Cuartel General del Rosario, a 8 de junio de 1820.
Al señor General Santander.
Mi querido General Santander:
He recibido ayer la apreciable carta de usted de 25 del pasado, en que me comunica las noticias del Perú y de Providencia.
Todas son muy buenas, aunque necesitan de algunos grados de confirmación.
Hoy escribo a usted de oficio y aquí lo repito, por si acaso fuere yo más claro.
Nuestra caballería necesita que se aumente con llaneros de Neiva y del Cauca; que vengan pues ciento de los primeros y trescientos de los segundos, robustos, jóvenes, solteros y libertos, si es posible. Nuestros llaneros nos abandonarán en cuanto ganemos una acción, y necesitamos reemplazo.
Escriba usted a Antioquia para que manden 300 hombres de la misma especie a Córdoba, que vayan volando, pues mañana parte de aquí para el Magdalena el cuadro de un regimiento de caballería. Los Oficiales son guapos. El Coronel no tiene esa fama, que es Miguel Antonio Figueredo, que está en Ocaña, pero tiene otras cualidades buenas para el servicio. Yo mandaría otro más valiente que él, pero reservo estos hombres por si acaso viene Morillo.
Hace días que llegó la columna de Heras. Salió con 1.100 hombres y ha llegado con 900, de los cuales sólo 500 están en estado de servir, 70 moribundos y los demás estropeados. Estos 500 son de buena tropa porque son veteranos. Cada vez me confirmo más en la demanda de libertos; pues estos infelices hombres de estas provincias son como la cera que se derriten con el calor. ¿Creerá usted que se ha escogido esta gente que trajo Urdaneta entre los más sanos y robustos, y a pesar de todo no ha venido un recluta en buen estado? ¿Creerá usted que de seis mil hombres que hemos mandado al bajo Apure apenas quedan mil y pico y mil y pico que ha traído Urdaneta son los 6.000 hombres, inclusive oficiales y todo? En Apure han quedado, sin embargo, 2.000 hombres de infantería, inclusive la legión británica y los antiguos Húsares.
Han venido 2.500 fusiles, pero todos necesitan de recomposición porque con el agua, el barro y los golpes han quedado en un estado el más horrible. No están destruidos; pero cada uno de ellos necesita de pasar por la armería. Se están limpiando y componiendo los de la guardia y después se hará otro tanto con los demás, que no los mandaré adelante porque no los vuelvan a descomponer. Sólo mando ciento a Ortega para que aprendan los reclutas el manejo de armas. A éste le he escrito que cuando tenga equipado su batallón me avise para mandarlo buscar. A fines de este mes espero 5 compañías de Vargas, pues es indispensable veteranizar estos cuerpos antes de entrar en campaña y no será mucho tiempo dos o tres meses.
Creo que usted debe con los rifles que tiene hacer que se instruya el batallón de Bogotá a toda hora en el manejo de arma para que aprendan a cargar y descargar, como si fuesen fusiles ordinarios, y que se gasten algunas libras de pólvora en muy pequeños cartuchos para foguearlos. Que cada compañía tenga señalada su hora para hacer el manejo de armas con los mismos rifles: de suerte que la primera sea a las seis de la mañana y la octava a las seis de la tarde, sin que haya un día en que todas las compañías dejen de hacer el manejo de armas, aunque perdemos estos rifles a fuerza de manejarlos con reclutas y hombres torpes. Así como soy yo machaca en esto, séalo usted también, pues si no, no hay soldados. Hay un refrán que dice: a forcé de forger on devient forgeron [1]. Todavía no estoy muy determinado a desalojar a Latorre, aunque se dice que éste ha mandado a los de Navarra para Maracaibo, porque temo, aunque muy remotamente, un revés muy accidentalmente, en circunstancias en que un suceso no nos importa gran cosa y un revés nos importa mucho. Pero estamos tan mal de provisiones, que quién sabe si el hambre me hace marchar adelante o atrás. Ya se han acabado los plátanos del otro lado del Táchira, donde ya no hay ningún género de provisiones sino el malísimo ganado que sale a empujones de los Llanos. La guardia no se mantiene sino con una miserabilísima ración de una carne abominable, pues las pocas reses que pueden venir hasta Cúcuta se destinan al hospital y caballería, quedándose siempre en este tránsito una porción de reses. Lo peor es que no hay esperanzas de que nos vengan granos, a pesar de que se ha ofrecido pagar a 17 pesos la carga. Respetar como sagradas las bestias. Pagar a 9 pesos los fletes, y sólo poder sacar los conductores de granos el cacao de Cúcuta, para que ganen en el retorno con este fruto lo que quieran. Ya he recibido respuesta de las provincias, tan poco satisfactorias, que apenas espero algo para el hospital, y el camino de San Camilo está tan malo, que Urdaneta me lia asegurado que da al pecho de los hombres el barro. Esto no es lisonjero, pero si usted manda el dinero que he pedido y usted me ha ofrecido, todo se remediará a fuerza de sacrificios, de actividad y de celo.
No tenemos noticias de Venezuela por ahora y las estoy esperando con ansia, porque deben ser buenas.
Mando 50 y tantas resmas de papel medio fino, que en número de sesenta y tantas ha traído el Coronel Gómez con algunos otros géneros que vamos a comprar para el ejército a precios bien cómodos. Sólo el papel vale 1.200 y tantos pesos, porque dicen que está valiendo a 30 pesos la resma.
Mándeme usted un balero del calibre de 18 en libra para fundir el plomo que ha venido y hacer cartuchos con él.
Soy de usted su amigo de corazón.
BOLIVAR
* De un impreso moderno. De "Cartas a Santander", volumen II, págs. 168-170.
RSS 2.0