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DOCUMENTO 4329 CARTA DE BOLÍVAR PARA EL GENERAL FRANCISCO DE PAU­LA SANTANDER, FECHADA EN EL ROSARIO EL 20 DE MAYO DE 1820 EN LA CUAL CON ALGUNA IRONÍA LE FORMULA CIERTAS RECONVENCIO­NES A LA VEZ QUE HACE ALUSIONES AL DECRETO DE PATRONATO, A LOS CURATOS, AL AUMENTO DE PAPEL SELLADO Y ESPECIALMENTE A LA ESCASEZ DE RECURSOS CADA VEZ MAYOR.*

El Rosario, 20 de mayo de 1820.

A S.E. el General F. de P. Santander.

Querido General:

Ayer recibí la apreciable de Vd. de 7 de mayo.

Ha hecho Vd. muy bien de quebrantar sus propósitos; porque es un principio de religión, y no sé si también de moral, que los malos propósitos no se deben cumplir. Vd. me parece que es como algunos otros que yo conozco en el mundo, que les gusta hacer lo que no quieren que les hagan; sin duda, por ser enemigo de las chucherías de Jesús, que se empeñaba en lo contrario, en contravención de la ley natural, que exige todo para sí y nada para los otros. Vd. gusta de la franqueza sin reboso, de la amistad ingenua y de decir verdad; y después se pone bravo cuando le siguen sus pasos, como la vieja co­queta que no quiere dejar hacer baza a su hija, que no hace más que imitarla. Voy a decir a Vd. no más que dos cositas: ¿le gustaría a Vd. mucho que le contestasen de oficio: "he reci­bido el decreto tal y no me ha parecido irregular"? ¿Y en una carta particular aquello de la responsabilidad que algún día llegará a ser efectiva? Por poca cavilosidad que tenga uno, esto quiere decir, que se esperaba que el decreto fuese irregu­lar, y que ya no hay otro modo de contenerlo a uno sino por el temor de la responsabilidad. Esto es sin hacer caso de lo que llama Tolrá [1] estilo irrespetuoso, porque estas son bagatelas que pasan entre amigos. Digo, mi amigo, estas cosas, para jus­tificarme contra los propósitos, que Vd. ha quebrantado. Si Vd. no me acusara yo no me defendería.

En cuanto a papel sellado me parece muy bien el aumento de precio. Ya Vd. habrá recibido la omnipotencia, que debe pagar con treinta mil pesos mensuales; y con aquel firman está Vd. autorizado para todo.

El decreto del patronato no se ha puesto porque Vd. me asustó con el decreto del Congreso, que no yo me acuerdo haber leído ni he conseguido aún. Y como la responsabilidad no se me ha olvidado, le he tenido más miedo a los anatemas del Congreso que a los de la Iglesia. Pero voy a dar el decreto acá, a mi modo, protestando y ejecutando a la vez.

La cáfila de canónigos que Vd. me indica está, me parece, acertada; mas yo creo que las canongías de Bogotá son tan miserables respecto a los curatos, que no ha de gustar mucho a los candidatos su nombramiento; consúltelos Vd. y lo verá; en cuanto a los canónigos, sí me parece que les gustará que les aumente el prest. Vuelva Vd. a pensar sobre los individuos que Vd. me propone, que puede ser que mejoremos la postura,dándole la guitarra a los que quieran cantar, y no a esos vene­rables curas que se contentan con el pan de cada día y sus precarias limosnas, porque corno son santos no quieren enva­necerse en el coro, que los alimenta de sólo vanidad.

A Vd. no le ha parecido gran cosa lo de Mires, y yo estaba muy contento por Vds., y no por nosotros; pues bien, había visto la multitud de prisioneros con 50 fusiles. Semejantes inconsecuencias no se deben imprimir, ya que tienen la necedad algunos de participarlas. Sin embargo, a mí me gustó mucho lo del paso del río y los prodigios de Carbajal y del Capitán Rasch. A éste le he mandado el grado de Teniente Coronel. Me pare­ce muy bien lo que Vd. le ha ordenado a Valdés, y es preciso apurarlo para que obre con actividad. Si han llegado o llegan por milagro los fusiles de Chile, que se levanten, volando, nu­merosos cuerpos de infantería, y que no paren hasta Lima. Nota: yo entiendo por milagroso todo lo que es extraordina­riamente feliz; no es que yo creo ni difícil ni imposible que vengan fusiles de Chile, al contrario, creo que los mandarán, y regalados; y si no, serán unos majaderos, pues pierden la ocasión de ser generosos a muy poca costa y de levantar a costa ajena un ejército a su favor.

He recibido cartas de Urdaneta del 12, en Guasdualito; y ya debe estar a la cabeza de su columna más acá de la mitad de la montaña. En una palabra, le envío a Vd. las cartas de Urdaneta que he recibido hoy, para que vea todo, todo, sin dejar de ver los 1.300 fusiles que nos han llegado de Angostura.

Nos está llegando mucho ganado de venta; pero no tenemos con qué pagarlo. ¡Qué desgracia!

Está tan rebelde esa canalla cornuda, que el otro día ha llegado un Capitán nuestro y ha pasado por San Josesito con 69 reses; y no ha entregado en San Cristóbal más que treinta y pico.

El Coronel Teodoro Figueredo, por lo que yo llamo milagro de fortuna, ha traído 100 novillos soberbios, y mansos, y no ha perdido en la montaña más que 60. El Coronel Iribarren acaba de enviar 200 reses, y no han llegado más de 30 moribundas, que se le han abonado a seis pesos; y, por último, oiga Vd., una partida de 30 hombres, a quienes entregaron 200 reses, entregó menos ganado que lo que valía su viaje; y no hubo con qué pagar los peones. Bien es que lo mismo ha sucedido a Iribarren, con la diferencia de que sólo le han quedado seis pesos de ganancia.

Me parece que estoy oyendo a Páez que exclama: ¡se acaba el Llano con Cúcuta! Y yo estoy exclamando: ¡con los Llanos y Cundinamarca se me acaba el ejército! Es inútil decirle a Vd. cómo estamos por acá. Ejemplo: Infante le ganó unos reales al cura de San Cayetano, y me está manteniendo. Ya no tenemos sobre qué caernos muertos: todo se ha agotado y ya nos morimos de miseria, pero no de hambre los sanos, aunque el hospital ya no come pan, porque no hay con qué com­prarlo.

Son estas muchas cosas para una carta sola y aun llena de claridades y demandas ¿mas por qué no envía Vd. el dinero y con él buenos consejos?

Su afino, amigo.

BOLÍVAR

P.D. A su recomendado de Vd., González, le he decretado, antes de llegar la carta de Vd., que informe al gobernador, porque no me parece justo que si alguno está ejerciendo el empleo pretendido bien y tiene servicio e inteligencia, se le vaya a quitar para dárselo al padre de Gonzalito, porque esto es contra el espíritu de la democracia. Nadie ha deseado más que yo servirlo; primero, por ser padre de Gonzalito; y se­gundo, porque me ha gustado su familia; tercero, por ser favorecido de Vd.; cuarto, porque deseo complacer a todo el mundo, y sobre todo, a los que pueden gritar alto contra mi fe de bautismo, así como el padre Torres contra Vd., pero, por fortuna, aquél es godo. Al señor González le he hecho un gran servicio sobre una deuda que tiene con el Estado: se le dio el destino que quiso, desatendiéndose una recomendación mía por la cual estaba muy interesado; todo esto se debe tener presente. Sin embargo, él será atendido por poco que informen a su favor.

* De un impreso moderno. "Cartas del Libertador" (Fundación Lecuna), tomo II; págs. 331-333.

Notas

[1] El Tolrá de que tenemos noticia es aquel realista que en la batalla de Cachiri, se enorgullecía de habérsele hinchado el brazo a fuerza de matar patriotas, quien más tarde actuó contra Sucre en el Ecuador.

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