Popayán, 23 de enero de 1829.
AL SEÑOR CORONEL PEDRO MURQUEYTIO.
Mi querido coronel:
Hoy he llegado a esta ciudad, y he tenido el sentimiento de encontrar la división Córdoba incapaz de moverse rápidamente sobre la facción patiana por falta de ganado y víveres, caballos y mulas y de la mayor parte de los elementos indispensables a la subsistencia y movilidad de unos cuerpos que tienen que emprender una penosa marcha por países enemigos y devastados por el famoso vándalo que ha levantado el estandarte de la rebelión. Además de las órdenes que se han comunicado a Vd. sobre el apresto, acopio y envío de los mencionados artículos, yo intereso de nuevo la eficacia, celo, y actividad de Vd. para que por su parte contribuya a las operaciones que deben restablecer totalmente la paz, el orden y la tranquilidad de estos desgraciados países. Estoy resuelto a marchar, y marcharé dentro de ocho días con la oliva en una mano y la espada en la otra. Usaré de una ilimitada clemencia con los que, advertidos de sus errores, se acojan al generoso indulto y vuelvan a formar parte de la familia colombiana; seré implacable con los que, obcecados en sus crímenes, resistieren el suave impulso de la verdad y de la justicia, y prefieren el escándalo de una guerra fratricida y legar a sus descendientes la infamia y el oprobio. La escasez de bagajes me detuvo ocho días en la Plata. Sospecho me suceda aquí otro tanto, porque daré la preferencia a los jefes, oficiales y tropa que deben marchar a fines de este indefectiblemente si usted se toma la pena de colectar algunos caballos para mi Estado Mayor, independientes de los que necesita la División, añadirá Vd. un nuevo motivo a mi reconocimiento. Espero que la columna que debe estar por Quindío, sea asistida muy bien en todo ese Valle y que la haga Vd. venir volando.
Soy de Vd., mi querido coronel, afectísimo amigo.
BOLÍVAR.