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DOCUMENTO 6789. CARTA DE BOLÍVAR PARA SANTANDER, FECHADA EN QUITO EL 21 DE JUNIO DE 1822, EN LA CUAL SE REFIERE A LAS CIRCUNSTANCIAS POR LAS CUALES PASA EN QUITO DÍAS DE ENCANTO Y DE SORPRESA PERO DIFÍCILES PARA PODER DARLE GUSTO A TODO EL MUNDO. SOLO QUE ES GUAYAQUIL LA QUE LE DA CUIDADO. OBSERVACIONES AL RESPECTO. ELOGIO AL PAÍS (HOY ECUADOR), A SUCRE, A SANTA CRUZ. SE PREOCUPA POR LA RENDICIÓN DE PUERTO CABELLO.*

Quito, 21 de junio de 1822.

Mi querido general:

Ya usted sabe lo que es una capital recién tomada, a la cual se deben dar leyes de Colombia y que tiene mucha gente, muchos patriotas y lo más que es consiguiente. No me faltan ratos para escribir, pero me sobran meditaciones sobre lo que debo hacer con un grande y bello país para conservarlo en su adhesión a nosotros, para ganar a Guayaquil, para conservar la armonía con el Perú, para no perder tiempo y para no chocar con la división del general Santa Cruz. Estos son los días de darle gusto a todo el mundo, y estos gustos deben costamos caro si no aprovechamos estos mismos días de encanto y de sorpresa.

Debo decir a usted que solamente Guayaquil me da cuidado, pero Guayaquil por su cuidado, puede envolvernos también en una o dos luchas: con el Perú, si lo forzamos a reconocer a Colombia, o con el sur de Colombia si lo dejamos independiente, triunfante e incendiario con sus principios de egoísmo patrio. El Perú parece que está blando con respecto a nosotros porque teme de España y espera de Colombia, y porque su gobierno en sus negocios domésticos no está muy afirmado. Yo he lisonjeado a la división auxiliar de Santa Cruz, y felizmente este jefe es muy bello sujeto. He prometido mandar tropas al Perú, siempre que Guayaquil se someta, y no nos dé más cuidados; con este objeto vamos todos a Guayaquil como usted lo verá por el oficio al presidente de aquella junta; pero Dios sabe lo que será, porque aunque el paso es laudable, tiene demasiada osadía para no envolver peligros. Me propongo a la cabeza del ejército aliado entrar en Guayaquil y transigir la negociación de Colombia, o con el gobierno, o con el pueblo que se dice generalmente adicto a nosotros. Renunciar a Guayaquil es imposible, porque sería más útil renunciar al departamento de Quito. Además de ser contagioso el ejemplo inicuo e impolítico de Guayaquil, su territorio está enclavado en nuestra frontera por el sur; está protegido por el Perú, que tiene a sus órdenes todos los militares del sur de América, y que es rico y por consiguiente capaz de mantener muchas tropas. El país en las fronteras con el Perú es afeminado y nada militar; Pasto es enemigo de los colombianos, y además terrible; Popayán ya no puede resistir grandes guarniciones, y sus contornos son guerrilleros y enemigos. Tiene usted, en fin, que el momento de hacer prueba de nuestras fuerzas, y de nuestra fortuna es éste para no vernos relegados del otro lado de los Andes en los llanos de Neiva. El prestigio en favor de Colombia es grande por su gloria militar, por la sabiduría de sus leyes y por la regularidad del gobierno. Nuestros contrarios creo que carecen en gran parte de estas ventajas, y así no vacilo en intentar la incorporación de Guayaquil a Colombia.

Usted debe hacer muchos comentarios sobre cada una de estas observaciones, y sobre las que no indico siquiera; y según mi opinión, todas aconsejan la medida que voy a tomar. No digo a usted nada de la negociación de Mosquera, porque usted sabrá tanto como yo por las copias que se dirigen al ministerio. No dudo que habrá obtenido mucho aunque él habla con moderación por muchas razones de precaución y política. Las gacetas que mando son las únicas que han venido, y por una de ellas se ve el deseo de adhesión a nuestros sentimientos, por lo menos de unión si no de federación. Desde ahora anuncio a usted que debo permanecer mucho tiempo en el sur para no perder el fruto de nuestros sacrificios por este país. El departamento de Quito debe ser, según mi opinión, de todas las provincias del sur. 1º Porque está en la frontera. 2º Para que sea fuerte. 3º Para que esté bien mandado por un solo intendente y no por dos. 4º Porque está muy lejos del centro. 5º Porque Quito no debe perder su importancia. 6º Por economía. 7º Para que Guayaquil no sea capital de departamento y no tenga influencia en las provincias subalternas; y por otros motivos que ahora no digo.

Se extraña que Cantera castigue a los pasados a nosotros; esto está autorizado por el derecho de gentes, no estando allí establecido el tratado de regularización. Quien tiene la culpa es el que no ha adoptado esta regularización. La guerra la hace el batallón de Numancia bajo las leyes del Perú y no bajo las leyes de Colombia. La queja de Mosquera contra Canterac no es justa, y nosotros haríamos mal en decir nada en nuestras gacetas sobre esto con respecto a Colombia. Canterac no está obligado a saber la regularización, ni Numancia manda el ejército del Perú, ni perdona, ni castiga los prisioneros.

Este país me ha parecido hermoso en la agricultura de mieses, y en su numerosa población; la gente me parece muy buena aunque algunos dicen que no es; repito que me parece a primera vista porque es la única que he podido dar. Son todos, todos patriotas y amigos de Colombia; no estoy muy cierto de que Cuenca y Loja tengan absolutamente tan favorables sentimientos.

El general Sucre, general de división, mandará este departamento. Está lleno de popularidad; es libertador, y creo que no hay cualidad que no tenga para servir bien a la república y mandar los pueblos con agrado.

Si Guayaquil se somete mandaré un par de batallones al Perú, como lo indica Mosquera, 1º para que no sean más generosos que nosotros nuestros vecinos; 2º para auxiliar el Perú antes de una desgracia; 3º por economía, pues aquí no tenemos con qué mantener tanta tropa; 4º para empezar a llenar las ofertas de recíprocos auxilios; 5º, 6º y 7º porque creo que así conviene para que de allá nos manden tres batallones del Perú en reemplazo de ellos, terminada la guerra.

Creo que es inútil decir a usted que estamos viviendo de exacciones violentas en un país que se queja de mil otras exacciones; diré a usted que la sola 2ª brigada de la guardia no tiene con qué vivir en este departamento. Los tributos y las alcabalas son las únicas rentas del país y éstas se van a extinguir con las leyes de Colombia. No puede usted imaginar la mala apariencia que tiene esto con respecto a tesoro. Estas provincias son puramente consumidoras, y nada, nada productivas. Necesita para su guarnición fronteriza de muchas y buenas tropas, y de que el país no se haga enemigo aniquilándolo para hacerlas subsistir. Desde luego esta dificultad debe someterse al congreso para que remedie a ellas, si es que hay remedio.

Si es verdad que Puerto Cabello se ha rendido, creo que usted debe hacer venir a los departamentos de Cundinamarca y Boyacá los batallones de la guardia que tengan más venezolanos, y sólo dejar en Venezuela batallones de los departamentos del centro de Colombia. También creo que debe hacerse una gran reforma militar dejando casi en cuadro los cuerpos que no se puedan reformar. También creo que se debe dar licencia a todos los oficiales que puedan vivir en su industria. Y sobre todo debe pensar el gobierno muy seriamente en darle a los cuerpos de la Guardia las dos terceras de pagas, pues ya perecen de miseria; estos cuerpos han libertado a Colombia, y Colombia les debe siquiera la subsistencia; esto no es amor de cuerpo; es sí un sentimiento de justicia a favor de los libertadores de Cundinamarca, Venezuela y Quito.

No sé más qué decir a usted por ahora porque tengo la cabeza llena de pensamientos inconexos.

Soy de usted de corazón afectísimo estimador,

BOLÍVAR

P.D.—Muchas expresiones a mi querido don Perucho, a quien no escribo porque él no me escribe y porque es muy ingrato. A los señores Restrepo, Gual y Castillo muchas expresiones de amistad y recuerdos. Dígales usted a todos, que siempre estoy pensando en ellos porque los creo siempre muy ocupados en mantener sobre sus hombros este inmenso material que el ejército libertador ha sacado de la nada.

* De un impreso moderno. "Correspondencia dirigida al General Santander", volumen II, págs. 303-306.

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