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DOCUMENTO 149. OFICIO DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR DIRIGIDO AL PRESIDENTE ENCAR­GADO DEL SUPREMO PODER EJECUTIVO DE LA UNIÓN, DESDE CÚCUTA EL 6 DE ABRIL DE 1813, CON INFORMACIONES SOBRE LA CAMPAÑA.*

Al señor Presidente Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión.

Excmo. señor:

Tengo el honor de contestar a V. E. el oficio de 26 de marzo que el señor Secretario del Estado [1] se ha servido dirigirme, en que me dice: que el Soberano Gobierno de la Unión ha sabido con mucho sentimiento que a la entrada de nuestras tropas aquí se han co­metido algunos excesos en que han sido envueltos sin distinción los amigos y enemigos de la causa.

Sin duda, S. E., no hay nada más común, y menos evitable, que el exceso por parte de tropas victoriosas que toman al asalto una ciudad abandonada por sus habitantes, reputándose una gran parte de ellos enemigos natos y declarados de nuestra causa, como lo son los que se profugaron cuando entramos en esta Villa; porque para guardar cada casa habría sido necesaria una escolta, y para cada escolta un oficial de honor, que no atendiese a más que a cuidar de los bienes de nuestros propios enemigos, o que se suponían serlo por su conducta: siendo así que los que teníamos apenas eran los suficientes para atender a la persecución de las tropas contra­rias, y a nuestros cuarteles, hospital, recolección de armas y per­trechos, y para la custodia de los almacenes de los principales y más ricos sujetos que se habían escapado. Sin embargo de todo esto, para dar a V.E. una idea de mi vigilancia y celo por el buen or­den, sólo diré que además de haber empleado muchas patrullas por las calles y encargado a los oficiales superiores que contuvie­sen los desórdenes, yo en persona salí a castigar a los soldados que, ebrios de gozo y aun de licor, se desmandaban por todas partes, sin que el mayor rigor los reprimiese, pues V.E. ha de tener pre­sente que la división de Cartagena, de que se componía el mayor número de los que tomaron esta Villa, no tiene de militar más que el nombre y el valor, no habiéndola disciplinado su Jefe, que es un paisano y, lo que es peor, protegiéndole sus más criminales excesos.

Sería demasiado largo hacer una detallada relación de las cau­sas que hacen a las tropas de Mompox las más inobedientes y desordenadas de la Nueva Granada. Diré, no obstante, en excusa de su conducta, que después de haber hecho un inmenso botín en el Magdalena, que yo procuré conservar íntegro para su justa y ordenada distribución, todavía no se ha logrado repartirles un solo maravedís por defecto de los que quedaron encargados de él. Y así, todo su clamor se dirigía a expresar que lo que ellos mismos no to­maban jamás se les daba, citando por ejemplo los recientes hechos del Magdalena y aunque estas causas no sean justas para cometer desórdenes, son, sin embargo, muy especiosas para hombres gro­seros y sin principios.

A pesar de todo, puedo asegurar a V.E. que sólo un individuo me ha puesto demanda formal, reclamando una pretendida equivo­cación, tan imposible de averiguar que yo para facilitarle una providencia favorable que le indemnizase los perjuicios que supo­nía haber padecido, le indiqué expresamente que presentando una relación jurada de los efectos o de su valor, que por haberse en­contrado en la casa de un español emigrado y, según noticias, ene­migo de la causa, se le habían tomado por cuenta del Estado, sería satisfecho con sólo este documento, como le di igualmente una orden para que recogiese una gran cantidad de cargas de sal que ya se habían confiscado y aseguraba pertenecerle. Este individuo es el ciudadano Ambrosio Almeida, a quien he llamado hoy mismo delante de muchas personas para preguntarle públicamente, como lo hice, ¿si no era cierto todo lo que dejo mencionado?, y no pudo menos que contestar con la afirmativa. Añadiré que el ciudadano Almeida no reclama nada que legítimamente le pertenezca ni a él ni a su familia, sino a sus cuñados Juan Bosch y Tomás Balanzó, ambos catalanes, y el primero Alcalde este año por el Gobierno español; todos enemigos, y que a pesar del indulto que ofrecí, no se presentaron sino después de ocho días y a instancias de su fa­milia, la cual ha tomado gran sentimiento porque le confiscamos los almacenes que manejaban estos europeos que, según datos po­sitivos, eran en su mayor parte de comerciantes de Maracaibo. De resto, si alguno tiene reclamos que hacer, no me los ha presentado, y los que lo han hecho han sido completamente satisfechos, sin que ninguno se haya quejado de saqueo u otra violencia, excepto alguna que otra miserable mujer, a quien los soldados suelen toda­vía robar, y se les hace pagar inmediatamente, castigándose al de­lincuente con una severidad igual a la gravedad de los delitos.

Habiendo asegurado inmediatamente después de mi entrada en esta Villa los almacenes pertenecientes a los españoles y sus par­ciales prófugos, los puse primero bajo la administración del Co­misario de guerra, ciudadano Pedro Ibáñez, y luego bajo la del ciudadano José García, para la venta de sus efectos entre los mis­mos vecinos, como se ha verificado de una gran parte de ellos, cuyo valor monta a treinta y tres mil trescientos seis pesos, y el resto queda aún por venderse, habiendo hecho distribuir anticipa­damente a los soldados a diez pesos en plata y cuarenta pesos en efectos a los cabos, cincuenta a los sargentos y ciento a los oficia­les, en calidad de gratificación extraordinaria. Además, he manda­do hacer, de los mismos efectos, una muda de ropa para cada sol­dado, por hallarse muchos desnudos, y principalmente los de Car­tagena.

En cuanto a los bienes muebles e inmuebles de los enemigos y cómplices, di comisión a los Alcaldes de los Partidos para que los embargasen y pusiesen en seguridad, como igualmente está auto­rizado el Alcalde de esta Villa, ciudadano Ambrosio Almeida, para percibir las multas que se han impuesto a aquellos que merecen esta pena por lo menos. Sobre estos particulares escribí al Gobierno de Pamplona para que se sirviese nombrar [2] un sujeto que en­tendiese en ellos, suplicándole me excusase de conocer en estas materias, porque apenas tengo el tiempo necesario para dar cum­plimiento a mis obligaciones militares.

Su contestación es la que consta del N° 1. Incluyo además copia de un oficio que me ha dirigido el Comandante general del Estado, Coronel Castillo, relativo a confiscaciones y multas, para que V. E. se imponga de las contradicciones que encuentro a cada paso; N° 2.

Es adjunto el bando que publiqué el 1° de marzo [3] que ha sido fielmente cumplido por mí, y en parte por los vecinos; N° 3. Al­gunos días después de la toma de esta Villa se me presentó el vene­rable cura de esta parroquia que había profugádose acompañando al enemigo, con ánimo de no volver; y si lo hizo fue a instancias de sus parientes. En la sesión que tuve con aquel sacerdote me con­vencí de su mala fe, y juzgué indispensable separarlo de las funciones de su ministerio, mandándole guardar arresto en su casa, hasta que V.E. o el Gobierno de Pamplona determinen lo que se debe hacer con él.

Incluyo a V.E. un documento tomado al enemigo, N° 4, y el estado de los pertrechos de guerra que le hemos tomado, que cier­tamente no es exacto, pues yo conjeturo que son muchos más, y se han confundido con los que trajimos, por falta del anterior Co­mandante de artillería, a quien repetidas veces pedí este mismo estado, y jamás pudo dármelo, bajo varios pretextos, porque a la verdad aquel oficial jamás ha sido artillero, y sólo la necesidad me lo hubiera hecho habilitar de tal; pues no había ninguno en el ejército de esta arma.

El número de prisioneros pasa de setenta hombres, los cuales están todos en libertad, porque cumpliendo con mi bando, debía ser indultado el que presentase sus armas, como lo han hecho los más; me ha parecido muy conveniente tratar con clemencia a los soldados enemigos criollos para favorecer de este modo la de­serción y apoderarnos de sus armas, que es lo que más nos importa en la época presente.

Los muertos y heridos enemigos no sabré decir a V.E. a qué número llegan, porque los primeros parece que se los llevaban a enterrar a distintas partes, y los heridos los cargaron casi todos temiendo nuestra venganza. Mas en honor de la verdad debo con­fesar que ni unos ni otros han sido tantos como yo creía al prin­cipio, porque nuestros soldados tiran muy mal y de mil tiros ape­nas aprovechan uno. Por un cómputo moderado calculo que la pér­dida del enemigo será doble que la nuestra, aunque de los muertos deben ser algunos más.

Si antes no he dado este parte, como lo he deseado, y es de mi deber, ha sido porque a pesar de mis esfuerzos por obtener datos positivos, no he podido conseguirlos, y tenía una especie de rubor en dar una declaración conjetural que de ningún modo llena mi obligación ni satisface la curiosidad de V. E.

Dios guarde a V.E. muchos años.

Cuartel General, [Cúcuta] abril 6 de mil ochocientos trece, tercero de la Independencia.

SIMÓN BOLÍVAR.

[Al margen figura la siguiente nota:] Tunja, abril 17 [4] de 1813. Al Congreso para las deliberaciones pendientes sobre el ejército de Cúcuta. — Gutiérrez. Tunja, mayo 8 de 1813. — Vuelva al P.E. para que original o en copia lo comunique a la comisión decretada para Cúcuta, en la parte que fuere conducente a sus objetos. — Por el Congreso, Cama-cho. — Vice-Presidente, Dávila. — C. Valenzuela, Secretario.

* De este documento se conserva el original en el Archivo del Libertador, correspondencia oficial, folios 115-116, y una copia auténtica en el libro copiador, en el mismo Archivo, correspondencia oficial, folios 8-11. En el original, escrito de puño y letra de Pedro Briceño Méndez (Barinas, 1794-Curazao, 1835), Secre­tario de Bolívar (véase la nota principal del doc. N° 73, correspondencia personal), falta la última foja, pero el texto está completo en el copiador, gracias a lo cual puede darse el documento en su integridad. En el original consta una nota, en tinta, posterior, de letra no identificada que dice lo siguiente: "Nota: No se conserva la conclusión de este oficio que debió ser escrito en San José de Cúcuta del 1° al 5 de abril". Gracias al copiador puede establecerse la fecha de 6 de abril. En el copiador no figura la indicación de lugar, pero no hay duda de que fue escrita en San José de Cúcuta. El destinatario era el prócer payanes Camilo Torres.

Notas

[1] Frutos Joaquín Gutiérrez, en esa época. Véase la nota principal del doc. N° 123.

[2] Hasta aquí llega el documento original.

[3] Véase el doc. N° 132.

[4] Está corregido con tinta más fuerte encima del número que se escribió al principio, que según se puede apreciar parece era "23".

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