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DOCUMENTO 7134. CARTA DE BOLÍVAR PARA SANTANDER, FECHADA EN PASTO EL 14 DE ENERO DE 1823, EN LA CUAL SE REFIERE A CORRESPONDENCIA DEL VICEPRESIDENTE, SE QUEJA DE CIER­TAS GESTIONES DE ZEA, LE DICTA INSTRUCCIONES PARA MEJORAR EL "CORREO DE BOGOTÁ", LE PROTESTA ELOCUEN­TEMENTE SU AMISTAD Y HACE OTRAS DISQUISICIONES DE CARÁCTER GENERAL.*

Pasto, enero 14 de 1823.

Mi querido general:

Anoche recibí un correo de Bogotá que salió de allá el 20 de diciembre. Abrí por fortuna la carta de usted al general Sucre. Mucho me ha gustado esta hermosa carta en que usted nos pinta el estado de la república tan brillante. Gual [1] me ha hecho lo mismo con respecto a las relaciones exteriores; sólo el empréstito del señor Zea [2] es horrible. No dudo que seremos reconocidos por España y por el mundo entero; que pronto tendremos la paz. Que Morales será destruido con la inmensa fuerza que está contra él; también podremos subyugar a los facciosos porque la justicia y la fuerza son muy poderosas. En fin, lo haremos todo, pero la deuda nacional nos va a oprimir; el señor Zea es la mayor calamidad de Colombia; es horrible su mala versación.

El general Nariño [3] me escribe quejándose de la persecución que sufre en esa capital y me da satisfacción sobre lo que me habían dicho en Cúcuta de él contra mí.

He visto los papeles públicos; todo anuncia que prosperamos, que la España decae, que la opinión pública se mejora en todas direcciones, internas y externas. Me parece que la libertad de imprenta, que tanto nos ha molestado con su amarga censura, al fin nos ha de servir de triunfo. Muy bien habla la Indicación y muy agradecido estoy a su redactor; felicítelo usted de mi parte por sus principios rectos y luminosos. El Correo de Bogotá tiene cosas admirables, me divierte infinito, no tiene más defecto que su monotonía de cartas; parece una correspondencia interceptada. Dígale usted al redactor que anuncie al público que no dará más los artículos remitidos en forma de cartas, sino que los encabe­zará con un título de su contenido. No hay diario en el mundo que tenga la forma del Correo de Bogotá. A todas las cosas se les deben dar las formas que correspondan a su propia estructura, y estas formas deben ser las más agradables para que capten la ad­miración y el encanto. Mucho importa que ese diario, que tiene tan buenos redactores, trate las materias de un modo regular y periodístico.

Anoche no dormí pensando si debería o no irme a Bogotá; toda la noche estuve en marcha para esa capital, pero al amanecer me volví para Quito, se entiende en idea. Diré a usted en sustancia la conclusión de mis meditaciones; allá marcha bien todo sin mí, acá no sé cómo irá todo sin mí, porque aún la máquina no está montada para que marche sola. Esta niña colombiana no tiene más que seis meses de recién nacida; allá estamos cansados de ser colombianos y hay gente veterana en el oficio. El incentivo de la gloria me habría llevado a participar con usted de la suya, o, hablando con más ingenuidad, a quitarle a usted parte de la que le toca; la pacificación de Maracaibo, la negociación con los agentes españoles y la apertura del congreso con toda su consecuencia, son grandes motivos para llevarme a Bogotá y al Zulia Mas yo quiero darle a usted siempre facultades para que pruebe que pue­de manejar todos los negocios de la república sin mí, y quiero al mismo tiempo irme quitando poco a poco de la escena sin ser sentido. Como usted logre salir vencedor del año de 23, ya puede usted resistir todos los embates del siglo xix. Entonces yo me confieso rendido y voy a descansar mis huesos a donde pueda y llevándome la satisfacción de no haber abandonado a la república, pues que dejo a usted que es otro yo y quizá mejor que yo. Lea usted en estas líneas la profesión sincera de mi conciencia y el desarrollo absoluto de mi alma. Se ha dicho bastante que yo soy ambicioso, y yo creo que no lo soy, y para certificarme a mí mismo que no soy ambicioso, me estoy poniendo fuera de combate para quitarme las tentaciones.

Si ese congreso quiere aceptar mi dimisión, le suplico a usted que la pida en mi nombre, y ofrezco servir en el sur hasta que se acabe la guerra. No he mandado ahora mi renuncia, porque he creído servir a mi país en mandar mi protesta al congreso en ayu­da de la ley fundamental, a fin de que teman mi resistencia a sus innovaciones.

Allá va el general Córdoba [4], que dirá a usted todo como está esto; pida usted al congreso su confirmación y la de los otros ascensos. Que las cosas del sur queden como están mientras dure la guerra y si no Cundinamarca tiene pronto su defensa en Neiva. Mándeme usted la orden para recibir mi haber como pueda para tener con qué retirarme del servicio; yo estoy pobre, viejo, cansado y no sé vivir de limosna, conque ruego a usted y al congreso que me haga esta caridad. Lo poco que me queda no alcanza para mi indigente familia que se ha arruinado por seguir mis opinio­nes; sin mí, ella no estaría destruida y por lo mismo yo debo ali­mentarla. Yo pienso que al fin tendré que irme de Colombia y por lo mismo debo llevar un pan qué comer, porque yo no tengo paciencia ni el talento de Dionisio de Siracusa que se metió a en­señar niños en su desgracia.

Hoy mismo me vuelvo a Quito dejando aquí de gobernador al coronel Flórez, que no lo hará como el señor Obando, y al general Salom lo dejo mandando las tropas y cumpliendo las instrucciones de pacificación; dentro de dos meses todo estará pacífico y entonces no habrá necesidad ni de jefes militares ni de tropas. Pueda ser que no me engañe. Carabaño [5] no me parece bueno para intendente de Maracaibo; en todo caso Delgado es mejor y lo merece más porque él ha hecho la revolución del país y es muy buen sujeto.

A Gual, que le doy la enhorabuena por su casamiento, que ese es el modo de hacer colombianos; que le agradezco su casamiento y la bella carta que me ha escrito. Que haga la paz como pueda y que no repare en menudencia. A Briceño, que haga reunir las tropas si quiere destruir a Morales, porque de otro modo los derrotan. Al señor Castillo, que vea cómo mejora las leyes de hacienda, disminuyendo la contribución directa y aumentando las indirectas. Al señor Restrepo, que mantenga la paz de Colombia en lo interior, acabando con los federalistas, bien con su pluma, o bien con su inflexible justicia.

Estas son mis últimas voluntades al despedirme de usted.

A esos señores que me escriban, porque los amo y me gusta conversar con ellos. A Briceño [6], que he recibido su larga carta y que no se la contesto ahora porque ya me voy a montar a caballo, pero que sea constante. A París [7], que no sea infame, que por qué no me escribe. A Urdaneta, lo mismo, y al intendente de Cundi-namarca otro tanto, porque yo los amo mucho y ellos se acuerdan poco de mí.

Ya no puedo ser más largo. Soy de usted de corazón,

BOLÍVAR

* De un impreso moderno. Archivo Santander, tomo IX, pág. 209.

Notas

[1] Pedro Gual, XIV, págs. 653-654.

[2] Francisco Antonio Zea aparece en el tomo XIV, págs. 135, 239, 456, 457, 466, 492, 501, 543, 550, 557, 565, 570, 577, 578, 658 y 659; y en el tomo XV, págs. 347 y 349.

[3] General Antonio Nariño insigne héroe neogranadino (1765-1823).

[4] José María Córdoba, aparece en el tomo XIV, págs. 39 y 387.

[5] General Francisco Carabaño. Ilustre procer de nuestra Indepen­ dencia, nacido en Cumaná en 1780. Comenzó a servir a la patria en 1810. Murió asesinado en Cariaco (Sucre) en 1848.

[6] General Pedro Briceño Méndez. Nació en Barinas a fines del siglo XVIII. Su actuación en la Independencia fue vasta y brillante. Fue Se­ cretario de! Libertador y había casado con una sobrina de éste, hija de su hermana Juana. Falleció en 1835.

[7] Debe tratarse del gran amigo del Libertador, José Ignacio París, cuya admiración y afecto por el Héroe fue inmutable. Este gran patriota bogotano murió en 1848.

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