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DOCUMENTO 72. BOLÍVAR Y LÓPEZ MÉNDEZ INFORMAN A LA JUNTA SUPREMA DE VENEZUELA, CON FECHA 21 DE AGOSTO DE 1810, ACERCA DE GESTIONES ANTE EL GOBIERNO INGLES.*

Londres, 21 de agosto de 1810.

Al Secretario de Estado y Relaciones Exteriores de Venezuela

En nuestras representaciones anteriores hemos indicado a V.S. el aspecto que tomaban nuestras negociaciones con el Ministerio de S.M.B., y ahora nos proponemos hacerle una relación más ex­tensa y comprensiva de nuestros pasos ulteriores.

Antes y después de presentar al Ministro la nota verbal de que hemos hablado a V.S. en nuestros primeros partes, habían sido repetidas y enérgicas las reflexiones de Lord Wellesley sobre la in­timidad y confianza que actualmente subsistían entre los Gobiernos de Cádiz y Londres, y que no sólo exigían que se negase una recep­ción oficial a los Comisionados de Caracas, pero aun parecían cerrar toda clase de comunicación entre ellos y el Gobierno de S.M.B. Pintaba como de urgente necesidad a los intereses de la Nación Española y de la alianza la unión estrecha de las partes libres de la Monarquía para combinar sus esfuerzos contra la Francia; y nos aconsejaba amistosamente que entrásemos en acomodos con la Re­gencia, ofreciéndonos la satisfacción de agravios y reforma de abu­sos locales o temporales que hubiesen sufrido esos habitantes, a cuyo efecto emplearía la Inglaterra con la mayor instancia su in­tercesión. La apertura de la primera conferencia parecía estudiada para desalentarnos, y a no haber encontrado en nosotros la más firme resistencia a prestar oídos a toda especie de pactos que tuviesen ten­dencia al reconocimiento de la actual forma gubernativa de la Me­trópoli, o de las otras que la sucedan, pudieran nuestras negocia­ciones haber tomado un curso diametralmente opuesto a las instruc­ciones que habíamos recibido y a los intereses de Venezuela. Desde que tomó el Ministro la palabra fue para decirnos que la revolución de Caracas se había obrado sobre un supuesto falso y del todo incon­sistente con la actual situación de los negocios de España; y que si nosotros habíamos tomado la resolución de separarnos de la auto­ridad central porque imaginábamos desesperada la causa de nuestra Metrópoli, podía decirnos en fuerza de los datos más auténticos que las operaciones militares de España, su Gobierno y el espíritu del Pueblo presentaban en la actualidad más fundamentos que nun­ca para pronosticar un éxito favorable.

Nosotros hemos insistido siempre y en los términos más positivos sobre la imposibilidad en que se hallaban esas Provincias de con­fiar más tiempo su seguridad a unas personas extrañas, indiferentes a nuestra suerte, interesadas exclusivamente en la conservación de sus empleos, y de consiguiente propensas a sacrificar la dicha y li­bertad de nuestros compatriotas a los proyectos de su ambición. Re­capitulamos la historia de los últimos sucesos de esa Provincia, ex­poniendo con claridad la decidida resolución del Pueblo contra las miras de la Francia, y el modo vacilante, ambiguo y sospechoso con que se habían portado en esta materia los Magistrados que han es­tado a su cabeza. Trasladamos en fin al Ministro las Gacetas y de­más papeles que habíamos traído con nosotros y las que posterior­mente hemos recibido, a fin de que se enterase S.E. de los verda­deros motivos que habían producido las ocurrencias de Caracas, y de las firmes y justas intenciones de esa Junta Suprema.

El Ministro pareció por grados hacerse más accesible a nuestras pretensiones. Nos manifestó que los votos del Pueblo de Caracas enunciados en la carta al Rey, y en la que se había dirigido a él mismo, habían sidos acogidos con sentimientos de bondad y grati­tud por parte de S. M., y que cualquiera que fuese nuestra deci­sión en orden al reconocimiento de la Regencia, la Inglaterra no podría vernos nunca como enemigos. Obtuvimos la oferta de que se nos daría la más declarada protección contra la Francia, y de que la Gran Bretaña emplearía su mediación para que el Gobierno Es­pañol no se empeñase en hostilizarnos, con tal que nosotros prome­tiésemos la continuación de nuestros auxilios en la lucha de la Ma­dre Patria contra el enemigo común. Y por último exigió de nos­otros que extendiésemos en una nota inoficial los objetos de nues­tra comisión, para contestar individualmente a ellos, y terminar la negociación de un modo tan favorable como lo permitiesen los tratados que ligaban a S.M.B. y al Gobierno de España.

Así lo hicimos con efecto, reduciendo nuestra nota a estos cuatro puntos: protección contra la Francia; mediación con el Gobierno de España, dirigida a la conservación de nuestras relaciones de amistad y comercio; garantía de S.M.B. a los pactos en que bajo este respecto pudiésemos entrar con la Regencia; y órdenes a los jefes Británicos de las Antillas para que favoreciesen todos estos objetos, y singularmente nuestra seguridad y comercio.

A todos ellos contestó favorablemente el Ministro, según verá V.S. por la copia adjunta, pero resistiendo siempre dar un carác­ter oficial a nuestras comunicaciones, y desentendiéndose del artículo de armas y municiones, que le habíamos insinuado verbalmente. Con este motivo se lo recordamos de nuevo, pero nos expuso que el permitir la exportación de tales artículos era incompatible con las leyes del Reino, y en el día más impracticable que nunca, por habérsele rehusado recientemente a la España misma, no obstante las instancias de sus Embajadores.

Es excusado decir a V.S. que la base de nuestras negociaciones ha sido la continuación de nuestra fidelidad a Fernando VII, y de los socorros que nos sea dable remitir a la Península según los pac­tos que al intento se hagan entre ese Gobierno y la Regencia; que en este concepto ha sido todo lo que se nos ha acordado por el Mi­nistro; y que él lo ha exigido como el único medio de prestarse a nuestras proposiciones sin ofender abiertamente los intereses de la España y de la alianza. V.S. concebirá fácilmente que la conducta del Ministro no podía ser más favorable, bajo el influjo de las cir­cunstancias del día; y si calcula V. S. todo lo que deben haber intrigado y obrado contra nosotros los Agentes de la Regencia, que tienen aquí un ascendiente considerable, no podrá menos de per­suadirse que hemos hecho todo que nos era dable, y que el éxito de nuestra comisión debe llenar las esperanzas de todos cuantos sepan estimar lo crítico y embarazoso de la coyuntura en que nos hemos encontrado.

Es fácil echar de ver cuál habrá sido el verdadero espíritu de Lord Wellesley en la conducta que ha observado.

El empeño de la oposición en desacreditar las medidas tomadas para salvar a la España aumenta el interés del partido Ministerial en renovar diariamente los socorros que se envían al teatro de la guerra. La unión entre la Inglaterra y el Gobierno Central de la Península no había sido nunca tan íntima como desde el estable­cimiento de las Regencias, debido en gran parte a la influencia bri­tánica. El mismo Marqués Wellesley, durante su Legación en Es­paña había sido el más activo en solicitar la instalación de esta nue­va forma gubernativa, desacreditando las operaciones de la Junta Central, e inculcando de modo más fuerte la necesidad de enten­derse con un poder supremo mejor constituido. El resultado de las operaciones de la alianza debe ser decisivo no sólo sobre el crédito ministerial del Marqués, mas también sobre el concepto militar de su hermano Sir Arturo Wellesley que ahora con el título de Lord Wellington manda los ejércitos ingleses de España y Portugal, y tiene en realidad la dirección de todas las operaciones de esta cam­paña.

El imperio de estas circunstancias prescribía al Ministro una con­ducta que no entibiase la confianza subsistente entre la Gran Bre­taña y nuestra Madre Patria, pero el mayor número de personas sensatas, convencido de la desgraciada suerte que aguarda a los es­fuerzos de los aliados, mira en el día las relaciones que ofrece la América Española al Gobierno de la Inglaterra como la única áncora de salud. De aquí es que Lord Wellesley no ha podido me­nos de tomar una dirección media, y al paso que ha procurado con­tentar a los Embajadores de España, no ha dejado realmente de asentir a unas solicitudes en puntos bien importantes, no obstante el carácter inoficial con que ha afectado prestarse a la negociación; pero lo cierto es que teniendo el cuidado de exagerarnos el valor de lo que obteníamos, no se ha esmerado menos en rebajarlo, a los ojos de los Ministros Españoles, y en presentarles su conducta como la más conforme a los intereses de los aliados.

SIMON BOLIVAR

LUIS LOPEZ MENDEZ

*Del borrador manuscrito, de puño y letra de Andrés Bello, conser­vado en el Archivo Nacional de Colombia, Bogotá. La Comisión Editora ha utilizado los microfilmes de la Fundación John Boulton mencionados en notas precedentes. Se conserva asimismo en el expediente de la Misión en el Public Record Office (W. O. 1/106 Curazao. Gov. Cokburn. Nov. Dec. 1810, f.s 263-270). El Dr. Carlos Urdaneta Carrillo tradujo al castellano la versión inglesa del documento del expediente de la misión. El primer párrafo presenta alguna variante, por lo que transcribimos su texto: "El 14 del corriente tuvimos el honor de dirigirnos a S. A. (en oficio Nº 3) en donde declarábamos: que en nuestro primer despacho habíamos informado a S. A. del estado de nuestras negociaciones con el Ministro de Su Majestad Británica; queremos también hacer ahora una narración más extensa de nuestras últimas gestiones". Aun cuando no se indique en el documento, el destinatario era seguramente el Secretario de Relaciones Exteriores de Venezuela, Dr. Juan Germán Roscio, sobre el cual puede consultarse la nota principal del doc. Nº 66

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