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DOCUMENTO 7168. CARTA DE BOLÍVAR PARA SANTANDER, FECHADA EN QUITO EL 30 DE ENERO DE 1823, EN LA CUAL ENTRE OTRAS COSAS SE REFIERE AL BATALLÓN LLEGADO DEL PERÚ, AL INCIDENTE DEL CORONEL AGUIRRE CON LOS CAPITULARES DE QUITO Y A OTROS PORMENORES RELACIONADOS CON LA MAR­CHA DE LOS ACONTECIMIENTOS EN EL PERÚ Y EN EL SUR (ECUADOR).*

Quito, 30 de enero de 1823.

(Contestada el 6 de febrero de 1823).

Mi querido general:

Por fin ha vuelto nuestra División del Perú, sana y salva, pero cargada de las maldiciones de nuestros enemigos peruanos. No van por ahora los documentos de contestación entre Castillo y los ministros del Perú, porque no han venido, sin duda por las ocupaciones de Castillo, yo mandaré una colección entera desde Guaya­quil, para donde parto hoy mismo a ver nuestra División, a saber noticias del Perú y a tomar providencias para que esta masa enor­me no perezca de hambre.

Imagínese usted lo apurado que estaré para mantener más de 5.000 hombres, 800 prisioneros y otros tantos reclutas que deben venir del Istmo de un momento a otro. He mandado licenciar todos los hombres de estos departamentos del sur, pero éstos no pasaron de 400 hombres, y hechas todas las rebajas nos quedaron más de 4.000 veteranos de Cundinamarca y Venezuela. Su mantención no bajará de un millón de pesos, inclusive los gastos de gue­rra indispensables. Tendremos que poner marina activa luego que se pierda Lima, lo que debe suceder necesariamente, según todas las noticias.

Aquella gente no se entiende ni yo la entiendo. He llegado a pensar que es goda, porque de otro modo no se puede explicar su conducta; dicen que no tienen 400 reclutas que darnos de reemplazo, cuando tienen cuatrocientas mil almas bajo sus órdenes. Por esta y otras miserables negativas se aa venido Castillo, que tenía orden de pedir el cumplimiento de las mismas condiciones que ellos nos habían impuesto y habíamos cumplido con la División del Perú que vino aquí. Ellos mismos dicen que el vacío de nuestra División no lo llena nadie, y sin embargo dicen que no tienen con qué mantener los pobres colombianos, unos hombres que se pueden llamar áureos.

El objeto más importante de esta carta es el que voy a comunicar. La suerte del Perú se sabrá dentro de dos meses; debe ser infausta probablemente. Nosotros no tenemos medios con qué reconquistarlo, porque 12.000 hombres embarcados para dos o tres meses de navegación y equipados para una larga campaña, valen por lo menos dos millones; por lo menos, menos, sin contar con los preparativos anteriores que no montarán a menos. El Perú no tiene recursos de movilidad y casi tampoco de subsistencia. Su localidad es única; desierto en las playas y horribles eminencias en los Andes. Las fuerzas militares del Perú son grandes y buenas, y no es probable destruirlas ni con 12.000 veteranos, aquella fuerza que para entonces no bajará de 20.000 hombres aumentados con los prisioneros del Perú, Chile y Buenos Aires. En resumen, nosotros no podremos reconquistar el Perú porque Chile y Buenos Aires se están despedazando en guerras civiles, y nosotros seremos muy dichosos si no cometemos la misma criminal, demencia. Por esta consideración mi opinión es que nosotros debemos hacer la paz, si podemos lograr esta inmensa ventaja, aunque sea aisladamente y sin contar con otro Estado que con Colombia sola. Bien entendido que las provincias de Bracamoros y Mainas [1] deben que­dar por nosotros, según los límites de 1810. Es verdad que los españoles en el Perú pueden ser peligrosos en lo futuro, pero también es verdad que ahora mismo, son más peligrosos, estando no­sotros todavía sin consistencia y sin armonía con los otros Estados de América. El modo cierto de ponernos en cordial armonía es el dejar un mortal enemigo entre nosotros, y el modo de reconcen­trarse cordialmente cada uno es tocar por todas partes con la viña de Nabot [2], quiero decir con los Estados fuertes de España y Por­tugal. De otro modo nosotros vamos a recibir las miasmas conta­giosas de nuestros hermanos del sur, que están infectados de la horrible anarquía. Pongamos un lago de tiranía entre ellos, y no­sotros y cada uno temerá por sí mismo y no se abandonará a las seguridades peligrosas que han puesto a los americanos en la mano sus armas fratricidas. La América entera está plagada de esclavos y de cautivos indígenas. Los pocos europeos que han dejado hijos en este suelo de división han combinado su sangre con tantas razas, que todo es diferencia, oposición y odio. Nosotros, más que los otros americanos, padecemos estas dolencias y por lo mismo debemos buscar el específico por medio de un miedo externo. El remedio es costoso y quizás es un cáustico cruel, pero evita la gangrena que va a cubrirnos de los pies a la cabeza. Esta opinión pue­de usted consultarla, meditarla y aplicarla si es aprobada por los consejeros del gobierno. También añado en que se dé como mía porque no tengo inconveniente en confesarlo públicamente.

Los españoles son los más débiles en América en lo futuro. Su gobierno está envenenado por la anarquía, y por una anarquía interminable, porque se funda en principios religiosos y en intereses personales, y ninguna fuerza es capaz de desarraigarla. Inglaterra verá siempre la España en América con odio y también los norteamericanos. Nosotros seremos más fuertes cuando estemos más unidos, y esta unión no nos vendrá nunca de la satisfacción que da una independencia y una confianza sin límites, porque el día que nada temamos, ese día empiezan todos los peligros de Colombia, ese día resuenan las trompetas de la guerra civil. Guarde usted esta carta y si puede hágala grabar en bronce para que algún día se pueda comparar con los hechos.

No tenga usted cuidado por el sur; 4.000 veteranos la defienden del mundo entero; mas acuérdese usted mucho de que necesitamos la unión en el norte para que esta fuerza no se disuelva para atender a las facciones y a las demencias de nuestros amables herma­nos. Entonces cuenten ustedes conque nuestra defensa se va a hacer en los Llanos de Neiva, porque saliendo de esta provincia no hay absolutamente país de recursos donde hacer alto un ejército. El famoso Pasto que suponían tan abundante de medios, no tenía nada que valiera un comino; ya está aniquilado sin mucho empeño.

Vuelvo a decir que me voy a Guayaquil a ver cómo hago vivir la División de Castillo.

A mis amigos, los secretarios de Estado, que me escriban lo que hace ese congreso y lo que no hace, y que también se diviertan los otros amigos que no son ministros, como París y Arrubla y otos que estén en el bochinche, y que me comuniquen todos los chismes que se dicen y todos los brolles que se hacen. En Guayaquil hubo una conspiración de asesinos para matar y saquear. No mando el parte oficial porque aún no ha venido.

Aquí, el coronel de milicias, Aguirre [3], quiteño, buen colombiano, ha tenido una disputa sangrienta con la municipalidad por un negocio insignificante. Aguirre prendió a cuatro de los capitulares y les mandó a mi encuentro, porque dice que son bochincheros ene­migos de Colombia. No falta una docena de descontentos porque no les han dado destinos lucrativos. Sucre consultó si debía em­plearlos, y le aseguraron los sujetos principales de aquí que eran hombres perdidos, viciosos, aunque antiguos patriotas. El hecho es que esta docena de bochincheros ha empezado a moverse desde que vieron la carta de San Miguel, mas no pueden hacer nada porque aquí la democracia hace poco papel, porque los indios son vasallos de los blancos, y la igualdad destruye la fortuna de los grandes. Más desean aquí un inca que un libertador; así, esté usted cierto que no habrá novedad por esta parte. No había comunicado a us­ted esta miserable noticia antes porque todavía no se ha tenido el resultado de la sala de justicia, que debe fallar en el negocio de Aguirre contra los capitulares. Aguirre cree que no saldrá mal. Yo puse en libertad inmediatamente a dichos capitulares, y ellos se muestran muy agradecidos de este rasgo constitucional; sin embar­go, no he dejado de apreciar en mi corazón el celo de Aguirre, porque siendo quiteño y el jefe antiguo partido de los Montúfares, ha mostrado que la gente principal de Quito es fuertemente adicta a Colombia.

El negocio de Guayaquil tenía un aspecto tan horroroso, que todo el mundo se ha puesto a temblar por su resultado tan terrible, y por supuesto agradecen la guarnición colombiana de aquella ciudad y desean no quedar en manos de unos hombres capaces de tales atentados.

Adiós, mi querido general, soy de usted de todo corazón su mejor amigo.

BOLÍVAR

De un impreso moderno. Archivo Santander, tomo IX, pág. 221.

Notas

[1] Estas provincias a que alude el Libertador, e incluso la de Jaén,fueron objeto de reclamación al Perú por parte de Colombia por conside­ rarlas pertenecientes a la Antigua Audiencia de Quito.

[2] Debe tratarse del personaje bíblico Nabot, lapidado por orden del rey Acab.

[3] Se refiere al Coronel Vicente Abuirre, a la sazón Presidente de la Municipalidad de Quito.

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