En la Ribera Derecha del Apunto, a 28 de Marzo de 1819. 9º
Al Excmo. señor Vicepresidente.
Por el parte oficial que tengo la satisfacción de incluir a V.E., sabrá el suceso que obtuvieron ayer nuestras armas. Las circunstancias no permiten extender ahora el boletín de este combate, del cual puede ser instruido el público imprimiendo el mismo oficio.
Por el sentido de él conocerá V.E. que no nos es fácil tomar a Achaguas si Morillo no se retira o se resuelve a admitir la batalla en campo raso. Como la villa está situada en medio de un bosque, el enemigo tiene sobre nosotros la ventaja de su infantería que es superior a la nuestra en número y disciplina. Yo me esforzaré cuanto sea posible en atraerlo fuera, pero dudo mucho conseguirlo.
La calidad de los alimentos que se han suministrado a las tropas en toda esta campaña, reducidos a carne sola, ha producido algunas enfermedades, especialmente en el batallón inglés, que temo se destruya si continúa la campaña sin variar de alimento. Es, pues, necesario que V.E. me envíe volando volando el cargamento que haya traído el Hunter, particular- mente la harina y el ron. La primera vendrá embarrilada como haya venido, o beneficiada en galleta si estuviere hecha ya.
En los mismos buques en que venga todo esto me remitirá V.E. 300 machetes, 50 hachas, 100 palas, 25 picos y 25 zapapicos. Algunos de estos útiles se conseguirán en el parque de esa ciudad, y los que falten es preciso comprarlos.
También se necesitan con urgencia algunos efectos de botica, para reemplazar los consumidos, y vestidos para una gran parte de la tropa. Si no hubiere vestuarios, me enviará V.E. siquiera algunos géneros para hacer guayuco a los soldados que están desnudos del todo.
Recomiendo a V.E. que me dirija más frecuentes avisos del estado de los negocios por esa parte. Un mes ha que salí de esa capital y hasta ahora no he recibido una sola comunicación de V.E. ni de nadie. Puede V.E. contar con que no tendremos por acá ningún mal suceso, si continuamos obrando con la prudencia que hasta aquí. Ayer pudimos haber obtenido uno completo; pero yo temí aventurar la suerte de la República, cuando esperamos de un momento a otro la cooperación del señor General Urdaneta. Por otra parte, la infantería española se ha mostrado muy superior a la nuestra en todo, y no habiendo una necesidad muy urgente no debemos aventurar una batalla sin una probabilidad vehementísima. Yo creo que pronto saldremos de Morillo; pero en todo caso conviene tener aquí todo lo que pido, por si se prolongare la campaña.
Probablemente los enemigos dirán en sus gacetas que un puñado de sus bravos han resistido heroicamente a un ataque combinado de muchos miles de hombres, para ostentar una especie de triunfo en el miserable combate de ayer. La verdad es que no fueron 800 infantes nuestros los que los desalojaron, porque el resto del ejército estaba muy distante del campo de batalla, y también es verdad que estos infantes fueron al principio rechazados y que algunos que mandamos por la espalda se tiraron al río huyendo de su caballería y que sus 700 infantes no estaban todos reunidos en un mismo punto, pero sí en las inmediaciones: habiendo sido sorprendidos los puestos avanzados no tuvieron tiempo de reunirse. Dirán además que nos hemos retirado, para fingir una victoria; pero no es así, porque la marcha que hemos hecho es para pasar el río de Apurito, por un paso que da vado y por donde hay una amplia llanura donde podemos siempre obrar con buen éxito. Me he extendido sobre estas consideraciones para que V.E. esté al cabo de todo y haga el uso conveniente de estas especies publicándolas cuando sea tiempo y comunicándolas desde luego a nuestros amigos a los países extranjeros, a fin de que no se dejen sorprender. Se me olvidaba añadir una circunstancia muy importante, y es que no pasamos el Apurito por el trapiche de Gamarra, porque exigiendo esta operación más de veinte y cuatro horas y siendo un bosque el paso, podía Morillo llegar antes que hubiésemos pasado la mitad del ejército y nosotros no estamos en el caso de cometer las mismas imprudencias que él ha cometido en esta campaña, que a no haber tenido el señor General Páez órdenes expresas de guardar la más estricta defensiva, le habría destruido un ejército en los países de Apure y Arauca.
Dios, etc.
BOLÍVAR.
* De un impreso moderno, O’Leary, "Memorias", tomo XVI, págs. 290 - 291.
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