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DOCUMENTO 4361. CARTA DE BOLÍVAR PARA GUILLERMO WHITE, FECHADA EN SAN CRISTÓBAL EL 26 DE MAYO DE 1820. DIGRESIONES SOBRE SU DIS­CURSO AL CONGRESO DE ANGOSTURA, ÉXITO PREVISTO PARA LAS FUTURAS CAMPAÑAS Y CONCEPTOS QUE LE MERECE LA FRACASADA NUEVA EXPEDICIÓN ESPAÑOLA.*

San Cristóbal, mayo 26 de 1820 [1].

(Al señor don Guillermo White).

Mi querido amigo:

Aprovecho la oportunidad de dirigir a V. mi discurso al Congreso, reimpreso en Bogotá, para que lo mire con más indulgencia que antes. Me parece que V. me criticó la crea­ción de un Senado hereditario, y la educación de los Senadores futuros. Lo primero está de acuerdo con la práctica de todas las Repúblicas democráticas y lo segundo, me parece que no está de acuerdo con la razón [2]. La educación forma al hombre moral, y para formar un legislador se necesita ciertamente de educarlo en una escuela de moral, de justicia y de leyes. V. me cita la Inglaterra, como un ejemplo contrario a mi establecimiento, pero ¿en Inglaterra no se deja de hacer mu­cho bueno? En cuanto a mi Senado diré que no es una aristocracia, ni una nobleza, constituidas, la primera sobre el derecho de mandar la República, y la segunda sobre privile­gios ofensivos. El oficio de mi Senado es temperar la demo­cracia absoluta; es mezclar la forma de un gobierno absoluto, con una institución moderada; porque ya es un principio recibido en la política, que tan tirano es el gobierno democrá­tico absoluto, como un déspota; así, sólo un gobierno temperado puede ser libre. ¿Cómo quiere V. que yo tempere esta democracia, sino con una institución aristocrática? Ya que no podemos mezclar la forma monárquica con la popular, que hemos adoptado, debemos por lo menos hacer que haya en la República un cuerpo inalterable que le asegure su estabili­dad; pues sin estabilidad todo principio político se corrompe y termina siempre por destruirse.

Tenga V. la bondad de leer con atención mi discurso, sin atender a sus partes, sino al todo de él. Su conjunto prueba que yo tengo muy poca confianza en la moral de nuestros ciudadanos, y que sin moral republicana no puede haber go­bierno libre. Para afirmar esta moral, he inventado un cuarto poder, que críe los hombres en la virtud y los mantenga en ella. También este poder le parecerá a V. defectuoso. Mas, amigo, si V. quiere República en Colombia, es preciso que quiera también que haya virtud política [3]. Los establecimien­tos de los antiguos nos prueban que los hombres pueden ser regidos por los preceptos más severos. Todo el cuerpo de la historia manifiesta que los hombres se someten a cuanto un hábil legislador pretende de ellos, y a cuanto una fuerte magistratura les aplica. Dracón dio leyes de sangre a Atenas, y Atenas las sufrió, y aun observó hasta que Solón quiso reformarlas. Licurgo estatuyó en Esparta lo que Platón no se habría atrevido a soñar en su República si no hubiese tenido por modelo al legislador de Esparta. ¡A qué no se han sometido los hombres y a qué no están sometidos aún! Si hay alguna violencia justa, es aquella que se emplea en hacer a los hombres buenos y por consiguiente, felices; y no hay libertad legítima sino cuando ésta se dirige a honrar la humanidad, y a perfec­cionarle su suerte. Todo lo demás es de pura ilusión, y quizá de una ilusión perniciosa. Perdone V., amigo, esta larga di­gresión sobre mi discurso, pues V. bien la merecía hace mu­cho tiempo, y yo se la había ahorrado, más bien por desidia que por buena voluntad.

Las cosas internas y externas van, como V. sabrá, a medida de nuestro deseo. Las primeras están en un pie admirable; puedo asegurar a V. que por el sistema prudente que he adoptado, difícilmente lograrán suceso contra nosotros los ene­migos. Sólo Morillo es fuerte, y a ese lo tengo en inacción por mis maniobras, mientras que le tomo todas las provincias de la antigua Nueva Granada y Quito. En este año doy a V. libre toda Colombia, si una burla de la suerte no hace fallar mis empresas. Dos ejércitos tengo ofensivos; el primero mar­cha a Quito, y el segundo está invadiendo a la vez las pro­vincias de Cartagena, Santa Marta y Maracaibo. En este in­vierno logramos la posesión de estas provincias, y en el verano envuelvo a Morillo con tropas inmensas. A mis órdenes inme­diatas tengo cuatro mil veteranos y otros tantos bisónos. Si Morillo me busca, me encuentra, y lo destruyo; y si me espera, es inevitable su ruina. En estas cuatro palabras ya he dicho a V. todo. Escriba V. a Inglaterra sobre esto larga­mente y también mande V. mi discurso a hombres que lo entiendan, haciendo las observaciones necesarias, para que noten la diferencia de la traducción al original. Mr. Hamilton me habrá adornado: yo habría querido ser menos hermoso, pero más genuino; querría mi discurso y no el suyo.

De los negocios de España estoy muy contento, porque nuestra causa se decidió en el tribunal de Quiroga. Nos man­daban diez mil enemigos, y ellos por una filantropía muy na­tural, no quisieron hacer la guerra a muerte, sino la guerra de la vida; pues bien sabían que por allá se podían salvar y por acá no. ¡Qué dicha, no venir y quedarse diez mil hom­bres que eran enemigos y son ya los mejores amigos! Golpe de fortuna loca. Aunque triunfe Fernando ya no puede man­dar otra expedición, sabiendo ya los expedicionarios cómo se han de quedar. Además, mucho debe haberse reprobado, aun por los mismos serviles, el empeño de mandar a América ejér­citos forzados. La opinión de las tropas se habrá ilustrado in­finito por la seducción de los liberales. La Francia misma, quiero decir, sus Borbones, habrán temblado por la revolución de España, y habrán condenado la conducta de Fernando en esta parte, que tanto los compromete a ellos mismos. Digo otro tanto de la Inglaterra, que tiene razones más eficaces: ella teme la revolución de Europa, ella desea la revolución de América; una le da cuidados infinitos, y la otra le propor­ciona recursos inagotables. La América del Norte, siguiendo su conducta aritmética de negocios, aprovechará la ocasión de hacerse de las Floridas, de nuestra amistad y de un grande dominio de comercio. Es una verdadera conspiración de la España, de la Europa, y de la América, contra Fernando. El la merece, mas ya no es glorioso pertenecer a una liga tan formidable contra un imbécil tirano. Yo, que siempre he sido su enemigo, ya veo con desdén combatir contra un partido arruinado y expirante; fue sin duda muy digna de alabanza nuestra resistencia, cuando era singular: ahora se puede tener como alevosa. Tanto confío en nuestros medios y sucesos; y en los buenos servicios que siempre nos ha hecho, y nos hará, nuestro mejor amigo White.

Soy de V. con la mayor consideración su affmo. servidor y amigo.

BOLÍVAR

* De un impreso moderno. "Cartas del Libertador", vol. VII; págs. 195-197. El original de este documento se halla en la universidad de yale. se debe su conocimiento al DR. J. LEON HELGUERA.

Notas

[1] El doctor Lecuna insertó dos largos párrafos de este documento en "Cartas del Libertador", tomo II, pp. 156-157 y 177-179, tomándolos de una copia y de Larrazábal, respectivamente, y como si se tratase de dos cartas distintas.

[2] Así se lee en el facsímil claramente. Es posible que Bolívar hubiese dictado: "...no está en desacuerdo con la razón".

[3] En el facsímil dice "polica".

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