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DOCUMENTO 7054. CARTA DE BOLÍVAR A SANTANDER, FECHADA EN QUITO EL 12 DE NOVIEMBRE DE 1822, EN LA CUAL LE AVISA RECIBO DE DOS CARTAS SUYAS Y DE UNA EN INGLES DE GUAL, REFERENTE A LOS SUCESOS DE NAGUANAGUA Y MARACAIBO. LE INFORMA DE MEDIDAS TOMADAS CONTRA LOS PASTUSOS. SE REFIERE A LAS GUERRILLAS DE PATIA, A SUS DESEOS DE IR A BOGOTÁ Y AUN A VENEZUELA, A LA MUERTE DE RONDÓN Y A VARIAS OTRAS GENERALIDADES.*

Quito, noviembre 12 de 1822,

Mi querido General:

He recibido las apreciables cartas de usted del 14 y 21 de septiembre. Ayer recibí la del 25 del mismo, en inglés, escrita por Gual, en la cual usted me anuncia los sucesos de Naguanagua y Maracaibo. Siento bastante la posición que ha tomado Morales porque le da mucha facilidad para inquietar al reino y Venezuela. Supongo que usted habrá hecho un grande esfuerzo para destruir a ese canalla. Toda medida es peligrosa en tales circunstancias, y la salud de la patria consiste en no ahorrar sacrificios. Por mi parte, yo los estoy haciendo aquí, para no dejar progresar a los pastusos, y para encontrarme preparado contra los ulteriores sucesos que puedan ocurrir en el sur. Recomiendo a usted que mande un jefe muy activo como García u otro a Popayán, para que persiga las guerrillas de Patía. Esta parte es la más difícil de todos los negocios de los rebeldes de Pasto: los pastusos serán batidos inmediata­mente y ocuparemos a Pasto y su territorio, pero se irán a Patía donde no es fácil perseguirlos por su mal clima. Los Rifles y la caballería es la mejor tropa que tenemos en el sur, y si la mandamos a Patía perece o deserta toda. Primero, porque el clima es detestable; segundo, porque tienen ganas de irse para su país las tropas; y tercero, porque aquí no les pagan ni aun con qué mantenerse, después de haber padecido tanto para llegar aquí. Usted no puede imaginar el furor que tienen todos por volverse a su país porque se han engañado en sus esperanzas, habiendo imaginado grandes ventajas en Quito, y no habiendo encontrado ninguna. De todo esto resulta que yo no mandaré nuestra tropa a Patía y que la haré volver inmediatamente de Pasto.

Nuestra correspondencia se tendrá por mar porque en mucho tiempo no habrá tranquilidad en Patía, si no se ocupa la cordillera de Almaguer con tropas nuestras, desde donde se debe perseguir a los facciosos de Patía. Yo mandaré a ocupar a Pasto hasta el Mayo, con tropas de Quito; y temo al mismo tiempo que este maldito país nos desarme nuestra guarnición cuando menos pensemos, siempre que ella misma no se desarme por la deserción, como es natural.

Sin embargo yo tomaré todas las medidas imaginables de precaución. Después que haya estado algunos días aquí, iré yo mismo a arreglar los negocios de Pasto, si los del Perú me lo permiten. De un día a otro espero alguna novedad buena o mala.

Muchas ganas tengo de ir a ayudar a usted en Bogotá y aún en Venezuela, mas temo no poderlo hacer por las razones que antes he manifestado a usted, y que cada día se van aumentando en razón compuesta del tiempo y de los sucesos. Este país ofrece mil ventajas para lo futuro, pero está como una niña doncella, que si se pierde una vez no se vuelve a recobrar con su integridad y pureza. Aquí todo lo podemos con justicia y fuerza, y usted sabe que en otras partes no se puede todo con justicia y fuerza. La justicia depende del general Sucre, pero la fuerza depende de mí, porque esta fuerza se mantendrá mientras yo exista en el sur.

A esos señores del congreso se les puede decir muy fácilmente que ni el gobierno, ni yo reconoceremos jamás las alteraciones que hagan en las leyes fundamentales que hemos jurado cumplir; y en caso de insistir, nosotros quedaremos libres de hacer nuestro deber. Yo tengo en el sur cerca de cinco mil hombres con qué hacer respetar la ley, la justicia y el orden y a usted no le faltan muchos recursos con qué hacer lo mismo.

Mucho siento la muerte de Rondón y la desgracia de Clemente. He visto a Córdoba y a Delgado que han venido de Lima, y no añaden ninguna noticia: sólo sí confirman todo lo que antes le he escrito a usted.

Monteagudo y el general Necochea han llegado a Guayaquil, y pronto espero verlos aquí: ambos los creo útiles porque deben ser amigos de nuestros enemigos del sur, y ambos son hombres de provecho, disgustados y separados de aquel servicio.

Dígale usted a Gual que su opinión sobre Zea me parece la mejor. A Briceño que me alegro mucho de que sea hacendado de Bogotá; y que todo lo que me dice en su última carta es muy bueno.

¡Por Dios! mande usted cuatro mil fusiles al sur, mucha pólvora y plomo! Mire usted que en la balanza más pesa el Perú que Morales con Puerto Cabello y Coro. En todo caso, el sur es inaccesible.

Adiós, mi querido general.

BOLIVAR.

*De un impreso moderno. "Correspondencia dirigida al General Santander", volumen II, págs. 340-342.

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