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DOCUMENTO 8461 CARTA DE BOLÍVAR A FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, FECHADA EN PATIVILCA EL 7 DE ENERO DE 1824, LE EXPLICA LA SITUACIÓN ANGUSTIOSA EN QUE SE ENCUENTRA. PIENSA DEJAR A SUCRE CON EL MANDO DEL EJERCITO PARA NO PERDER LA POCA REPUTACIÓN QUE LE QUEDA. SE ENCUENTRA GRAVEMENTE ENFER­MO. PIENSA IRSE FUERA DE COLOMBIA. SI ENVÍAN TROPAS HABRÁ LIBERTAD*

Pativilca, 7 de enero de 1824.

A S.E. el general F. de P. Santander.

Mi querido general:

Por este correo recibí la de Vd., y algunas desagradables nuevas. Un conjunto de circunstancias, tan tristes como casuales, me autoriza a renunciar mi destino público, mi mando del Perú y mi mando del Sur. Hablaré a Vd. con la franqueza de mi corazón, y con la que debo a Vd. ya como amigo íntimo, y ya como encargado de la suerte de Colombia.

Yo preveo que los godos se van a mover con todo su ejército como ya lo han indicado todos sus movimientos, antes que pueda recibir los primeros auxilios que me vengan de Colombia, y aun cuando éstos, por fortuna, llegasen a tiempo, no son tropas sino reclutas, sin disciplina, sin moral, sin orden y sin equipo. Así, pues, también preveo como infalible que el Perú se va a perder en nuestras manos, porque 7.000 hombres no se pueden oponer a 12.000, ya vencedores, aguerridos y orgullosos. Por supuesto, el resultado de esta pérdida será la de nuestro ejército en una retirada de más de trescientas o cuatrocientas leguas. En el caso de que se logre verificar dicha retirada, se nos dispersarán los más al llegar a su país por ser hijos del Sur, y no nos quedarán más que algunos esqueletos de batallones, pues debe Vd. saber, para su inteligencia, que jamás ha cesado la deserción de las tropas de Venezuela y Nueva Granada, y que hasta en Arequipa se han desertado esos señores. Esto lo digo para que Vd. sepa que todo el ejército es del Sur. Si hay 400 granadinos o venezolanos es lo más que tenemos, y los suranos son tan desertores como no hay ejemplo: tanto es, que hemos perdido ya 3.000 en el ejército del Perú. De todo esto se deduce que yo no me quiero encargar de la catástrofe de este país.

Además no quiero encargarme tampoco de la defensa del Sur, porque en ella voy a perder la poca reputación que me resta con hombres tan malvados e ingratos. Yo creo que he dicho a Vd., antes de ahora, que los quiteños son los peores colombianos. El hecho es que siempre lo he pensado, y que se necesita un rigor triple que el que se emplearía en otra parte. Los venezolanos son unos santos en comparación de esos malvados. Los quiteños y los peruanos son la misma cosa: viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe. Los guayaquileños son mil veces mejores.

Por todo esto yo me iré a Bogotá luego que pueda restablecerme de mis males, que en esta ocasión, han sido muy graves, pues de resultas de una larga y prolongada marcha que he hecho en la sierra del Perú, he llegado hasta aquí y he caído gravemente enfermo. Lo peor es que el mal se ha entablado y los síntomas no indican su fin. Es una complicación de irritación interna y de reumatismo, de calentura y de un poco de mal de orina, de vómito y dolor cólico. Todo esto hace un conjunto que me ha tenido desesperado y me aflige todavía mucho. Ya no puedo hacer un esfuerzo sin padecer infinito. Vd. no me conocería porque estoy muy acabado y muy viejo, y en medio de una tormenta como ésta, represento la senectud. Además, me suelen dar, de cuando en cuando, unos ataques de demencia aun cuando estoy bueno, que pierdo enteramente la razón, sin sufrir el más pequeño ataque de enfermedad y de dolor. Este país con sus soroches en los páramos me renueva dichos ataques cuando los paso al atravesar las sierras. Las costas son muy enfermizas y molestas porque es lo mismo que vivir en la Arabia Pétrea. Si me voy a convalecer a Lima, los negocios y las tramoyas me volverán a enfermar; así, pienso dar tiempo al tiempo, hasta mi completo restablecimiento, y hasta ver si puedo dejar al general Sucre con el ejército de Colombia capaz de hacer frente a los godos, para que éstos no se alienten con mi ida y el mismo Sucre y nuestras tropas no se desesperen, pero después, sin falta alguna, me voy para Bogotá a tomar mi pasaporte para irme fuera del país. Lo que lograré ciertamente, o sigo el ejemplo de San Martín. Todo esto quiere decir que tendrá lugar siempre que los godos nos den lugar para todo, lo que no creo. En el caso de que vengan sobre nosotros yo me iré y Sucre se retirará con las tropas. Desde luego, prepárese Vd. a recibirlos allá, a menos que vengan 12.000 veteranos con muy buenos jefes y que estén muy bien mandados. Añadiré más, para el desconsuelo de Vd., que estos godos no hacen caso de los armisticios de su gobierno, como no han hecho del de Buenos Aires, y que aunque nosotros tratemos con los españoles, ellos no harán caso ninguno, pues ellos tratan de fundar aquí un imperio de indios y españoles.

Yo he pasado una representación al tribunal de justicia de Quito quejándome como la principal autoridad del Sur ofendida en el libelo de los diputados y municipalidad de Quito contra nosotros. Yo quisiera que Vd. se quejara al congreso por la irregularidad del paso de los diputados, que, en mi opinión, es escandaloso y muy atrevido. Yo pido al tribunal de Quito que justifique la municipalidad algo contra nosotros, y yo creo que no justificarán nada, sino que hemos estado en guerra. Vds. pueden hacer los más pomposos elogios de Sucre y Salom que han mandado a los quiteños y que, a la verdad, son los mejores hombres del mundo. ¡Qué ingratos!! Haber sacado nosotros la flor de Venezuela por hacerles bien, y pagarnos con calumnias. Crea Vd., y puede Vd. repetirlo, que en ninguna parte se ha ejercido menos el poder militar, a pesar de ser la gente más insubordinada y más renuente a todo servicio que hay en América, pues, a pesar de ser estos peruanos tan viciosos como ellos, son mil veces más dóciles.

Terminaré mi carta con mi antiguo adagio: vengan tropas y habrá libertad.

Soy de Vd. de todo corazón, su enfermo y disgustado amigo, que no sé cómo ha podido dictar esta carta según está mi cabeza. Otra vez adiós.

BOLÍVAR

* De un impreso moderno; "Cartas del Libertador" (Fundación V. Lecuna). Tº IV, págs. 12-15

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