Al señor Ministro Plenipotenciario de Colombia en Méjico.
Instado S.E. el Libertador por el Congreso y Gobierno del Perú, para que se trasladase a él a dirigir la guerra, lo ha verificado, y llegó a esta capital el 1º de septiembre. El Congreso Constituyente ha investido a S.E. de un poder supremo, militar y político directorial para completar su libertad. S.E. se ha encargado de esta ardua y difícil empresa para asegurar no sólo al Perú, sino también al Sur de Colombia y a todos los Estados de la América Meridional, antes españoles.
Desde que S.E. libertó los Departamentos de nuestro Sur, conoció la necesidad de una cooperación simultánea, fuerte y vigorosa de Chile, Buenos Aires, el Perú y Colombia, para destruir el único ejército real que queda en la América del Sur, y que amenaza a la vez a todas estas potencias, estando situado en el corazón de ellas.
Desde septiembre del año próximo anterior lo manifestó así a estos Gobiernos, y se manifestó dispuesto a contribuir con todas las fuerzas disponibles de nuestro Sur a esta importante empresa; sin embargo, hasta hoy sólo Colombia ha realizado sus auxilios, enviando al Perú siete mil colombianos, pues aunque la República de Chile prepara una expedición de tres mil hombres, que según las últimas noticias, estaban próximos a zarpar de Valparaíso en todo este mes, no han llegado aún. Además, el Libertador está dispuesto a trasladar a esta Nación nuevos auxilios, si las circunstancias lo exigen, para dar un golpe decisivo a los realistas y afianzar la seguridad de la América del Mediodia. La situación del Perú no sólo ha sido y aún es crítica por el número y calidad de las fuerzas realistas que lo oprimen, sino también por las desavenencias internas que lo han agitado. Su Gobierno ha pasado sucesivamente en un año a tres manos diferentes. Algunos tumultos militares han privado a la Representación Nacional de la libertad de elegir al Jefe de la Administración, arrancándole su consentimiento por la fuerza, y el Presidente Riva-Agüero cometió, en fin, el atentado de disolver el Cuerpo Constituyente y de quedar, después de exonerado de la presidencia, ejerciéndola en una parte de la República y poniéndose en guerra abierta con el Gobierno legítimo.
La Representación Nacional, antes de ser disuelta destinó cerca de S.E. el Libertador dos de sus miembros, para que instasen por su traslación al Perú, habiéndolo antes hecho repetidas veces el Gobierno. El Libertador no pudo ver con indiferencia los males de esta República y se trasladó a ella con permiso del Congreso Constituyente de Colombia. A su arribo al Perú estaba ya nuevamente instalada la Representación Nacional y nombrado el Presidente.
El interés general de América ha traído al Libertador de Colombia al suelo peruano, donde se propone emplear cuantos medios estén a su alcance para su libertad, oponiéndose al enemigo común y a los internos que quieran subvertir el orden establecido por la voluntad general del pueblo.
Aunque el estado militar de esta República no está bajo el pie que exige la clase de enemigo que tiene que combatir, y la guerra presenta obstáculos de todas clases por el clima y por la naturaleza de este terreno cortado por todas partes por los Andes, cuya cima está casi siempre helada y llena de desiertos estériles y areniscos, sin agua y sin vivientes, el Libertador no abandonará esta empresa de que pende la completa libertad de esta parte de América. El Libertador ha instado de nuevo a Chile para que envíe los auxilios que ha ofrecido, y, como antes he dicho a US., dispondrá de cuanto esté a su alcance en Colombia, para realizar completamente la libertad del Perú, cuya suerte está íntimamente ligada por el interés y uniformidad de la causa con toda la América exespañola.
Los papeles públicos que incluyo, darán a US. una idea de los principales acontecimientos que han tenido lugar en este Estado.
Dios, etc. Lima, 6 de octubre de 1823.
J. GABRIEL PÉREZ
* De un impreso moderno. O’Leary, "Memorias"; tomo XX, págs. 417, 418.
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