlas, como V. S. tenga a bien comunicármelas; en la firme inteligencia de que yo cifro toda mi gloria en someterme gustosamente al Soberano Go­bierno de la Unión, de quien soy su más leal y adicto servidor.

Dios guarde a V. S. muchos años.

Cuartel General de Cúcuta, abril 8 de 1813. — 3°.

SIMÓN BOLÍVAR.

[Al margen, constan las siguientes notas:] Tunja, abril 24 de 1813. Al Congreso, en donde se hallan los antecedentes de las contestaciones entre el segundo y primer Comandantes del Ejército del Norte y las solicitudes que cada uno de ellos tiene hechas para la resolución que estime conveniente y que el Poder Ejecutivo considera de la mayor urgencia, por el estado peligroso a que han venido las desavenencias y la necesidad que hay de dar alguna dirección a las fuerzas. (Rúbrica) Gutiérrez. / Tunja, abril 28 de 1813. A lo proveído en las comunicaciones 12 y 15 del corriente. Por el Congreso. Camacho, Vicepresidente. (Rúbrica) Dávila, (Rúbrica) Cuevas, (Rúbrica).

* Archivo del Libertador, correspondencia oficial, folios 117-120. Del original, escrito de puño y letra de Pedro Briceño Méndez, salvo la firma y rúbrica que son autógrafas. En el mismo Archivo, correspondencia oficial, se conserva el libro Copiador en cuyos folios 11-13 consta el mismo documento, con ligeras variantes que dejamos consignadas.

Notas

[1] La cifra de las unidades de este número fue enmendada con la misma tinta. Parece como si primero se hubiera escrito "21", o "27" y luego se hubiera transformado en "29". Sin embargo, debe tenerse en cuenta que en el libro de Copiadores, Archivo del Libertador, correspondencia oficial, folios 11-13, la fecha, que aparece clara, sin enmiendas, es "25". En cuanto a la expresión "del corriente", que sigue, y que así se se halla en ambos documentos es un evidente lapsus.

[2] En el borrador se añadía: "en las prisiones".

[3] Empezó a escribir "Cara" y puso encima "Cumaná".

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